Nunca deseé hacerte daño, tan solo buscaba volver a encontrar esos ojos mágicos de los que me enamoré hace ya tanto tiempo. No quería aceptar la idea de perderte, de haberte ido perdiendo en los últimos meses.
Hoy vuelvo a pasar por los mismos lugares donde nos perdíamos juntos años antes. No tienen el mismo encanto de entonces. Ahora todo me resulta gris y melancólico sin tu compañía, tan lejano que aparece como un sueño turbio. Todos estos paisajes siguen esperando, siguen recordándote y deseando que algún día vuelvas a su historia, a su vida, como yo.
No hace tanto tiempo que estuvimos juntos por última vez. En realidad estás conmigo más de lo que yo quisiera desear. Aun sigo sintiéndote cerca cada mañana al alba, como si todavía despertara cada noche para ver el amanecer sobre tu rostro
dormido. Y cada vez que escucho esas palabras que nadie como tú las dice, que vuelven a nacer en tus labios al pronunciarlas con tu dulce voz...
Cada viernes cuando cae la tarde me acerco, como entonces, a las dársenas por, si en algún descuido, has vuelto a rehacer el camino que lleva a este humilde hogar, que te espera paciente. No me reproches el echarte tanto de menos, comprende que durante años fuiste parte indispensable de mi vida; tanto, que el vacío que dejaste sigue hoy como el día que te marchaste.
Eso que tú llamas daño, esas palabras que tanto te hirieron cuando las escribí, esa especie de carta que te dejé debajo de tu puerta aquella lejana tarde... son sólo intentos de volver a tenerte en mi vida, de recuperarte en mis calurosas tardes de verano, charlando contigo, de insistir una vez más en que todo puede resolverse; podría acabar bien si tú quieres y te dejas reconquistar por quien más te quiere.
Nunca deseé hacerte daño. Perdóname el haber esperado tu vuelta ansiosamente. Te echaba de menos mientras escribía cuánto daño me habías hecho. También quería decirte que te quería cuando pensaba decir lo de aquellos ojos oscuros que antes me miraban con tanta luz y ahora estaban apagados. Quería hacerte comprender todo lo
que habías significado para mí y, sin embargo, mis manos te contaban que aun seguía esperando una respuesta de ti, aunque sólo fuera una mirada fugaz como las de antes o aquella sonrisa tuya con la que alegrabas mi alma entera. Y aquellas palabras que te contaban todo el dolor que sentía porque habías olvidado nuestra amistad, en principio (antes de pasar por mis manos), te daban las gracias por los
días en que me sentí tan fuerte y grande como la más insignificante hormiguilla, que forma parte de una cadena, de una familia, por la cual da hasta la vida. Todo lo que quise decir mis manos no lo sabían expresar, la voz no me servía para hacerlo y ellas
me traicionaban contando algo que yo no quería contar.
Me fallaban las manos al quererte decir que siento que ya no estés tan cerca de mí como creí que estabas alguna vez, y escribir que tus ojos estaban apagados y había dejado de brillar la pequeña luciérnaga que vivía en ellos. Me duele mucho el sentirte tan lejos y en cambio estas junto a mí, diciéndome algo que yo no escucho y respondiendo yo, algo que no sé si tú le prestas atención.
Por todo lo que dije o escribí que pudiera hacerte pensar que ya no te quiero como antes lo hacía, por no saber cómo decirte que quería que volvieras a ser la de antes (al menos quien yo conocía), por haber gastado ya de tanto escribirlas esas ocho
letras que siempre te cuento como susurros en mis cartas, por volver a recordar una y otra vez aquellos momentos en los que me sentía tan cerca de ti, pos no decirte hasta la saciedad: "oye, que aun queda la amistad, lo creo y confío en que tú también pienses como yo".
Por todo cuanto dije mal y por lo que no dije, por lo que esperabas que dijera y por lo que yo esperaba que dijeras tú... Perdona a esta personita enamorada de las letras y de los amigos que conviven con ella. Lo siento. |