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Nacer

“Ya estoy cansada de todo y de todos” piensa Magdalena caminando apresurada de regreso a su casa, sus ojos llenos de lágrimas se resistían a dejarlas correr.

“Por qué me pasan estas cosas, me usan, me engañan, me dejan… y sigo aquí, pensando en lo mismo, queriendo encontrar a alguien que de verdad me acepte… no quiero nada más”

Lamentando su suerte y aguantando el llanto se detiene, siente que su corazón está a punto de estallar por la agitación de la caminata, apoya su espalda a la pared mirando el cielo y su orgullo herido se rinde a las lágrimas y ocultando su rostro entre las manos llora… Ella cree que su llanto la va a ahogar, siente morir, desea morir, después de un momento de entregarse a la angustia se para, se limpia las lágrimas con la manga de su blusa, arregla su ropa, lanza un suspiro y empieza a caminar con soltura mirando al frente, intenta sonreír, se arregla el pelo, se cuelga la bolsa y camina.

El sol esta en la mitad del cielo, el medio día está brillante, Magdalena busca en su bolsa unos lentes oscuros y es el pretexto perfecto para esconder sus ojos y su tristeza. Ella es hermosa, tiene el cuerpo perfecto, su piel morena y su pelo negro y largo que dota de cierta belleza exótica, sus ojos grandes y oscuros, que ahora muestran tristezas, en otros momentos trasmiten vida, alegría, picardía y dulzura.

Llega a su pequeño cuarto de estudiante y decide no caer en la desesperación, nunca lo hizo y no hay motivo para hacerlo ahora. Lleva en su ser tantas caídas y decepciones que se siente fuerte para levantarse nuevamente y seguir adelante, pese al dolor y heridas que cada caída le pueda producir. Tira su bolsa sobre la cama, se para frente al espejo, se quita las gafas, se mira a los ojos, se pierde en sí misma… sus ojos infinitos le muestran las escenas de su vida cual si fuera una película: Se ve ella misma siendo apenas una adolescente, más pequeña, con el pelo recogido, una blusita rosa, un pantalón de mezclilla y un canguro rosa amarrado a la cintura, caminando muy contenta al encuentro de su primer amor, un adolescente algo mayor que ella , era un día un día después de que accediera a que el muchacho acariciara su cuerpo traspasando los límites que su pudor le imponía. Aquella soleada tarde su joven novio no llegó, se quedó esperando hasta entrada la noche y él no llegó. A los pocos días, había circulado por el colegio una foto de ella con él en una situación poco cómoda para ella, él y sus amigos le habían tendido una trampa; por una supuesta venganza dijeron que ella hacía “cosillas” por dinero. Magdalena, que se había enamorado y con mucho dolor veía al objeto de su amor hacerle burla y desprecio junto a los que consideraba sus amigos, su colegio era muy conservador y estas cosas eran muy mal vistas.

De esta manera empezó para Magdalena una vida llena de desilusiones o de decepciones que más tarde desencadenaría en una vida displicente en lo que ella pensaba era la búsqueda de su pareja, caía en trampas, siempre creía mentiras y también se iba acostumbrando a ese tipo de vida. Frente a sus ojos, en el espejo pasaban los rostros de todos los varones que habían pasado por su alma y por su cuerpo; algunos rostros la miraban con desprecio, otros con lascivia, pero la mayoría con lástima.

Su mirada es nublada por las lágrimas una vez más, como tantas otras. Llora inconsolablemente, siente perder fuerzas, cae y junto a su cuerpo, su alma y sus fuerzas.
“¡¿Cuánto más?, ya no puedo más, ya no puedo más!” Se lamentaba, y su llanto se convierte en algo más que eso. Se sumerge en las lágrimas, se siente ahogada, y continúa su lamento hasta desbaratarla completamente.

Pierde el sentido…

Despierta, le duele todo especialmente aquello que nos permite estar vivos. Su mirada se apaga cada vez más, clama la muerte en un suspiro, pero esta no llega.

Pasa el tiempo, ella confía cada vez menos en la gente, es más fría con todos, le robaron la alegría de los ojos y de la vida. No desea amigos, ni a nadie cerca. Este será un cambio definitivo. Será como un nuevo nacimiento.

La vida golpea a veces para dar algunas lecciones, pero ¿dejar la alegría? Ella no piensa sonreír nunca más.

Pasa el tiempo y se siente diferente, ¿será su nuevo estilo de vida opaco? Parece que su cuerpo no es el mismo, se siente diferente.

Tras ir de visita al médico, su rostro se ilumina nuevamente, sonríe sin cesar desea dar saltos de alegría ¿qué pasó? Algo nuevo crece dentro suyo, ahora sí cambiará su vida pero dejando la amargura, pues ahora tiene un motivo para vivir.

Texto agregado el 08-03-2011, y leído por 134 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-03-2011 Es cierto que uno debe buscar muy dentro de si los motivos para vivir y sobrevivir, pero en eso la maternidad es hacer trampa. Siendo ficción, es una historia que es posible hallarla en la vida real. NeweN
 
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