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De la Muerte

Perikles: Plinio, si tuvieras que elegir entre la vida y la muerte. ¿Qué elegirías?

Plinio: La vida, sin dudas.

Perikles: Siendo que elegiste la vida y desechaste la muerte. Significa que tienes argumentos a favor de la elección y también argumentos en contra de la no elección. Podrías decirme cuales son los argumentos de tu elección.

Plinio: Y… porque… la vida… es… Verdaderamente, Maestro, me cuesta encontrar una respuesta que no sea simple, porque recuerdo que muchas veces tu me has dicho que las respuestas simples y vulgares las encuentras en cualquier esquina. Por más que me esfuerzo, no encuentro una respuesta profunda y racional, que explique mi elección hacia la vida. Podría responderte como lo haría una persona vulgar… “porque la vida es linda, o… porque me gusta vivir, o… porque vivir es maravilloso, o… porque disfruto de la vida, o… porque soy feliz viviendo”. Pero me doy cuenta que todas ellas son respuestas simples, y que a ti maestro no te van a satisfacer.

Perikles: Es verdad. Pero también estoy seguro que si buscas con pasión, es probable que encuentres alguna respuesta que nos satisfaga a ambos.

Plinio: Eso trato, Maestro.

Perikles: Tú sabes que tengo otras obligaciones. Entonces podríamos volver a encontrarnos al atardecer y tal vez tengas algo para contestarme.

Plinio: Eso haré maestro.

Perikles: Plinio, la temperatura agradable y la pasividad del viento han hecho de esta jornada un tiempo propicio para el deleite de pensar, por eso creo que alguna respuesta tienes para darme.

Plinio: Es verdad. Luego de muchas cosas que pasaron por mi mente, he llegado a la conclusión de que elegí la vida, porque puedo pensar. Al pensar pienso que la vida es maravillosa o no. Al pensar pienso cómo vivir mejor o peor. Al pensar pienso donde se vive de acuerdo a mi pensamiento o no. Al pensar pienso cuándo se vive bien o mal. Al pensar pienso que viven otros animales, además de nosotros. Al pensar pienso que algo vive y que algo ya no vive.

Perikles: Dices bien. Plinio. Y tu respuesta me recuerda a Descartes, cuando dijo “Pienso, luego existo”. Dime ahora. Si pensar te permite saber que vives. ¿El no pensar es equivalente a estar muerto?

Plinio: Eso pienso.

Perikles: A excepción de los Seres Humanos. De todos los seres vivos, sean estos animales o vegetales. Dime Plinio. Realmente ¿Quiénes están vivos?

Plinio: Maestro, veo que contigo las cosas no resultan fáciles. Ambos tienen vida, sean éstos animales o vegetales, pero no tienen conciencia de su existencia. Solamente los seres humanos tienen conciencia de que están vivos, en tanto y en cuanto tengan la capacidad necesaria para razonar sobre su propia existencia. Ese estado conciente y racional permite conocer con exactitud cuando una cosa tiene vida y cuando ya no la tiene. Es la conciencia de la vida lo que permite saber de la muerte, y es la conciencia de la muerte, lo que permite saber de la vida.

Perikles: Si el estar vivo es una cuestión de conciencia o razonamiento y el pensar te hace conciente de tu propia existencia. Por el contrario, las cosas en general no tienen conciencia de existencia alguna. Dime Plinio, Las plantas, los animales y los minerales ¿son lo mismo?

Plinio: Para responderte, voy a aplicar los silogismos que tango gustan a nuestro amigo Aristóteles. Primer silogismo: Si los que no piensan son una cosa y los minerales no piensan. Conclusión, Los minerales son una cosa. Segundo silogismo: Si los que no piensan son una cosa y los vegetales no piensan. Conclusión: Los vegetales son una cosa. Tercer silogismo: Si los que no piensan son una cosa y los animales no piensan. Conclusión: Los animales son una cosa.

Perikles: Siendo que tanto los animales como los vegetales son una cosa. Que ambos tienen vida, pero ambos no tienen conciencia de que están vivos. Que el no tener conciencia de la vida no les hace tener conciencia de la muerte. Que el estar vivos o estar muertos, es intrascendente para ellos. Dime Plinio: ¿Existe equivalencia entre la vida de una planta y la vida de un animal?

Plinio: Eso pienso Maestro.

Perikles: Siendo real esta equivalencia, no encuentro equivalencia en la legislación. Aún no me he enterado que en el globo se castigue con la misma pena al que mata a un árbol como al que mata un animal. Será que los árboles no mueven la cola o levantan la patita para saludarnos. O será que retribuyen menos a la naturaleza que los animales. No será suficiente con que cientos de metros cúbicos de dióxido de carbono sean transformados diariamente en oxigeno. Oxigeno que consumen diariamente los animales (incluidos los seres humanos). No será suficiente con que sirvan de protección para cientos de pájaros que diariamente se posan en sus ramas para descansar entre vuelo y vuelo. O que sirvan para que esos mismos u otros pájaros hagan sus nidos en sus frondosas copas. O para que se protejan todos los animales de los rigores del sol, de la lluvia, del granizo, del viento y del frío. No será suficiente con que fijen el suelo, regulen la humedad o que a su amparo se protejan los cultivos anuales.

Plinio: Así es. Creería que los servicios que prestan los árboles en beneficio del planeta y sus habitantes, son muy superiores a los servicios que prestan los animales, y ni mencionar la diferencia que existe con los servicios que prestan los seres humanos.

Perikles: Siendo, por ahora, que la vida de los animales –aparentemente- es más valiosa que la vida de los vegetales. Dime Plinio: ¿La vida de los animales es igual entre si?

Plinio: Si Maestro. Los animales son todos iguales. Cada país del globo posee organizaciones que se encargan de proteger a los animales. Existiendo en alguno de ellos penas severas para quienes maltraten o maten a los animales.

Perikles: En otro momento me gustaría que me contaras si las hormigas, cucarachas o ratones son protegidos por alguna sociedad protectora de animales, Pero ese será tema para otro momento. Ahora quiero tratar de retornar al tema original, porque existen todavía algunos aspectos que podemos conversar.

Plinio: Te escucho Maestro.

Perikles: Si el pensar nos hace tener conciencia de que estamos vivos, y el no pensar no. Dime Plinio. ¿Los bebes y niños pequeños tienen conciencia de que están vivos?

Plinio: Pienso que no.

Perikles: Siguiendo el mismo planteo, te pregunto. ¿Los enajenados tienen conciencia de que están vivos?

Plinio: Pienso que no.

Perikles: ¿Y los que sufren el mal de Alzheimer?

Plinio: Pienso que no.

Perikles: Concluyo que análogamente, los que han sufrido alguna patología neurológica grave o por cualquier otra razón o accidente han perdido la capacidad de razonar de forma permanente, no tienen conciencia de que están vivos. Consecuentemente y sin salirnos de la línea de pensamiento que hasta aquí hemos tejido. Podemos aplicar un nuevo silogismo que diría lo siguiente: Si los que no piensan son una cosa, y los bebes, niños pequeños, aquejados por el mal de alzheimer, etc… no piensan. Conclusión: Los bebes, niños pequeños, aquejados…etc, etc. Son una cosa.

Plinio: Es verdad.

Perikles: Siendo que los bebes, niños y etc, etc, y también los animales y los vegetales son una cosa, porque ninguno de ellos tiene conciencia de su propia vida. Los que tenemos conciencia de la vida somos los seres humanos que pensamos y luego nos damos cuenta que existimos, (parafraseando a nuestro amigo Rene Descartes). Luego somos nosotros quienes nos afligimos por la muerte de alguno de ellos, puesto que ninguno de ellos tenia conciencia de que vivía, mucho menos de que ha muerto, -puesto que ni siquiera nosotros tendremos conciencia de que hemos muerto-. Siendo la desgracia de la muerte de alguno de ellos, una tragedia para los que siguen vivos pero no para los que han muerto, puesto que ninguno de ellos tenía conciencia de que vivía. Luego el castigo que se aplica a alguien que le ha quitado la vida a una cosa, es para consuelo de los que quedan vivos, no para el que ha muerto, puesto que de muerto no tiene conciencia de lo que hacen los vivos, y mientras vivo no tenía conciencia de que vivía. ¿Piensas así, amigo Plinio?

Plinio: Eso pienso Maestro.

Perikles: Entonces amigo Plinio, encuentro poco y ningún sentido cuando las personas piden justicia, argumentando el sufrimiento de los que han muerto, siendo que es el sufrimiento de cada uno de ellos, lo que los moviliza a pedir justicia. Acaso no es mas saludable para los que quedan vivos, resignarse prontamente a la desaparición y ausencia de ese ser querido, que el andar durante meses y meses, reavivando sentimientos que solo el tiempo puede cicatrizar. O será que existen pretensiones distintas a las que argumentan superficialmente.

Plinio: Algo de eso me parece percibir en algunos pedidos de justicia.

Perikles: Tenía intenciones de continuar argumentando, pero hubiese hecho lo que siempre he criticado en aquellos filósofos que extensamente han tratado un tema y han escrito tanto y tanto, que al final resulta algo tedioso e insoportable de seguir leyendo porque es cansador y molesto. Prefiero hacerte una nueva pregunta, amigo Plinio, porque eres tú mi fuente de inspiración y quien, muchas veces tiene un mejor punto de vista sobre algunas cuestiones.

Plinio: Te escucho, Maestro.

Perikles: Dijiste que preferías vivir a morir. Y que preferías vivir porque podías pensar. Amigo mió, te pregunto. Si tuvieras que elegir entre morir o vivir dentro de una planta o un árbol, o en cualquier otro lugar que estuvieras privado de moverte. Solamente podrías pensar y eso te haría saber que estas vivo. Dime ¿Qué eliges?

Plinio: Maestro. Sin dudas que elijo morir.

Perikles: Amigo mío. Dime ¿que te haría falta para elegir vivir?

Plinio: Sin dudas. Libertad.

Perikles: ¿Esa libertad que pides, podría tener algún tipo de control?

Plinio: No entiendo tu pregunta, Maestro.

Perikles: Correcto. El control se refería a alguna divinidad que te pudiera estar observando y que en el futuro te juzgara por tus actos.

Plinio: Entiendo. Sin dudas contesto que no quisiera ninguna divinidad que me estuviera observando.

Perikles: Querido Plinio. Si así fuera, no tendrías impedimento para hacer cualquier cosa, fuera esta muy mala o muy buena.

Plinio: Es verdad maestro, pero no toda la verdad. La virtud no es algo que se vende para que un ser divino la compre y te pague con el paraíso o algún otro lugar celestial. La virtud es algo que se ejecuta durante el devenir de la vida. Quien es virtuoso porque quiere ganarse un lugar junto a los dioses, está ejerciendo de mercenario del virtuosismo. La virtuosidad es de carácter deóntico ético moral. Si soy virtuoso por miedo a los dioses, simplemente soy un cobarde que le tengo miedo a la muerte. El ser humano debe ejecutar todas las virtudes sin temor a nadie. Si los dioses existen juzgaran bien y si los dioses no existen, nadie juzgará a buenos ni a malos.

Perikles: Amigo Plinio. Dime cual es la diferencia en que exista o no exista un ser divino que juzgue tus actos. Sean estos virtuosos o no.

Plinio: La diferencia está en nosotros mismos. Está dentro de nosotros. Está en nuestra conciencia. La existencia de los dioses está en duda, pues algunos dicen que los dioses existen, pero no los han visto. Lo que no está en dudas es la no existencia de los dioses, puesto que nadie los ha visto. Por cierto, algo que nadie ha visto, se sabe con seguridad que no existe. Siendo que los dioses no existen porque nadie los ha visto. Solo que algunos dicen que existen pero no lo han visto (aunque estos sean mayoría). Podemos concluir con seguridad que los dioses no existen.

Perikles: Continúa.

Plinio: Si los dioses no existen y todos estamos convencidos de eso, nuestras conductas serán virtuosas, no por miedo a los dioses, sino que serán virtuosas por miedo a los hombres. Seremos nosotros mismos quienes eliminaríamos a todos aquellos individuos que no ajustan sus conductas al modo de vivir virtuoso. Que tampoco sería una elección de la mayoría de los habitantes de ese lugar, sino por el contrario, es la elección de autoeliminación de aquel que fue en contra de las normas de sana convivencia entre los habitantes de un determinado lugar. Con seguridad, nadie sentirá culpabilidad, responsabilidad o cargo de conciencia por la eliminación de ese sujeto, puesto que no fue nuestra la elección sino que fue la suya propia.

Perikles: Dime amigo. Como controlarías los excesos o los despotismos.

Plinio: Eso que en principio parece que operaría en contra, en realidad opera a favor del sistema. Actualmente sabemos que los hombres somos imperfectos y que la imperfección de los hombres puede ser remediada por los dioses, en un futuro juicio final. Pero como en nuestro sistema no existiría ese juicio final puesto que los dioses no existen. Entonces, admitiendo la imperfección (existan o no existan los dioses) y que la posibilidad de equivocación esta latente en un sistema o en el otro. Siendo la imperfección algo que no se puede corregir, porque hombres perfectos no van a existir desde aquí hasta que se termine el universo. Entonces nos queda la resignación de tener que vivir en un sistema donde la perfección no existe ni existirá. Solo nos queda el conocimiento de que todo en la naturaleza tiende al equilibrio. Así como un sujeto puede ir contra las normas y produce un desequilibrio que el resto de los humanos corrige para que se vuelva al equilibrio. En la medida que aparezca un déspota o cualquier otro personaje que produzca algún desequilibrio, el resto de los humanos por mayoría, volverá al equilibrio del sistema. La diferencia a favor será en que en un sistema se esperará a que los dioses hagan los castigos que sean menester, en cambio en el otro, nadie esperará nada divino y se pondrán manos a la obra de forma inmediata.

Perikles: Entiendo. Tu forma de razonar, amigo Plinio, la encuentro parecida a la de Heidegger y Sartre, quienes hablaban del existencialismo ateo.

Plinio: Ya lo creo Maestro. Solo puedo decirte que nunca tuve la ilusión de ser creador de ninguna línea de pensamiento filosófica nueva. Todo lo que diga o piense, con seguridad alguien en algún momento anterior la habrá pensado o dicho. Solo puedo parafrasear a nuestro amigo Heráclito que gusta nadar en el río, cuando dice que “nadie se baña dos veces en el mismo río”.

Perikles: Así es amigo mío. Siendo que al principio te pregunté por la vida y la muerte. Y siendo que elegiste la vida y diste sus razones. Ahora te pregunto ¿Qué sabes de la muerte?

Plinio: De la muerte, Maestro, debo confesarte que no se absolutamente nada. Solo puedo decirte lo que decía ese sabio, que alguna vez dijo “solo sé que no se nada”. Sabes que me refiero a tu buen amigo Sócrates. Pero lo que el dice sobre la muerte, tu ya lo sabes, por tanto no tiene sentido volver a repetirlo.

Perikles: Era evidente que tu respuesta fue como fue, dado que no eres afecto a contestar sobre cosas que no conoces, y según tengo entendido tu aún no has muerto. Solo quisiera saber si tienes algún deseo para el día de tus funerales. Sabes que si te sobrevivo, haré lo posible para complacer tu deseo.

Plinio: Gracias Maestro. Era algo que había pensado y tenia ganas de platicarla contigo, pero, como siempre, tu intuición se ha adelantado y has sido tú quien me ha invitado a hablar sobre ese tema.

Perikles: Adelante.

Plinio: Sabes maestro, que soy naturista, y trato de ajustar todas mis cosas lo mas cercano que sea posible a la naturaleza. Viendo que en la naturaleza o en estado natural, los animales al morir no tienen un servicio fúnebre, ni siquiera hacen un pozo para enterrarlos, sino que, al morir, quedan expuestos a que las aves carroñeras en principio y luego las alimañas y otros insectos se encarguen de devorar la carne del cadáver. Quiero pedirte, querido Maestro, que hagas lo posible para exponer mi cadáver en algún lugar descampado y solitario, para que las aves carroñeras y todo aquel animal que quiera alimentarse, pueda hacerlo sin ningún impedimento. Luego, con mis huesos, puedes hacer un montón y con un poco de leña, quemarlos para que todo se integre y vuelva a la naturaleza, por ser ese el lugar desde donde salí y al que prontamente quisiera volver.

Perikles: Trataré de hacerlo



General Roca: 08 nov 2006

Texto agregado el 07-03-2011, y leído por 127 visitantes. (2 votos)


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