Dicen que Patricio comenzó a sentir gusto por los escondrijos, que ya no frecuenta los lugares de mesas opulentas y que sus costillas empezaron a asomar. Dicen que pasa mucho tiempo en silencio, que ya no mira con sus ojos serenos y que junta cosas que encuentra en la calle. Ha llenado su cuarto de objetos raros de los que espera un mensaje sobrenatural.

Todas las noches de Patricio son noches de párpados endurecidos, de sábanas con luz prendida. Ha disparado todas sus flechas para acabar con el mundo que le zumbaba en los oídos. Ha decidido escuchar sus huecos.