De Los Angeles.
Perikles: Tengo una cuestión que me esta dando vueltas en la cabeza y necesito de tus conocimientos teológicos, para tratar de resolverla.
Plinio: Dime.
Perikles: Es sobre Angeles.
Plinio: Es uno de mis temas favoritos.
Perikles: Ya lo sabía, por eso es que te quiero consultar para disipar las dudas.
Plinio: Soy todo oídos.
Perikles: Siendo Los Angeles unos seres celestiales. ¿Quiénes son esos Seres Celestiales?
Plinio: Es casi unánime para las doctrinas teológicas, que los Angeles son todos aquellos niños y niñas que murieron a muy corta edad.
Perikles: ¿Solo niños y niñas?
Plinio: Si. Es una suerte de premio que los dioses dan a todos los pequeños que perdieron la vida sin la mancha del pecado.
Perikles: Tanto si han muerto como si han sido muertos.
Plinio: ambos.
Perikles: Los Angelitos van al infierno.
Plinio: Por suerte que no. Solo van al cielo.
Perikles: Bien amigo mío. Ya algo tengo en claro sobre quienes son los Angeles y adonde van. Pero el aclararme este concepto, me surge otro muy ligado a aquel.
Plinio: ¿Cuál es?
Perikles: Se dice que las personas al morir, o van al cielo o van al infierno.
Plinio: Ciertamente.
Perikles: ¿Las personas buenas van al cielo o al infierno?
Plinio: Al cielo.
Perikles: Tanto las personas buenas como los angelitos van al cielo.
Plinio: Es verdad.
Perikles: Una persona que ha obrado mal va al infierno y una persona que ha obrado bien va al cielo.
Plinio: Es verdad.
Perikles: Entonces… una persona mala y que sabe con seguridad va al infierno, podría seguir obrando mal sin límites, por cuanto no existe nada peor al infierno. Tampoco tiene voluntad de hacer el bien, porque solo ha sabido hacer el mal. Por eso es malo. Pero haciendo mucho mal. ¿Podría ir al cielo?
Plinio: ¿Dime como?
Perikles: Una persona que por obrar mal sabe –lógicamente- que merece el infierno. Y por obrar mas mal no sufre pena mayor, porque no existe peor lugar que el infierno. Podría y debería seguir obrando mal, por cuanto es algo que le gusta y lo ha hecho durante toda su vida.
Plinio: Podría.
Perikles: Si su mal obrar a consistido en robar el dinero a los ricos, o la comida a los pobres, o los animales a la gente de campo, o asaltar a los ancianos golpeándolos hasta que le fractura algún hueso, o…
Plinio: sigue…
Perikles: o incendiando las viviendas de la gente de trabajo, o violando a las mujeres, o cualquier otro acto de maldad, que lo hacen merecedor del infierno. Pero, hete aquí que, no siendo suficiente con aquellas cosas que ha hecho, decide hacer cosas peores, pero al hacerlas, a su vez, esta haciendo el bien.
Plinio: ¿Dime como?
Perikles: Imaginemos que decide comenzar a asesinar gente. Y elige para asesinar a todas aquellas personas que son reconocidas socialmente como buenas. Al asesinarlas, él sigue ganándose el infierno, pero el asesinado se va al cielo. Así lo hace con diez personas buenas y luego sigue con cien, hasta que lo descubren y la justicia terrena decide matarlo por malo. Esas cien personas que el asesinó, están en el cielo, en parte gracias a él. Bien pueden, en reunión celestial, tener una actitud de reconocimiento hacia él y presentarse ante los dioses, solicitando que lo saquen del infierno y lo lleven a morar con ellos.
Plinio: ¿…?
Perikles: Además, el asesino, al asesinar a aquellas personas que siendo buenas, podrían –hipotética y potencialmente- llegar a cometer algún acto malo, pero el asesinato impidió que eso suceda.
Plinio: ¿…?
Perikles: Ahora, amigo mío, podrías decirme donde se mora mejor… ¿acá en la tierra o en el cielo?
Plinio: Sin dudas… en el cielo.
Perikles: Entonces… amigo mío… que mal ha hecho el asesino, si los a mandado a un lugar donde se mora mejor. Acaso tú, blasfemas de aquella persona, que a la hora del almuerzo te invita a su casa a comer un plato exquisito y abundante; siendo que si te quedas en tu propia casa solo tenías para comer un trozo de pan viejo.
Plinio: por cierto que no.
Perikles: Querido Plinio. ¿Tienes algún amigo a quien quieres mucho?
Plinio: Si. Tengo uno.
Perikles: ¿Deseas lo mejor para él?
Plinio: Ciertamente.
Perikles: Entre tu adorado hijo, a quien se que amas mucho, y tu mejor amigo. Dime: ¿A quien prefieres más?
Plinio: Sin dudas que a mi hijo.
Perikles: Si amas mucho a tu hijo, sin dudas que deseas lo mejor para él.
Plinio: Por cierto que si.
Perikles: Lo mejor y lo que toda persona desea es el cielo. A menos que exista algo mejor y yo no lo sé: pero entre el cielo y el infierno: ¿Adonde prefieres que vaya?
Plinio: Sin dudas que al cielo.
Perikles: ¿Podrías recordarme la edad de tu bebé?
Plinio: El mes que viene cumple un año de vida.
Perikles: De acuerdo a lo que me dijiste referido a los angelitos. Por Zeus que no lo deseo, pero me es menester recordarlo. Si tu hijo tuviera el infortunio de morir, sin dudas que iría al cielo como un nuevo angelito. ¿Es verdad esto?
Plinio: Ciertamente.
Perikles: Entre tú y tu hijo. ¿Quién prefieres que vaya al cielo?
Plinio: Sin dudas que mi hijo.
Perikles: Por ver a tu hijo en el cielo. ¿Estarías dispuesto a hacer cualquier cosa?
Plinio: Ciertamente.
Perikles: Amigo mío. Vaya paradoja. Es que algunas veces no logro entender a los dioses. Siempre que analizo las cuestiones de los dioses, encuentro que son contradictorias y absolutamente irracionales. De todos modos, de algo estoy totalmente seguro.
Plinio: De qué Maestro.
Perikles: De que mi padre no me amaba. Porque si me hubiese amado no me hubiera dejado crecer, sabiendo que me exponía a todas estas penurias y sufrimientos. Y al final de todo, no sé si iré al cielo. Pero él si tuvo la oportunidad de convertirme en un angelito.
General Roca: 07 nov 2006
|