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Te hacías llamar India. Nunca supe tu origen, ni de donde venía el canto de tus colores, el rojo sincero de tu encendido apellido. Pero sé de tus gustos, de tu brillo, de tus sueños, de tus pasos descalzos por el campo, de tu obsesión por los atardeceres. ¡La tarde y el mar se parecen tanto! Y esa manía tuya de oler las flores silvestres, de contemplar las manos rudas de los labradores.

Durante el tiempo que estuve contigo nunca te vi la cara. Para percibir de tu semblante la luminosidad sobre mis sombras de arena no me hizo falta. La sencillez de tus haikus fecundaba la tierra gredosa del labriego que llevo a rastras, del hortelano sin tierra, sin agua, inmortalidad degollada, mi enlutada esperanza.

Y en las faldas de tu sencillez los gorriones hacían mis nidos, y los patos se quedaban dormidos. En tus manos amigas una paloma herida curó sus miedos, halló cobijo.

Recuerdo aquel día en que yo me quejaba del tiritar de mis huesos, de la piara de mis fantasmas bajo el hielo. Me dijiste: ¡Ojalá aprendiéramos del rosal a no pasar fríos, a soportar escarchas!

Y aquel otro en que vi a la luna llena entrar en tu alcoba, y sentí celos. Sentía celos del árbol, del mar, de los naranjales, del viejo vagabundo, de los niños, del domingo, de los grillos, del sauce y del arroyo, las montañas, las golondrinas, las estrellas, hasta de las piedras sentía envidia. Quien contigo se cruzaba se sentía atrapado en el alero de tus ojos de miel nativos, como la abeja en la flor del ibiscus. Y tu amor por la luna no tenía hartura. ¿Te acuerdas cuando aquella noche viste a la luna atrapada entre los espinos, y te lanzaste como una loca a desatarle los atijos de su manto enredado?

India de los valles, de los montes, de los ríos, hace tiempo que no me llegan de tus haikus el sustento, el aliento y su brisa, la calma a la duda de mis tormentos sin cura. Y siento como enajulada tu alma, estrangulado mi cuerpo. No sé donde paras, crisálida.

Si te llegara mi llanto de hoy por tu ausencia, dime ¿adónde están aquellos tus brazos de azahares que me acunaron con tu sostén, abono y vida? Dime, India del Valle, mariposa, ¿en qué flor te posaste, dónde las alas de tus sueños se recrean ahora?

"Oh luna mía!
no dejes de alumbrarme
las noches tristes."

Texto agregado el 04-03-2011, y leído por 443 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
24-05-2021 lindo oficio el de la luna; de alumbrar almas desamparadas... Arcano20
02-02-2013 Hay muchas India y muchos Indio pero el amor existe. elpinero
13-08-2011 Oh, recuerdo haber leído algo de India. Lamento lo que intuyo. Muy hermoso y sentido tu homenaje. Selkis
27-04-2011 Bellìssimo es un cantar a la vida ala soledad y al amor. pampita
25-04-2011 Lo bello y lo sublime no desaparece con la vida física. Bella y sublime, esas son las palabras que definen a India. Ella nos abraza cada vez que la convocamos desde el sentimiento, como tú lo has hecho en esta prosa que está traspasada transversalmente por la poesía, como un rayo. Un abrazo. neus_de_juan
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