Quizás las experiencias de la vida son muchas, yo en pocas palabras, puedo contar historias que reflejan el resplandor inesperado del amor que se esconden en los ojos de algunas personas.
Esta historia comienza en un pueblo diminuto, sombrío y tranquilo ubicado entre montañas y valles, allí donde todo lo hay pero nadie lo encuentra. Dos personas buscan su destino, se van alineando a las filas de un nuevo comienzo, tal como lo hacen a menudo miles de personas en el mundo. No se conocen, y ya se temen el uno al otro tan solo con mirarse fijamente.
Es un temor que no contiene mal, sino que envuelve la esperanza de un nuevo amor.
El hombre, lúcido, callado, mueve sus piernas al son de la música de jazz. Ella, radiante y sumisa, se inmoviliza con su ritmo y observa detalladamente todo sus pasos mientras sonríe. El aura es misteriosa, en el salón hay personas conversando, ignorando ese momento único para ellos. El hombre disimula sus pensamientos tratando de no reflejarlos y reprimiendo un océano de impulsos, sabe que la desea, imagina que quiere tocar su piel, tan solo con oler el aroma de su fragancia. Ningún invitado puede captar ese amor en el aire, el pueblo es ciego ante el amor a primera vista, nadie es tan perceptivo para ver lo que ocurre, por lo que un momento mágico se desatara en segundos. Ella mira el viejo reloj colgado en la pared, los segundos no se le pasan y solo sigue observando a aquel hombre que mueve su cuerpo tan solo para ella. El estar de él coincide con ton de la música y ella tan solo con mirarlo sabe lo que quiere. Quizás sea una sola noche la que los una, pero será el momento que estaban deseando. La mujer decide tomar la iniciativa, en el mismo momento que el deja de bailar y toma su copa para reunirse con aquellos hombres que le prometen a la diosa fortuna dar su vida por vivir un poco mejor. Ella camina lento, mueve su vestido, en busca de su acercamiento. De reojos, el observa toda la situación y se prepara disimuladamente para la seducción. El comienzo de un nuevo amor está en su rumbo…
Al estar frente a frente, ambos se miran a los ojos y los mueven de un lado a otro, como el péndulo de ese viejo reloj que en perspectiva detiene el acercamiento de sus rostros. Esa fragancia que él deseaba, recorre todo su cuerpo generándole escalofríos. Esos ojos que ella ansiaban reflejan sus propios ojos y demuestran el deseo que ambos esconden. Sin decir nada, se toman de la mano y al unísono de sus pasos se retiran de la habitación. Nadie se dio cuenta de la situación, todos los invitados parecen invisibles dentro del salón.
Al cerrar la puerta, el hombre se acerca, toca los labios de la mujer y siente sus suspiros y el latir de su corazón. Ya sabe que la conquisto, no por una noche, sino por el resto de su vida. Al besarse la magia del mismo amor que buscaron ilumina sus rostros, sin embargo, el misterio de las dos personas esconde algo terrible. Dentro del cuarto, ambos se sientan en la cama y al preciso instante que el pone su mano sobre aquella piel tan soñada otro hombre ingresa a la habitación. El sorprendido, reclina su cabeza hacia un costado, cierra sus ojos y enciende un cigarro. El amor de esas personas se comienza a apagar lentamente mientras el cigarro de un hombre desilusionado y enojado se consume con el tiempo. En tan solo instantes, el hombre apaga su cigarro, mete su mano temblante en su saco y termina con un amor a primera vista que nadie paradójicamente vio. Al caer el cuerpo del hombre sobre la cama, la mujer abre su boca y mira a su marido mientras llora sobre el rostro de su enamorado. El lugar sigue en silencio. El marido deja el arma sobre las manos de su mujer, la besa en la frente y cierra la puerta de la habitación. Todo estaba dicho, había sido un amor autentico, pero imposible. Mientras el marido camina hacia el salón, se escucha el disparo que termino con una ilusión. El continua caminado, ensaya una siniestra sonrisa antes de regresar al salón, enciende un cigarro y toma una copa de brandy mientras habla de política con sus colegas, como si nada hubiera pasado…
El anfitrión había estado distante de la situación, pasando como desapercibido observó todo y, actuó. Ustedes notaron que ni una sola palabra se han dicho, el amor no necesito de palabras para consumarse, y el fin de ese amor fue más silencioso que el mismo comienzo.
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