Bueno, habrá que empezar...

"¿Crees que quiero?" le pregunto a mi yo joven. "Me da igual que quieras o no; lo único que te va a hacer salir de aquí es eso. O matarnos a nosotros... Y créeme no es fácil."
Veo un destello en el suelo... Me agacho y llego a recoger una espada ancha. "¿Qué crees que estás haciendo?" me dice el grandullón; él también lleva un arma... pero de fuego. "Será mejor que cojas la espada, pero que no hagas estupideces con ella, Miguel." Me dice mi yo infantil. "Sólo la recogía para sentirme más seguro. Nada más que eso." digo en voz alta. Ver aquel arma apuntándome borra toda valentía que pueda tener, si en verdad tengo alguna.

Avanzamos los tres en la oscuridad; de repente, todo forma un nuevo escenario, pero... ¿Qué hacen estas praderas aquí? Veo personas... Que no son humanos: Elfos, enanos, medianos... No sé que más. "Esto me pasa por comer demasiado antes de dormir," pienso anonadado, "las partidas de rol se han vuelto realidad."

Mientras estamos acampados cerca de unas rocas, se ven antorchas a lo lejos. Pero los seres que las portan eran horribles y mi imaginación nunca pudo haberlas creado mejor: Orcos. Un grupo de siete u ocho se abalanza contra mí... Cada uno tiene una palabra escrita como puede ser amigos, familia, amores... Hundo mi espada en la frente de aquel orco que llevaba la inscripción amigos. Todo se vuelve negro de repente y el orco sangriento que estaba delante mío ha desaparecido.

"¿Por qué has elegido amigos primero?" me pregunta el grandullón. "Supuestamente, mis amigos me comprenden... Intentaré ver si son los mismos que creo yo que deben ser." contesto a las dos versiones de mí.

Hay un corro de sombras con forma humanoide... "Otra vez el truco de las sombras ¿eh? ¿El subconsciente se ha quedado sin trucos? ¡He ganado al final! ¡He soportado tus estúpidos juegos sin volverme loco!"

"¿Tú crees?" Esta pregunta viene desde las sombras humanoides, y la voz me es familiar. "¿Por qué no me lo quieres contar?" dice otra voz, que también me es familiar, pero distinta... "Esto... Pues verás, ne..." contesto pero me interrumpe otra sombra: "¡CALLA! ¡No tienes derecho a hablar si no te lo damos nosotros!"
"Perdona, tío de la capucha; pero yo sigo mi propio dictado; mi voluntad la cumplo siempre que quiero; nadie me pone pegas cuando voy a hacer algo, excepto yo mismo." le grito con furia. "Debo tranquilizarme; aún llevo la espada en la mano y no sé que podría hacer con ella." digo para mis adentros.
"¿No crees que ha sido esa conducta la que te ha llevado hasta aquí?" pregunta una de las sombras.
"¿No crees que tus amigos necesitan más atención?" pregunta otra.
"¿No crees que ya es hora de dejar la máscara y mostrar la verdad de tu interior?" continúa otra.
"¿No crees que ya es hora de dejar esa actitud pesimista? sigue la siguiente.
"¡¿NO CRÉEIS QUE SÓIS UNOS IMPERTINENTES?! ¡ES MI PUÑETERA VIDA! ¡MIS PUÑETERAS AMISTADES! ¡NO TENÉIS NADA QUE OPINAR!" grito al grupo de sombras; pero el grito suena distinto, como si lo hubiera pronunciado alguien más... Y así fue: tanto mi "yo infantil" como mi "yo joven" lo han hecho también. Arremetemos contra el conjunto de sombras... Y les destruimos.

Nos volvemos a encontrar solos. Aparecemos de nuevo en el campo de batalla; el orco que llevaba escrito la palabra amigos está muerto con la cabeza destrozada...

"¿Ahora cuál?" dice de repente mi yo canijo.

"Familia ¿eh?" digo en voz alta.