‘‘No lo sé amigo’’, le digo mientras dejo el café sobre la mesilla, con la mirada baja. Levanto la cucharilla y mi reflejo enseña mi rostro, triste, más bien preocupado. Una barba de alguien que se ha dejado estar, y unos ojos que no concilian el sueño.
‘’ Realmente me hallo en apuros. Tanto tiempo junto a ella… tantos días soñados, aunque comunes. Mirándola al despertar… mirándola al dormir. Y ahora la distancia se ha hecho tan grande… que me desespera… ¡me quema!’’
Crujo los dientes y puedo sentir como mi corazón quiere explotar por dentro. Hay una sensación de vacío en mi estomago y mis manos tiemblan.
‘’Me vuelvo loco, hermano, loco. Mira, yo sé que no fue tanto tiempo, pero hubo algo… no sé, el hecho de estar cerca de ella me reconfortaba… verla, el simple hecho de verla, oírla… ¡saber que estaba ahí!, pero ahora… no sé como decirlo… como… expresarlo’’
Me muerdo el labio inferior, me tomo el cabello, me como la uña del pulgar izquierdo y mantengo fija la vista en la mesilla, con el café casi intacto en esta. ‘‘Dios santo, compadre, no te imaginas como la extraño… el puro hecho de saber que estaba tan cerca… eso podía darme paz.
Aunque no habláramos, aunque nos ignoráramos las veinticuatro horas del día, aunque estuviéramos peleados… o si nos reíamos era mejor, si conversábamos, o hacíamos algo juntos… no lo sé, salir, comer algo, o mirar a lo lejos, en silencio, la ciudad, soñar con algo… y yo aprovechando cada instante cerca de ella… y aunque no fuera así… aunque discutiéramos, o nos ignoráramos… si ella estaba cerca… si ella estaba cerca y yo podía darme cuenta de su respiración… si tenía la convicción de que a escasos metros, a una o dos paredes de la mía ella dormía… yo era feliz…’’
Bebo un sorbo del capuccino de vainilla y no levanto la mirada.
‘‘Pero ahora hemos vuelto a la realidad, ¿eh?, ahora ya no son metros, ni uno, dos, o tres muros los que nos separan. Ahora quizás son ciudades… y ya no la veo todos los días. Amigo, no te imaginas como me siento. Ya no oigo su voz… ¡y la extraño!
Me quebranta no poder tener una excusa para tomarle la mano… tocar su piel… no tener nada, ningún motivo para oírla siquiera.
Anhelo cada instante que me de la posibilidad de acercármele… aunque fuera unos minutos… aunque hay algo…’’
Aprieto los puños, junto los dientes… puedo ver a través del reflejo metálico de la cuchara como mi expresión facial cambia involuntariamente.
‘‘No sé si prefiero no verla más… o verla junto a el… porque cuando el estaba ahí yo huía. ¡Que horror hermano!, la angustia se apoderaba de mí. La cólera me consumía, cómo fiebre o peste, y me enfermaba los nervios.
Así que no lo sé, verla… no verla… y casa vez las cosas se ponen peor, amigo… y tu no lo comprenderás… o quizás te ocurre lo mismo que a mí… no lo sé, y no me importa…’’
Bebo el resto del café de un sorbo, y con brusquedad lo dejo sobre la mesilla.
‘‘Mira, de verdad la amo… la extraño con todas mis fuerzas, con toda ansiedad… necesito que respire el mismo aire que yo… o yo respirar su aire… pero no quiero compartirla, hermano, porque cuando el estaba yo me iba… y sonreía de forma burlesca para mí… y ambos sabíamos lo que ocurría… es una cosa extraordinaria compadre… no te lo podría explicar… no… aunque quizás lo sepas mejor que yo’’
Me levanto de la mesa, me doy media vuelta, y le doy la espalda, y lo miro de re-ojo.
‘‘Bueno, disculpa mis modales, pero me tengo que ir luego… no sé a donde… no sé a qué, ni con quién, ni cuando, ni cómo, pero me tengo que ir… puedes pagar la cuenta por mí... un café capuccino de vainilla no es mucho… yo lo haría por ti.’’
Me voy, sin mirar hacia atrás… hasta que descubra que hacer, y para qué… |