Ráfagas de luz
Escapan de entre las nubes,
De un sol que invita a bajas pasiones,
Y las pequeñas olas que se alejan
Dejan al aire piedras cantoras,
Las olas vuelven,
Y puedo oír, en lo profundo del mar,
Mil universos en choque.
¡Piedras, conviértanse en un lecho de amor!
Que aquí, entre mis brazos,
A una mujer cobijo,
Una mujer sedienta de amor,
A una mujer que deseo amar,
Hasta el límite de lo infinito,
Donde en mis sueños, en su pecho acogedor,
Mi cabeza reposa suavemente, feliz,
Y mis manos, escudriñan los rincones
Más ocultos de ese cuerpo amante.
Las piedras me han despojado de mis ropas y,
Ese cuerpo amante, desnudo, se abre ante mis ojos,
Para mi deleite;
Como quien disfruta del olor de un rosa,
Despierto satisfecho de un sueño maravilloso,
Casi real;
En el horizonte veo el atardecer hermoso y,
Pienso en lo hermoso que es soñar. |