Todo acaba en la desembocadura de mis ojos..

Por de pronto mi cráneo guarda montañas,
depresiones y espadañas secas para hilarme pensamientos.
Riberas larguiruchas a la par de la corteza cerebral
con recodos para que se pare la constancia a descansar,
llenas de árboles donde anidan mis pajaritos,
aquellos a los que mi madre tanto teme, cantando,
uno de cada dos arrítmicos tres por cuatro de mis pestañeares.
Y a cada medio segundo un sueño y a cada sesenta pulsaciones por minuto
un chopo dando sombra y a cada cien un lobo que le aúlla y a cada mil
un árbol del amor susurrando a una mimosa lo que le chiva una chumbera,
a partir de más allá empiezan las cuestas..

cordilleras que me llegan al tuétano,
y un acantilado a cada lado de mis deseos,
arropados por filas de riscos incisivos entre caminos caninos,
Básicamente un sistema montañoso central, del hipotálamo a la cadera
y en su centro guardada una meseta, con forma de manual para meter la pata,
cosa de animal es el instinto y por esta zona abundan perros, caballos y sentimientos,
todos ellos salvajes por supuesto.

Siguiendo arroyos y peñas entre costillas,
algún pueblo que otro lleno de casas encaladas, con patios llenos de macetas,
más al sur la barriga, línea divisoria entre lo anteriormente descrito y las marismas,
punto clave a la hora de las inundaciones estivales,
ya que si el agua es fría no suele pasar más al norte,
curioso detalle este que impide que se moje lo que precede a la costa.

Una vez llegados a las caderas, obsérvese que el peso de mi alma
se comparte entre dos piernas, semejantes entre ellas,
tramo más o menos largo compuesto hacia su mitad por rodillas de cornejo
y en su extremo unos tobillos llenos de juncos.
Y por fin terminamos el recorrido sorprendentemente
con lo que me mantienen en el suelo, cinco dedos por península
Y en cada uno de ellos esperando a volar un mirlo..
pensando, ahora, ahora, ahora..

todo empieza en la desembocadura de mis ojos.