9 09 09

No sé cual recuerdo es más feliz en mi mente, si el ver su barriga de luna menguante en su embarazo, o el feliz encuentro que tuvieron nuestros dedos índice aquella noche nueva de septiembre nueve. El bocado delicioso que era su boca fue lo más excitante de mi llegada a Ciudad Juárez y ahora creo el más amargo. esa noche su imagen era como un espacio áureo, una imagen etérea, un canto de sirena, una belleza como bálsamo de seda.

Nunca le dije mirándole a los ojos cuanto la amaba, aunque de algún modo lo hice pues ella me respondió con una cordialidad que duro poco menos de tres años, además de darme un hermosa joya que brilla con luz propia y que juntos y por separado sabemos hará de nuestra vida entera una interminable fiesta.
La noche con la luna inmensa detrás del escenario de lluvia que se aleja, es un excelente pretexto para recordar sus ojos, que sobresalen más allá de la espesura despreciable de cualquier nube que cubriera nuestras dudas y nuestros incipientes amores, la valentía de ambos por tratar de amarnos casi a la fuerza y de una manera predestinada, sucumbió día a día con lo infame que es la vida real. Hoy me he refugiado en mis sueños y en mis recuerdos con ella, tomados de la mano tratando de adivinar y renacer ese primer acoplamiento de nuestros dedos, tratando de recordar lo que nunca pude vivir a su lado; mil caminos nunca recorridos, mil ideas llenas de niebla, y de gárgolas aladas que se ciernen sobre nuestro fallido destino, el miedo se acrecenta con los pasos que nunca dimos, los falsos triunfos, las caras lánguidas o las carcajadas feroces, se acabaron antes de comenzar.
Después de un largo bostezo que da la luna, las luces de la ciudad revientan la iluminación artificial de mi corazón desvencijado, como una lata vacía lo pateo de vez en cuando, dando tumbos en mis mejores y más sinceros sentimientos, acudo de manera inmediata al escudo oscuro de la sorna, regocijando a pedazos de fantástica irrealidad mi realidad; aquellos días no tienen vuelta, mucho menos sentido. Los caminos de la mente son en verdad fantásticos anestésicos para el alma.
Y todo finaliza con el Canto de la Sirena.(Trade Mark) El canto de la sirena envuelve todo, absolutamente todo, el canto de los pájaros, el canto del amor, la melodía que son los sueños, el canto sin fin; el canto que encanta, el que embauca, el que convence, el canto que ensordece y el canto que cierra gargantas, el canto que crea un vacio, ese que marca distancias y desamores, el canto donde se pierde más que el aroma del café; el canto que justifica y embellece la diversidad, el canto que enfría corazones y los vuelve a calentar, el canto que enmudece al no decir nada, el canto de mi corazón mudo, llenando la pauta de notas sordas pero emblemáticas, que marcaran por siempre los días nueve, de los meses nueve, que nunca volverán a hacer de nuestras vidas algo mágico o algo evolutivo, su fuerza inmaculada me sigue como una luz votiva y remarca mi destino sin manzanas y sin granos de café, sin condiciones y sin esperanzas de alcanzar una vida como los cuentos de hadas, pero con la conciencia tranquila de que entregue mi alma a una ninfa de carne y hueso que mantiene en sus ojos una vela encendida de emociones vitales que la hacen la mujer más feliz en este mundo. GRACIAS LIZ



CESAR MORALES