CESAR EMILIO

Estoy en espera de ser descubierto, y me doy cuenta de lo importante de mi búsqueda, el camina con pasos cortos, firmes, su sonrisa busca encontrarse con la mía; de repente nuestras miradas se descubren en una complicidad llena de felicidad, llenando un huequito en nuestro pequeño placer, y haciendo de este cuento una fabula, por lo menos para mí; él me descubre y me llena de abrazos llenos de verdad y de amor cultivado desde el vientre de su madre.
Él lo sabe y lo acrecenta en cada suspiro, sus pequeñas perlitas brillan con lo radiante de la luna; a la cual admira por ser el foco de la noche (así dice él). Con los ojos brillantes me mira de vez en cuando, descubriendo la vida lúdica de su pequeño mundo de juguete, yo le sigo el juego descubriendo, su sinceridad irreverente, sus movimientos suaves, casi seguros, que refuerzan mi gran amor con un brinquito hacia su libertad, hacia su crecimiento personal, y a su estabilidad emocional. Así seguimos en el cielo, desatando sus inocentes sueños con los algodones y borregos que el mueve a su antojo. Sus maromas de luchador me sobresaltan y me invitan al placer de una pelea inventada por sus sueños de lucha libre, haciendo de esto su experiencia más compleja, en donde el golpe seco se refleja con el chasquido de su boca, simulando un golpe seco y con reverberancia inocente; su carita se crispa para después romperse en el punto exacto en que las cosquillas inundan sus costados .De nuevo el brillo de sus alma me envuelve en la vorágine de la vida, coronando y colmando de felicidad mi ser; la magia lo envuelve y lo pequeño de su cuerpo lo catapulta a los juegos pirotécnicos que son sus ojos. Sus gestos simbólicos y grandiosos generan un aura de poder, que ejerce gran atracción hacia otros, sus movimientos están llenos de elementos visuales y de fascinantes y radiantes simbolismos que enfatizan su presencia. El es mi mundo, que quizá también es de juguete, en donde sus manitas acarician lo más rasposo de mi alma y la conmueven de una forma total, el descubrir esa clase de amor me sobresalta, me envuelve en su corazoncito de muñeco de cuerda, y me mueve con sus pequeños zapatitos llenos de vida. Ahora conozco la verdad universal, la verdad que ya está completa, la verdad que me sorprende. Mi frijolito, está creciendo más y más en lo cándido de sus juegos, en lo real de sus sueños, en la realidad de sus utopías, en sus cortos ayeres y en su inmenso futuro. Mi vida se llama CESAR EMILIO.