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Una hora después
Uno de los lugares más atrayentes, para escribir sobre misterios y fantasías allí sucedidos, es indudablemente el cementerio o “Campo Santo”.
Se comenta que los muertos a partir de la media noche se despiertan, toman apariencia humana, se levantan de sus tumbas, y por una hora festejan su corta y recuperada vida.
Pero pobre de la persona que por descuido o curiosidad se atrasa y permanece en este horario en el lugar…

En una apartada casona, oculta a la vista de los transeúntes, habita un famoso y rico artista. Después de la muerte de su mujer nada le interesa ni importa. Vive recluido como un ermitaño. La casa permanece en silencio, a oscuras, las ventanas nunca se abren, y la luz exterior jamás penetra. Adentro mil velas iluminan las habitaciones que están adornadas con flores, y mil retratos de una mujer joven y bella se hallan por doquier. El ermitaño recorre las habitaciones una por una, murmura algo frente a cada uno, y sique en su deambular. En su triste padecer, derrama mares de lágrimas sobre cada retrato, y en su mente escucha la dulce voz de su mujer muerta llamándolo:
“¡Ven querido, ven mi amor, ven a visitarme. Hace rato que te aguardo inútilmente, y tú no llegas, no vienes!”
Entonces se nubla su vista y su cara expresa lo de un individuo perdido en el tiempo, y luego se oyen sus gritos desesperados y aullidos a lo lejos. Cosas parecidas suceden todas las noches a partir de las 24 horas y hasta la una.
Pero hoy, hoy acontece algo diferente, algo irreal y fantasmal. Tañe la campana de la entrada y alguien solicita la entrada. Es una mujer joven y bella. El reloj de la sala marca media noche, cuando se deja oír una melodiosa voz:
“¡Acá estoy, ven mi amor, vine a buscarte, juntos recorreremos el camino hacia mi morada, abre la puerta, desclava las persianas, deja entrar a las deliciosas tinieblas, festejaremos nuestro reencuentro, para luego no separarnos más!”
El ermitaño vacila, sí bien, reconoce la voz de su amada muerta.
“¡Apura mi hombre, el camino es largo, y antes de la una tendremos que llegar!”
Nuevamente vacila el ermitaño, la dulce voz lo tienta, sus deseos llegan al limite y
pierde toda la cordura. Baja con un candelabro encendido y una chaqueta en la mano. La fantasmal figura de su mujer se abraza a él, preguntándole:
“¿Por qué llevas el candelabro con velas encendidas, y por qué mi amor la chaqueta?”
“¡Las velas son para alumbrar nuestro camino, y el abrigo por sí acaso tendremos frío!”, dice él.
“¡Las velas son innecesarias, una eterna y deliciosa tiniebla nos espera, en donde la luz y el abrigo sobran!”
El hombre vacila de nuevo, pero luego tira todo y sique a su mujer. Ella siempre adelante, él atrás…
Al llegar al cementerio los recibe una oscuridad plena. Éste esta festejando su hora fantasmal. Están todos sus amigos con sus parejas, y todos tienen aspecto humano. Para la una faltan escasos minutos. De repente la pequeña campana de la capilla comienza a repiquetear y con el último toque se cambia el panorama. Los aparentemente humanos comienzan a gritar, aullar, y se transforman en esqueletos; enseguida se abalanzan sobre el único ser vivo, el ermitaño, y en pocos segundos éste se convierte en un esqueleto más…
Por la mañana el párroco de la capilla encuentra jirones de su ropa diseminada por las tumbas y también sobre la de su mujer. De vuelta en su capilla dedica una oración por la pobre victima, y murmura acongojado:
“¿Hasta cuándo, mi Señor, hasta cuándo?”


Una hora después
Uno de los lugares más atrayentes, para escribir sobre misterios y fantasías allí sucedidos, es indudablemente el cementerio o “Campo Santo”.
Se comenta que los muertos a partir de la media noche se despiertan, toman apariencia humana, se levantan de sus tumbas, y por una hora festejan su corta y recuperada vida.
Pero pobre de la persona que por descuido o curiosidad se atrasa y permanece en este horario en el lugar…

En una apartada casona, oculta a la vista de los transeúntes, habita un famoso y rico artista. Después de la muerte de su mujer nada le interesa ni importa. Vive recluido como un ermitaño. La casa permanece en silencio, a oscuras, las ventanas nunca se abren, y la luz exterior jamás penetra. Adentro mil velas iluminan las habitaciones que están adornadas con flores, y mil retratos de una mujer joven y bella se hallan por doquier. El ermitaño recorre las habitaciones una por una, murmura algo frente a cada uno, y sique en su deambular. En su triste padecer, derrama mares de lágrimas sobre cada retrato, y en su mente escucha la dulce voz de su mujer muerta llamándolo:
“¡Ven querido, ven mi amor, ven a visitarme. Hace rato que te aguardo inútilmente, y tú no llegas, no vienes!”
Entonces se nubla su vista y su cara expresa lo de un individuo perdido en el tiempo, y luego se oyen sus gritos desesperados y aullidos a lo lejos. Cosas parecidas suceden todas las noches a partir de las 24 horas y hasta la una.
Pero hoy, hoy acontece algo diferente, algo irreal y fantasmal. Tañe la campana de la entrada y alguien solicita la entrada. Es una mujer joven y bella. El reloj de la sala marca media noche, cuando se deja oír una melodiosa voz:
“¡Acá estoy, ven mi amor, vine a buscarte, juntos recorreremos el camino hacia mi morada, abre la puerta, desclava las persianas, deja entrar a las deliciosas tinieblas, festejaremos nuestro reencuentro, para luego no separarnos más!”
El ermitaño vacila, sí bien, reconoce la voz de su amada muerta.
“¡Apura mi hombre, el camino es largo, y antes de la una tendremos que llegar!”
Nuevamente vacila el ermitaño, la dulce voz lo tienta, sus deseos llegan al limite y
pierde toda la cordura. Baja con un candelabro encendido y una chaqueta en la mano. La fantasmal figura de su mujer se abraza a él, preguntándole:
“¿Por qué llevas el candelabro con velas encendidas, y por qué mi amor la chaqueta?”
“¡Las velas son para alumbrar nuestro camino, y el abrigo por sí acaso tendremos frío!”, dice él.
“¡Las velas son innecesarias, una eterna y deliciosa tiniebla nos espera, en donde la luz y el abrigo sobran!”
El hombre vacila de nuevo, pero luego tira todo y sique a su mujer. Ella siempre adelante, él atrás…
Al llegar al cementerio los recibe una oscuridad plena. Éste esta festejando su hora fantasmal. Están todos sus amigos con sus parejas, y todos tienen aspecto humano. Para la una faltan escasos minutos. De repente la pequeña campana de la capilla comienza a repiquetear y con el último toque se cambia el panorama. Los aparentemente humanos comienzan a gritar, aullar, y se transforman en esqueletos; enseguida se abalanzan sobre el único ser vivo, el ermitaño, y en pocos segundos éste se convierte en un esqueleto más…
Por la mañana el párroco de la capilla encuentra jirones de su ropa diseminada por las tumbas y también sobre la de su mujer. De vuelta en su capilla dedica una oración por la pobre victima, y murmura acongojado:
“¿Hasta cuándo, mi Señor, hasta cuándo?”








Texto agregado el 27-02-2011, y leído por 106 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
27-02-2011 Por qué la misma historia dos veces? perché la stessa storia due volte? warum die gleiche Geschichte zweimal? pourquoi la même histoire deux fois? why the same story twice? porque a mesma história duas vezes? ZEPOL
 
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