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Una tarde de primavera, cuando la naturaleza alborotada y desbordante nos invita y nos seduce, coincidieron Pablo y Jennifer en una misma necesidad, el imperante anhelo por conectar sus almas mas allá de lo establecido por las sombras del cemento.

Escapando de las raíces ocultas y podridas de la ciudad que sin razón justificada amenazan el ver, el sentir ...y el amar.

Así bajaron por el bosquecillo en silencio, como escolares avergonzados en su primera cita, ansiosos habían huido del mundano y aterrador espacio objetivo y entrado al fin en su mundo de sueños de mil colores y sensaciones.

El balneario , estaba a pocas horas de la Capital y era un mundillo personal para aquellos pocos que se resistían a dejarse absorber por el asfalto, los bocinas, y la gris faz de los seres humanos sumergidos en la vorágine del imperio del dinero.

Nada mejor para los amantes que un entorno salvaje y natural donde los árboles, el cielo y el mar se funden en perfecta armonía con los más ocultos deseos de aquellos que se aman.


Jennifer

En ese caminar por la orilla de la playa, el agua jugaba entre nuestros pies, y la seductora espuma, envidiando cada roce, nos invitaba a sumergirnos en el azul profundo.
Las tibias y cristalinas olas nos envolvían y Pablo me abrazaba protector, su cuerpo dorado, sus ojos grandes, negros y de mirada profunda, brillaban.
Aun puedo sentir su mano tibia resbalando por mi espalda, disimulado y coqueto entre risas y escondidas submarinas.

Como en un juego el me hacía sentir la premura por sus besos, Y, colgándome de su cuello poderoso, di libertad a mi cabello, a mis brazos extendidos, a la risa libre y gozosa.

El me daba vueltas, sin dejar de mirar fijamente mis labios.

Yo pensaba en las suaves caricias que me regalaría, y sin contenerme tomé la iniciativa y acerqué mi boca a la suya. En un dulce beso me hizo saber su urgencia de mi y la premura de este encuentro furtivo. Sentí su calor en esa tarde fría y esas tan deseadas caricias flotaban en nuestros cuerpos.

Entre susurros musité su nombre, pues juro que cada día de mi vida esperé este momento. Sus manos en mis pechos anhelantes se volvieron curiosas golondrinas, y sentí que era suya en ese instante y para siempre.



El respiraba cada vez con mas ardor, besando cada rincón de mi espesura, y entonces sin dudarlo busqué dentro suyo los placeres prometidos, las riquezas del que ama, porque en ese instante sus labios recorriendo mi cuerpo eran vida.
Y sentí su cuerpo apretado junto al mío,
y lloré dichosa ante la ironía del destino, el que marca el desatino de un encuentro furtivo de dos almas que se reconocen y se entregan sin dudar entre gemidos.


Un gran espacio se cerraba sobre y a través de ellos, las estrellas luminosas se asomaban prometiendo conformar un nuevo cosmos; recreado para los amantes.

Pablo

No existía el tiempo, parecía que yacíamos en la arena hacía ya una eternidad, aunque yo recién comenzaba a recorrerla y teníamos aún todo el tiempo del mundo para nosotros dos.


Desde que llegamos a la playa mi único pensamiento era besarla y abrazarla, apretándola contra mi cuerpo, que sintiera mi necesidad , de su cuerpo, de su aliento, sus suspiros, sus gemidos. Al caer sobre esa fría arena supe que el momento había llegado

Las suaves caricias sobre sus mejillas tenían sabor a urgencia, mis suaves besos poco a poco se transformaban en un llamado a la pasión.
Mis manos tocaron sus firmes pechos y yo me perdí en un mundo maravilloso, a partir de entonces me di cuenta que mi urgencia por amarla era en realidad nuestra urgencia por amarnos, me lo dijeron sus involuntarios gemidos, me lo dijo la respuesta de su cuerpo ante mi nunca tan despierta virilidad.

Mi boca curiosa y deseosa bajó hacia su cuello mojado, salado de sudor y mar, y ella respondía a mis mordiscos con sonidos que no hacían sino sumirme cada vez más en el deseo. El lóbulo de su oreja se me hacía irresistible, con impensable suavidad lo apreté entre mis dientes y le gustó, le encantó. Mi boca tomó el lugar de mis manos y sus pechos se rindieron ante mis besos.

Con mi mano palpé la humedad de su ya no contenido deseo, la punta de mi lengua empezó a bajar zigzagueante por su abdomen. Sus ojos cada vez más apretados me indicaban que sentía la misma premura que yo.

Besé con ternura el más privado de los tesoros, y descubrí el escondite de su máximo placer.



El cielo estaba rojo... un crepúsculo inconsciente se avecinaba, el de los amantes


Jennifer

Cuando llegó al principio de todo, al espacio sin tiempo que le daba...
se nublo mi conciencia, y sentí que un calor me embargaba dulce y furioso a la vez. Cogió mis caderas y dominando cual macho encabrecido se apoderó del tan guardado deseo.
Cada pensamiento era solo un recuerdo, recuerdo de un pasado inexpresable, porque allí solo existía un sentir vacío, llenado ahora con su fuerza... suave fuerza a la cual me entregué sin dudar un instante.

Me besaba mientras entraba en mi y nuestras lenguas jugaban alborotadas, en un acierto de caricias cada vez mas intensas y arrebatos de lujuria que lograban en cada nuevo centímetro explorado, una nueva delicia...nuestra...tuya.....mía.

Cuántos latidos en tan poco tiempo, mi boca te buscaba frenética, quería ser yo quien te poseyera, y en ese momento de magia te besé entero escuchando tu palpitar enardecido, la sangre agolpándose presurosa y tú ahí, entregado, dejando que mi lengua se encargue de tus dolores mas profundos, calmando y creando un mundo nuevo.


El astro rey, silencioso emprendía un nuevo viaje, al misterio de lo profundo...

Pablo

Sentí tu llamado, y la necesidad de entrar en ti, de penetrar por el sendero del placer, de ser ambos uno solo y lo hice........., te tomé, con firmeza pero con todo mi amor, salvaje pero con toda la ternura que dormía dentro de mi, nuestros cuerpos ahora “al unísono” danzaban, ¡Sí!.

Entre truenos de vida, porque me sentía más vivo que nunca, mis caderas marcaban el ritmo al que te entregabas sin dudar, y en cada movimiento los suspiros, los delirios de ese ensueño se fundían en un torrente de pasión.

Mis manos dejaban huellas dulces en tu piel, y mi a boca no le bastaban los besos, no, quería morder y tragar tus delicados contornos, sentía que estallaba, que las luces dejaban de brillar y solo tu luz me abrigaba como un centelleo de fulgor ilimitado

El ritmo se hizo ajeno e involuntario, ya no controlábamos nada, la pasión casi animal era dueña de esos instantes en que te sentí explotar por dentro, estallar en un placer simultáneo, mutuo, compartido, fuimos la nada por un segundo, lo fuimos todo en un instante.

La luna llena sonríe y el profundo océano canta, fusionados... porque aquí los milagros suceden.


Entre gemidos y caricias se llenaron los espacios de la forma mas plena imaginada, nos sentimos completos, en un espacio sin tiempo y sin fin.

Texto agregado el 13-07-2004, y leído por 143 visitantes. (0 votos)


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