Estaba eufórico debido a unas cuantas copas de vino. La empecé a besar y a tocar. El hotel se encontraba más silencioso de lo acostumbrado. Ese lugar se convirtió en un habitad recurrente de nuestros encuentros placenteros.

Ella me cogió la cabeza y separó mis labios de los suyos, me miró fijamente a los ojos diciéndome:

-Tenemos que hablar seriamente.
-¿Sobre qué?- le pregunté un tanto distraído.
-Tengo dos semanas de embarazo. Me enteré de ello hoy– dijo en un tono seco y frío.

La noticia me dejó helado, me quedé mudo, es como si el alcohol tuviera un efecto raro sobre mí, algo que no había sentido anteriormente.

-No vas a decir nada- me reprochó
-Bien, dime que piensas, que vamos hacer.

No lograba articular ninguna palabra, mi mente estaba en blanco. Hice un gran esfuerzo por decir algo.

- Tú sabes lo que pienso, pero ahora me parece diferente.

- Sabes que no tengo aún una profesión, que no tengo dinero. Que ambos no lo tenemos- agregué.

- Pero, la otra opción es terrible, no sé si podremos vivir con la culpa. Además, es peligroso para ti.

En aquel momento sentí como el nudo de mi pecho se desataba en un mar de lágrimas y llanto.

- No quiero que te pase nada.

- Te quiero, te quiero mucho- dije en un susurro húmedo.

Ella me consoló acariciándome la cabeza, deja de llorar todo fue un juego es mentira sólo quería saber si me amabas, dijo con mucha tranquilidad.

En ese instante la cólera se apoderó de mí.

- Se acabó- dije.

- Cómo puedes jugar con algo así, estás loca.

- No lo hice para dañarte, sólo quería saber si me amabas.

Me fui azotando la puerta, ella se quedó llorando. Poco tiempo después regresé e hicimos lo que habitualmente solíamos hacer en aquella habitación.