Hay abrazos como cadenas, que mantienen seguros a quien vuele bajo.
Seguros... enseñándoles a caminar,
conectándolos en sinápsis terrenales, del día a la noche y al instantáneo.
Abrazos como muletas. Para no saber caer de bruces.
Enseñándo las cosquillas del vértigo.
Hay otros en cambio, como tenazas candentes.
Que desgarran cualquier hierro adormecedor de aleteos fríos.
Esos que de vez en cuando se convierten en trampolines para quien aún diside de la gravedad.
A esos heróicos - desde arriba -
Les debemos el alma.
Texto agregado el 21-02-2011, y leído por 94
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