Febrero 2011. Sólo para mujeres.
Hoy, después de platicar con mi hijo, reflexionando en su pasión por la mecánica, y mi gusto por la narrativa, me llegaron a la mente las palabras que utilizó para cerrar la charla.
Creo que en el fondo, yo amo tanto la herramienta, los mecanismos sincronizados, que sufro y gozo cuando logro encontrar las fallas que para otra persona son difíciles, como tú la narrativa.
Nuestra situación es similar, me dijo antes de despedirse.
Muy en el fondo le doy la razón, soy una enamorada de la palabra escrita, y estoy convencida de que las expresiones tienen su propio valor, y sostienen relaciones entre si.
Es parecido a lo que pasa con mi hijo, ama a sus herramientas, los aparatos que corrige, y por sobre todo, se alegra y sufre con las reparaciones que logra a fuerza de conocimientos, paciencia e inteligencia y demás, para que los mecanismos al activarse, tengan su propio romance al enlazarse unos con otros.
Unas con otras, las palabras y los mecanismos, se enredan, se danzan.
Y entendí entonces que este era el momento para celebrar toda clase de amores y sinsabores.
Es irremediable, nos mueven nuestros amores, nuestras pasiones, reales o imaginarios y mientras escribo, desde el fondo de la imaginación me alcanza la voz de mi hijo, que me dice…Nuestra situación, es similar.
Yo solo atino a expresar algunas palabras sueltas, desarticuladas, sin sentido…Por este hijo, Gracias Dios mío.
Amar y practicar la narrativa, es tener la responsabilidad social de relatar lo que sucede o lo que no sucede en los entretelones de la existencia misma, en el entorno que se transforma día con día, un punto de referencia desaparece y diez eventos significativos aparecen.
Hay que tomar notas, llevar un registro para que no se pierda el episodio.
Y pienso, Claro que eso es importante, aunque durante la semana, pensé que me estaba muriendo, entrando de lleno a la vida hormonal traicionera, mezclada con un ambiente húmedo y helado, temperaturas bajo cero, lluvias con granizo, agua nieve y en algunas zonas, como semblanza navideña, paisajes nevados en Tecate, La Rumorosa y la sierra de San Pedro Mártir.
Aunque se supone que soy un ser racional, con cierta inteligencia, mis amigas lo entienden, y advierto, esta columna es sólo para mujeres.
Y reflexiono, no, no es la menopausia, fue una serie de dolores que me atacaron, que me hicieron pensar que pronto moriría victima de una extraña, maligna y exótica enfermedad.
Los síntomas que se presentaron, era…Dolor de cabeza, de espalda, sueño, frio, las lagrimas se salían solitas, agudos calambres en el bajo vientre que avanzaban hacia las piernas, sensación de muelas flojas, ups,…
Imaginen todos esos achaques, ¡Juntos!
Y confirmo, soy una amante de la narrativa irresponsable, que escribo de asuntos poco trascendentes.
Aquello de relatar lo que sucede allá afuera, es tarea de cronistas, aunque también es importante saber que ya pasaron esos días terribles, que volví a nacer, que me encanta el sol que hoy se asoma tímido por mi ventana, que no me da miedo escribir lo que siento otra vez, la alegría se me desborda por los poros y puedo salir nuevamente a recorrer las calles que amos sin que me duelan la espalda y el alma.
Porque vuelvo a ser parte de la humanidad, vocablo que denomina el concilio de lo terrenal y lo divino, de la razón y la mística, de la pobreza y la riqueza, de la gente y su deseo de estar bien.
Desde BC, rincón existencial donde espero que se esparzan mis cenizas, antes de que en mi lugar de origen, sepan que ya morí.
Andrea Guadalupe.
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