DE UN PASO A OTRO


Mariela había amado locamente a aquel hombre que una y mil veces la había engañado, pero sabido reconquistar al conocer la necesidad que su mujer tenía de él. Pero todo hasta un día.
- Tú tienes que comprenderme... -decía él aquella última vez- hay veces que uno quiere hacer cosas que no quiere... tú eres la que yo quiero de veras... me mato si me dejas... tú sabes que sin ti...
Habían sido las mismas palabras de siempre, las que él se sabía de memoria, pero Mariela no las quiso oír.
- Está bien, vete, tú vas a volver- lanzó él en tono desafiante.
Pero pasaron dos largos años y Mariela no volvió. Había iniciado una nueva vida con una amistades y así se tropezó con Montesino.
Una nueva conquista sobre Mariela no era fácil: se le habían marchitado muchas ilusiones, pero Gerardo, que así se llamaba Montesino, se propuso un plan y logró que fuera la misma muchacha la que le pidiera un beso.
Ya era un hecho seguro, se casarían, cuando el otro ni siquiera –no era lo más importante- nunca le había propuesto matrimonio.

Mariela y Gerardo iban un día Rampa arriba cuando ella divisó un ser desfigurado, conocido, avejentado, que la miraba.
El intruso estuvo cerca de ellos, los miró asombrado mientras la pareja seguía su camino.
-¿Lo conoces?- preguntó él
-Jamás lo he visto en la vida.
-Parecía como si hubiera visto a un aparecido en ti.
-No sé. Quizás. Puede que me haya confundido con alguien que conoció antaño.
Siguieron caminando Rampa abajo mientras que Rampa arriba un hombre los seguía con la mirada sin dar crédito a sus ojos de que aquella mujer fuera la que, a su pesar, seguía amando. Se le habían cambiado. “No, creo que esa sea mi Mariela, al menos me hubiera saludado.”

3.XII.76