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Hace ya algún tiempo que comencé a notar ciertos detalles extraños en el comportamiento de mi esposa, hay circunstancias de la propia pareja que no pasan desapercibidas por más que se intenten disimular. No sabría a ciencia cierta cargar el peso de mis recelos sobre ningún comportamiento en especial; quizás fuese tan solo una deducción a priori motivada por esa especie de sexto sentido que se desarrolla dentro del ámbito de la convivencia conyugal y diaria. El caso es que ciertas actitudes me resultaban, cuando menos, sospechosas.
Preso de la duda, tras un considerable periodo de recapacitación y por más que el asunto me provocaba ciertos escrúpulos, pues no soy de esa clase de hombres, decidí someterla a una estrecha vigilancia. La seguía cuando salía a la calle, espiaba sus conversaciones telefónicas y hasta contraté a un detective para que la vigilara en mi ausencia, en el trabajo y en los trayectos hasta casa. Tenía que estar completamente seguro, así que me dediqué a reunir todas las evidencias que me fuesen posibles. Necesitaba pruebas para convencerme, aunque el asunto comenzaba a ser evidente, no me cabía en la cabeza que ella fuese capaz de traicionarme.
Los resultados de la investigación exhaustiva de sus actividades, del estudio detenido de las facturas telefónicas, de las listas de llamadas de su teléfono móvil y de su agenda y anotaciones; del registro sistemático de su correo electrónico, bolsos y bolsillos y también del análisis diario de sus prendas de vestir, incluso las íntimas… unido al amplio dossier elaborado por el detective contratado al efecto, no dejaban lugar a ninguna duda.
Aun así, con la esperanza de que quizás fuese posible un cambio de actitud por su parte, fingí ausentarme en algunas ocasiones dejándola sola varios días. Pero los resultados, para mi desesperación, no hacían más que confirmar en todo caso sus malsanas tendencias.
Nuestro matrimonio está herido de muerte; las sombras de la incertidumbre dieron paso a la certeza de los hechos. Le diré que me marcho, que no soy capaz de soportar semejante decepción.
Ya no me cabe ninguna duda. Mi mujer es incapaz de serme infiel.
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Texto agregado el 13-07-2004, y leído por 1568
visitantes. (19 votos)
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Lectores Opinan |
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02-06-2009 |
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imaginate volver al trabajo de intentar medio conocer a otra persona de nuevo, de conocerle los detalles, las inconsistencias ... no qué flojera, aunque... uno nunca sabe, el ser humano es complicado por naturaleza. Muy bueno! MariucaTorres |
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05-10-2006 |
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A veces vemos lo que queremos ver, quizas ella era mas lista y te dejo ver lo que deseaba. ¿Pero por que queria que fuera infiel? Muy logradoooo paisano x_librio |
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18-09-2005 |
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Pues es muy claro, a cierta edad es mejor ser fiel,ya que eso de andar con infidelidades es muy trabajoso, estoy totalmente de acuerdo con tu mujer en que te se fiel,aunque no sea lo que realmente quiere.Mis***** Goyo |
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19-01-2005 |
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Los celos son un mecanismo natural de defensa proactiva, nada de que apenarse; la desconfianza, sin embargo, es cosa muy distinta.
Si yo fuera tú, buscaría otro detective más confiable.
Saludos. Al_Dope |
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04-12-2004 |
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mirando lo que dice aqui todomagia, eso ofende amigo, claro que hay mujeres fieles, y creo que tambien algún qu e otro hombre fiel! inesita34 |
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