Aferrándose al brazo de su hermano, Aurora lloraba, pero lloraba de verdad al ver que la muerte yacía debajo de ella, invitándola a caer. Fernando no sabía ya de donde sacar fuerzas para sostener a su frágil hermanita, que pendía al filo del frío abismo. La montaña todavía temblaba desde la última avalancha y a lo lejos se oía el eco de los gritos que habían dado segundos atrás. Si tan solo tuvieran unos momentos más, aunque fueran para que pasara sus vidas ante sus ojos, pero no. Con un ruido ensordecedor y culminante, una segunda avalancha hizo que este cuento terminara aquí.