"Quizás sí" le respondo. "Nunca me dirás la verdad, ¿no?" me dice. "Sabes que no; siempre he sido así" le contesto con una sonrisa en mis labios. Sorprendentemente el canijo me devuelve la sonrisa y pregunta: "¿Seguro?" "Eso creo," le respondo, "muchas cosas que me has mostrado no me parecían reales hasta que las ví."
No sé cómo demonios lo hace... Se ha vuelto a formar una escena enfrente de nosotros; ésta vez es una casa... No es una casa de pueblo, no; es un chalet. Y no es un chalet cualquiera, ahora lo distingo todo bien: Hay cuatro personas en la piscina y un perro alrededor, porque los de la piscina están jugando con una pelota hinchable. Salen del agua y dejan en el bordillo unos botellines vacíos de Coronita. "¿Le damos para adelante?" me dice mi "pequeño yo" sacando un mando a distancia. Le da a la tecla "FF" y todo va más deprisa: los chicos (entre ellos el "yo" de ese momento) ahora se han puesto unas toallas encima de sus cabezas y dan saltos alrededor de otro perro. Parece una danza tribal... "El Baile de los Fantasmas". Ante esto no puedo evitar reírme, recordando cuando ví estas acciones ya sobrio... Las habíamos grabado en una cámara de video. "Espera, vamos a poner otra cosa" dijo de repente el pequeñajo. Le dió a la tecla de "FR" y nos encontrábamos tanto nosotros dos como el grupillo de amigos en la cocina de la casa. Están grabando una especie de "Reality Show" de broma; esto promete. De repente se oye: "Puce, ten cuidado con la cámara, a ver si se va a caer" La cámara se tambalea... Se ha caído y el grupo se ríe a carcajadas... Yo también. "Este es un buen recuerdo" le digo al canijo, "¿por qué me lo muestras?"
Lo que dijo me sorprendió: "Una persona sin recuerdos felices nunca nunca feliz."

Acto seguido nos fuimos hacia la oscuridad.