LA EXPERIENCIA NO SE COMPARTE

(Sugonal)

Preparaba una clase de Radar Doppler para mis alumnos que en dos años más estarán dirigiendo el tráfico aéreo en las Torres de Control que hacen uso de esta herramienta en los Aeropuertos de Chile.

El principio por el cual operan estos radares fue descubierto por Christian J. Doppler en 1853, quién descubrió que el cambio en frecuencia causado por fuentes de sonido en movimiento era directamente proporcional a la velocidad de la fuente. El ejemplo clásico de esto es cuando un tren se aproxima a un cruce y allí hay un observador que escucha su silbato. La frecuencia del sonido de una frecuencia, cambia a una frecuencia más baja a medida que el tren pasa y se aleja.

Exactamente el mismo principio se aplica a la radiación electromagnética de un radar. En este caso, el radar está fijo, estacionario; pero el blanco (un avión, una nube) se está moviendo. Si el blanco se mueve hacia el radar, la frecuencia aumenta. Si se mueve alejándose del radar, la frecuencia se reduce. El radar Doppler compara la señal recibida con la frecuencia de la señal transmitida y mide el “cambio” en el valor de la frecuencia y así calcula la velocidad que tiene el blanco fácilmente además de la dirección que tiene respecto al radar.

Mientras escribía lo que será la materia de la primera clase, se me vino a la mente algo que leí recientemente en un maravilloso y aún poco conocido libro de Francese Miralles, comentado por la Dra. Marian Caplan autora de “A mitad de Camino”.

Tiene que ver con la afirmación que hace un personaje del texto sobre la imposibilidad de compartir ninguna experiencia, y lo explica dando el siguiente ejemplo: Una persona va a despedir a su amigo a la estación del ferrocarril. Este va a hacer un largo viaje. Esa persona le dice a su amigo que si luego se comunican por Internet o por teléfono y recuerdan esa despedida, ello será un ejemplo del más puro engaño.

Su amigo le pregunta porqué piensa de esa manera y él le responde que no estarán hablando de lo mismo, a pesar de que alimentan la ilusión de que es así. El recuerdo de su amigo y su propio recuerdo serán diferentes, en este caso diametralmente opuestos.

El amigo recordará a un hombre que se va alejando en un tren y que lo saluda agitando su mano desde una ventanilla. En cambio, él recordará a un hombre que está inmóvil parado sobre el andén y se va haciendo cada vez más pequeño. Eso es lo único que podrían compartir: la sensación de que el otro se va haciendo cada vez más pequeño. Es algo que tiene su eco en nuestras emociones.

Cuando una persona se distancia físicamente de alguien, su presencia en tu inconsciente se va reduciendo progresivamente. Ello, en ese sentido y lo que pasa a nivel óptico, será una preparación para lo que pasará en la mente.

La experiencia, entonces, nunca puede compartirse. Viene, como acertadamente lo menciona Miralles, en envases individuales, diferentes.