FALSEDADES
(Sugonal)
Tuve hace ya muchos años una amiga que usaba, me imagino que para ganar prestigio ante una audiencia con un buen nivel cultural o cubrirse con un áurea especial, una muletilla que le daba buenos resultados.
Cuando la conversación derivaba hacia temas relacionados con la literatura siempre explicaba su posición indicando que su autor preferido era Lobsang Rampa, que ella leía su obra en forma regular y que se había sentido particularmente atraída por su libro El Tercer Ojo donde se daba maña para hacer creer a sus lectores que había desarrollado técnicas esotéricas que le otorgaban poderes sobrenaturales.
Ella creía, estaba convencida y me tuvo convencido por muchos años que Lobsang Rampa era un monje tibetano, sabio, enigmático, mágico. Lo que ignoraba igual que yo y millones de personas que lo leyeron, era que ni la televisión, la radio, la prensa de ese tiempo pudieron sacarle una entrevista formal, lo que le otorgó un halo aun más atractivo y misterioso que le produjo, lo más probable, buenas ganancias.
Hace unos días me enteré que Lobsang Rampa nunca existió como tal. No era un monje tibetano sino que un inteligente, sensible, sesudo y ávido lector británico que se desempeñaba como gásfiter. Que jamás había estado en el Tibet pero que sabía exponer ordenada y atractivamente materias que había leído sobre los Lamas, sus costumbres, ritos y sistemas de vida.
Mucha gente que lo seguía se enteró del engaño. Pero su obra siguió vendiéndose como pan caliente.
Pienso que algunos escritores profesionales y aficionados han construido con el público que los lee, y me incluyo humildemente entre estos últimos, un puente con careta, disfrazado porque precisamente la forma en que se presentaron y continuaron mostrando su trabajo les dio un prestigio grande y no arriesgarán perderlo presentándose tal cuales son, lo que sería, usando planos mayores, lo que le sucedió a este plomero inglés.
Autores que no se cansan de dar consejos de cómo vivir y alcanzar la felicidad aunque ellos mismos no quieran o simplemente no sientan el menor deseo de autoaplicárselos.
Quizá piensen que es necesario para mantenerse en un elevado nivel de prestigio entre sus múltiples seguidores, andar por la vida pensando de una manera, hablando y escribiendo de otra y haciéndolo utilizando una tercera o cuarta opción.
Pero esa es la triste condición del ser humano: estamos llenos de cosas contradictorias. Esa es nuestra condición y muchos aun dándonos cuenta del pesado disfraz, lo llevamos tanto tiempo puesto que decidimos adoptarlo como definitivo. Es más cómodo, da mayores beneficios. Pero es falso y al final nos expone, agota y termina por ahogarnos.
El apego a la vida está presente en todos los seres humanos y también en los animales. Pero jugamos nuestras carta como nos conviene, confiamos no pocas veces en que vamos a ser capaces de hacerlo, no importa cómo; pero lo vamos a hacer. He aquí una fuerte contradicción: los medios no se cansan, en vísperas de fiestas largas, en alertar sobre los peligros de beber en exceso cuando se conduce. También no nos cansamos de ver en los mismos medios después de las fiestas, la cantidad de accidentes, heridos, muertos, pérdidas y secuelas de dolor que deja esta contradicción con la que convivimos. Nadie quiere morir ciertamente, pero muchas veces jugamos nuestras cartas erróneamente.
No es difícil entonces concluir que vivimos en un mundo de engaño, falsedad, mentiras y fingimiento y, por supuesto, contradicción.
Traté de ubicar a mi amiga de antaño para compartir esta noticia sobre Lobsang Rampa. Me informaron que murió el año pasado. Quizá si se llevó a la tumba el engaño con el que vivió toda su vida, o quizá lo supo. Eso nunca lo sabré.
|