Gotas inquietas recorren tu espalda
besos traviesos siguen las huellas
nadie detuvo sonrisas y llantos
ni la flor ni la brisa, trozos mudos de piel
letras de canciones distantes que tiemblan
y el silencio cómplice que acude con prisa.

Luego, un minuto el sopor embargó tu tiempo
quedaste rendida como pidiendo clemencia
la tarde trajo aromas y algo de mil disculpas
el humo de la carne apenas hirió nostalgias
ya hasta esas sombras de paredes tenues
pedían, rogaban cortar las almas rendidas.

A lo lejos la luna quería llorar
solo que nubes tapaban la afrenta
el canto bendito atrapó de nuevo
tus ganas y labios, tu mítica mueca
no hay imprecaciones en cuerpos vencidos
quizás ardor de esos que no piden perdón.