Hoy quiero decir que mi fiaca tiene cinco tentáculos distribuidos piramidalmente.
Vivo constantemente humillado por la belleza del mundo.
Mis ventosas se posan sobre las cosas, todas vivas, que me rodean.
Osculo en arritmia mis ventosas.
Acaricio.
Parpadeo.
Cefalópodo engreido se desvalece
infatigable.
Quizá una cadáver. Digerido humus
sin cavernas faciales ni ductos torásicos, y aún, una voz idéntica y distante:
Obviamente inferior a cualquiera, obscenamente nada,
inflamado vacío, eres reiterado nada,
quizá el retorno mineral de un musgo.
Hablo por hablar, escribo por escribir, miro sin mirar, palpo siempre.
Quiero mirar fijamente nada, guardar silencio 30 años.
He balbuceado de más.
Me desagrada mi vida y no eres tú, ni nadie... ni siquiera yo.
Simplemente es, y me complace.
Me pone nervioso la voz de todo mundo,
quiero que sea breve y lo menos dolorosa posible
y estoy harto de sufrir por nada. Quiero darme de topes contra el mundo, morir, nacer de nuevo a palpitar en cualquier garganta.
Está muy claro, no hay retorno.
La vida se me junta en los oidos. Me gustaría cerrarlos a la luz y al aire.
Todo resulta imperceptible y llaga.
Cierro mis oidos con gargajos y en la mirada permanezco inmóvil. Agazapado sobre mi sombra.
Pentalacerado.
El techo de mi celda es mi paladar.
Renuevo el ciclo, doy alimiento a mis fieras.
¡Oh, rey pulpo, monstruo adherido a mis pulmones!
He aprendido a amar tu residencia en mi tráquea.
Gimes en mi pecho, te retuerces.
Juegas a empujar mis pensamientos.
Las cavidades de mi cráneo asoman tus tentáculos.
Mi voz es este vacío que intento recoger.
Conosco tu afán. Palpas mi rostro. No saldrás nunca. Eres la bala en mi grillete, tan prisioneros ambos que te admiro.
La tinta de tus enseñanzas da color a mi carne, mis pensamientos son tus manchas,
mi aliento es baba negra que se vierte, mis iris reventadas y negras son las huellas de nuestro romance.
Vomito gorgotones de tinta que se arrastra, palpa los recovecos del suelo y los aplasta a tu imagen y semejanza sin rumbo con la decisión entorpecida y constante. Quiza el verdadero yo
está dentro de tu cabeza de bulbo, ncomo un tumor o un huevo.
Por ahora te arrebato un miembro para dar cuenta de mi paso por esta pinche hoja.
Quizá mañana, pulpo de mierda, te clave al suelo y te abandone. |