Kan, el señor de las Tierras de Jade, monto su caballo, desenfundo su espada y lanzo un grito de guerra en contra de sus enemigos, los hombres de su ejército no sentían temor al tener a tan terrible guerrero a su lado. Esa noche el castillo del mago oscuro caería ante la terrible fuerza armada de Kan “El sanguinario”.
Miles de soldados emprendieron la marcha en contra de las murallas del castillo, chocaron contra muros y portones, mientras ríos de sangre se formaban durante la pelea. Kan levanto su espada en medio de una lluvia de flechas, al ver aquella espada brillar en medio de la batalla, los soldados de las Tierras de Jade levantaron escaleras que golpearon los muros del castillo. Sin importar la resistencia de los sirvientes del mago oscuro, pronto las defensas del castillo sucumbirían ante el poder de Kan.
El mago abandono su refugió, camino por entre hombres caídos y espadas ensangrentadas, abriéndose paso con el poder de su báculo, se colocó en la parte más alta y clavo su mirada sobre el conquistador. Kan acepto el reto, y lo desafío una vez más, el mago hizo brillar su báculo y dejo caer su ira sobre su enemigo. La batalla se detuvo de inmediato, pues aquel poderoso general había sido convertido en un perro, hecho de tela y felpa, no contento con su castigo, el mago oscuro exilió al sanguinario a tierras extrañas y lejanas.
Han pasado ya varios años desde aquella batalla, día tras día, Kan ha pensado en su derrota, mientras observa la vida pasar desde la alcoba de una niña que lo aprieta cada noche antes de dormir, le besa la frente y le dice: “duérmete Candy, duérmete”.
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