De micros II
Postal porteña
A la derecha el cerro, a la izquierda el mar de Valparaíso, como siempre sentado al lado de la ventanilla del bus hacia la acera en donde hay tanta gente, tanta vida que camina a paso lento o rápido, en la playa, la Caleta Portales, es hora de almuerzo, por lo que está llena de comensales que van a probar las delicias del mar recién sacados de los botes, peces sacados con anzuelos que se doran en las pailas con aceite hirviendo, en la vereda, gente que espera su micro para ir a su hogar y poder almorzar con los suyos, además de muchos niños que esperan alegre o no el bus que los llevará a la escuela, a veces se va contento, otras no tanto ya que hay alguna tarea no hecha, debe haber sido mas emocionante jugar con los amigos, pero llega la hora en que la maestra revisará los cuadernos para ver los deberes, obviamente quien no la haya hecho, no va de buen talante a reunirse con el mismísimo infierno que será el instante en que la maestra, llame a controlarse.
Ahí, bajo la sombra de el toldo que defiende del sol en verano o de la lluvia en invierno, un niño, de entre 6 y 8 años, no más, debe cursar primer o segundo año, pequeño, ¿cómo se llamará?, puede ser Pedro o Gonzalo más que importa su nombre, solo su presencia llena los espíritus de alegría, imborrable, tanto, que a casi treinta años la imagen permanece inmóvil, su pantalón gris con rodilleras del color de la tierra producto de los juegos, los bolsillos abultados con ¿quien sabe que tesoro guarda cada uno? Mira cada bus que pasa, más no sube a ninguno, es como si esperase algún de recorrido inexistente, de seguro no hay deseos de ir a sentarse a su banco del colegio ese día, lo más probable que la playa tire mas, la camisa blanca, en un costado fuera del pantalón, de seguro el arreglo de la madre duró tan solo un par de minutos.
Que el refrán dice que “la risa abunda en la boca de los tontos” es cierto, en este caso tanto los que lo observan desde la micro o desde el mismo paradero no pueden frenar sus sonrisas y es probable que cada uno recuerde aquellos años de esa exquisita irresponsabilidad que es ser niño. Es la imagen vista a través del cristal del bus viñamarino, que retrotrae a la lejana niñez
La corbata ha sido corrida hacia abajo, el nudo mira a un costado, que cosa tan molesto ir en verano a la escuela con la corbata, esta aprieta el cuello del niño, esta la mueve de izquierda a derecha, el botón superior de la camisa ha sido desabrochado, los zapatos que originalmente fueron negros, están ya cafés, como si hubiese estado jugando horas a las bolitas o una pichanga de fútbol.
La chaqueta, la chaqueta es todo un poema, de color azul piedra, no están todos los botones y (creo que me queda por recordarme a alguien tan cercano) los bolsillos están llenos de algo insospechado, busco su bolso, no existe, pero,............solo tiene un cuaderno, nada mas que uno y sus hojas parecen un repollo muy crespo, caramba me digo, un cururo cualquiera, sus manos libres para usarlas en cualquier cosa menos en sus útiles escolares.
Mira a todos lados, su micro pareciera nunca pasar a pesar que ya se han detenidos todas las posibles de los distintos recorridos, sobresale su peinado y su cuaderno, pelo tieso, despeinado, en el bolsillo superior de su chaqueta enrollado con sus hojas como pétalos de crisantemos chascones, como un pergamino antiguo va su cuaderno, metido dentro del bolsillo mas pequeño, no en la mano, ni siquiera en el bolsillo grande sino, ahí, en su bolsillo cercano a su cuello, las sonrisas de quienes lo miran es amplia tanto así que creo nadie le dice nada solo se le mira y con miradas cómplices mueven la cabeza los pasajeros y quienes esperan por el micro que suba hasta el cerro en que habitan, alegra la mirada de los preocupados que van o vienen de sus responsabilidades de personas adultas
El bus en que vamos se ha llenado por lo que el conductor comienza a avanzar lentamente, el niño queda abajo esperando otra que quien sabe si lo lleva al colegio o a su casa, quienes han reído por la escena que brindo el pequeño es posible se hayan recordado de alguna maldad de aquellos años tan cortos en que se es niño.
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