Dicen que no hay espera más larga que aquella que se hace mirando a un reloj. Son esas malditas manecillas que no avanzan como corresponde, o quizás es el diminuto eco que cala hondo en la espera, justo entre medio del tic y el tac.
Dicen que cuando uno ha esperado lo suficiente, y científicos sin renombre lo afirman, las palpitaciones cardiacas se coordinan con el reloj con una precisión escalofriante. Extrapolando aquel principio, no es descabellado pensar que una de las mejores formas de ajustar el reloj interno o biológico es esperar a alguien mirando un reloj de pared.
Dicen que una vez sincronizado el corazón, la espera se hace tan insoportable que llegado un momento (generalmente entre el tic y el tac), muchos no aguantan más y ceden a ideas autodestructivas, o pensamientos tan impuros que generan rompimientos, engaños, mentiras, deseos o muerte.
Dicen muchas cosas de la espera, mas yo dejé de mirar el reloj hace años. Ahora paso directo por la sala y sin detenerme hasta la puerta, ignorando deliberadamente mi tiempo, y, contemplando el horizonte, me quedo en silencio mientras sopla un brisita cálida y susurrante, y me lleno de esperanzas a ver si apareces de repente y me salvas de esta espera.
|