Fue tan desoladora tu partida, tan calcinante, tan fugaz; pero, ¿hay algo más doloroso que tu partida?... Sí, lo hay… tener esperanzas de que regresarás.
Y es tan mínima esa esperanza, pero tan poderosa, tan angustiaste que me limita, me frena, no me permite caminar, avanzar. Es tan pequeña pero tan grande la esperanza que en mi nevera siempre hay helado de chocolate, no salgo en el día, salvo lo necesario, por si llamas, por si llegas, por si reclamas tu trono; me quedo en línea hasta la madrugada por tu contacto, es tanto aferro a la esperanza que algún tipo de telequinesis he logrado, ya que el timbre suena al menos una vez al día sin haber nadie en la puerta.
Es tan pequeña, pero tan poderosa esta esperanza que me duele más tenerla que tu ausencia. |