Estando con un colega en la presentacíon
de un nuevo tesoro lleno de palabras y
fina retórica, me hallaba sentado en una vieja
sillita de madera, escuchando atentamente
lo que platicaba...
Decía que el título de su nuevo libro, se lo
atribuía a un recuerdo de los tiempos de su
bella juventud, como ha de ser, en su colegio existía
una chamacona de excelsa belleza
integral que le móvía las fibras y le despertaba
su más profundo deseo
precoz sexual, a decir verdad
comparado con ella, el era de una perfecta
fealdad y por esa
sencilla razón nada pudo ser.
Por tal motivo y en honor a ella, decidió
remembrar e imprimir en un librito parte
de su pequeña historia y bautizarlo con la frase
que al caminar pensando en ella solía decir
como sutíl y espiritual mantra...
Que metumbe, ¡Ojalá metumbe!