El sordo no podía encontrar la chapa de la puerta, por la gran cantidad de alcohol que poseía en su languido cuerpo, vivía sin miedo, se acercaba a la ventana para mirar a su vecina la Julia, aun la amaba a pesar de haber terminado ese idilio hace más de dos años, Miguel el sordo, así le llamaban, no nació así, quedo sin poder oír después de su accidente que le reventó los timpanos, mecánicamente hablaba con sus manos, sus gestos tan bien planteados.
Una noche sonó que estaba sano y no era un adicto a la bebida alcohólica, vio a los niños jugando a su rededor estaba su hijo Marcos en la mesa y su esposa abría sus brazos para capturarlo, al despertar sus lágrimas no le daban tregua, que pudo haber pasado en tan poco tiempo, ya casi no lloraba de amor desde que su esposa se había ido para siempre, recordó a sus cuatro hijos, de los cuales ve solo a tres, la realidad es dura, ha pensado en morir en este último tiempo, para fortalecerse tomo la bebida...
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