Y ella le preguntó - ¿Qué tanto me quieres? - luego de un instante, él respondió con un brillito en sus ojos levemente humedecidos y una mueca parecida a una sonrisa, un tanto frenada por la de pena de no poder hacer real su deseo:
“¿Sientes mi amor por ti en mi mirada? quizás ella te responda mejor que mis palabras, ¿Sientes mi deseo en un abrazo?, quizás ellos te lo expliquen mejor, ¿Sientes mi incondicionalidad en una sonrisa cómplice?, quizás ella te aclaren mejor lo que eres para mí; pero sí lo que buscas es una oración o palabras de mi boca, haré lo mejor que pueda.
Me haces sentir como un niño en el día de navidad, así tal cual, como el 24 de diciembre, deseando que el día corra raudo para que al llegar la media noche comenzar a abrir los regalos que santa había dejado; me haces sentir la emoción de un infante que sale al encuentro de un tesoro pirata enterrado en el patio de su casa o la impresión del niño que ve por primera vez una estrella fugaz.
Si quieres que te diga cuanto es lo que te quiero no creo que un “mucho” sea bastante, sólo sé que es lo suficientemente grande para buscar tu felicidad y no la mía, que si por mí o mi causa, o parte de ella tu vida se oscurece y no puedas ver la luz del día en mis besos, partiré lo más lejos para que tú puedas sonreír en paz, es tal el aferro tanto el amor por ti que sonreiría al verte con otro si es que eso te hace feliz, es tanto amor lo que quiero darte, y hay en mí, que estaría dispuesto a dejarte si me lo pides para que puedas sonreír; estaría dispuesto a dejar de esperarte con tal que no sientas la angustia de la incertidumbre y la congoja frustrante de no poder decidir.
Sí, te quiero, pero no obsesivamente, no quiero ser tu dueño, quiero ser tu compañero, no quiero ser tu macho, quiero ser tu hombre, no te quiero presa en mis brazos, te quiero libre en una caricia y te quiero para los dos, por que nada me haría más rebosante de alegrías que tú felicidad irisada en tus ojos por que simplemente estás junto a mí… ¿Respondí tu pregunta?”
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