Prefacio
Su rostro estaba muy cerca del mío, tan cerca que podía sentir su aliento rozando mi cara. Trate de no pensar en nada pero se me hacía imposible. Mío, mío, mío. No estaba del todo cuerda, pero tenía que ser mío. Soy una egoísta pero siempre seré así.
-Me gustan las egoístas- y se acerco su rostro aun más al mío. Pocos centímetros separaban nuestras bocas. Yo jamás he besado a nadie, pero siempre me lo imaginé.
-Valla coincidencia, yo tampoco he besado a nadie- sonrió aun mas con ganas y sus ojos marrones se quedaron paralizados en mis labios. Mis brazos abrazaron su cuello, y mis manos- impulsadas por el instinto- se entrelazaron en su cabello marrón. Me abrazó con fuerza la cintura y me beso apasionadamente.
Capitulo 1: Mi pesadilla
La luna llena iluminaba el suelo mortecino del bosque, los búhos cantaban sus serenatas nocturnas mientras el lago reflejaba apenas el contorno de la luna. La mujer se hallaba sentada a la orilla del mismo mientras miraba su desgarbada figura blanca. Una pequeña luz provenía de su mano, era un hermoso anillo de plata con un rubí en el centro. Detrás de ella la observaba impaciente un espectro de sombrero y chaqueta. Ella se voltea y la pesadilla se termina. -¡Mi señorita!, es tiempo de que se levante- me comunica la criada -¿Que ocurre Catalina?-Exclamé -Otro esclavo murió en el bosque-dijo catalina con cierto dolor en el rostro ¿En el bosque?- pregunte alarmada –Como le eh advertido todos estos días señorita , hay una criatura temible en el bosque y su padre teme por tus vidas- me miró seria, cuando conocí a catalina siempre pensé que sería una persona cálida y amorosa la perfecta criada, pero ahora me doy cuenta de que es egocéntrica y egoísta. –Puedes retirarte Catalina- me limité a decir, la verdad me sentía cansada por la pesadilla de ayer, que significara el bosque, yo y aquella figura extraña… …-¡Alba, Hermana mía! ¿Cómo has pasado la noche?- pregunto Elizabeth -Bastante bien, ¿Por qué la pregunta?- la mire extrañada -Porque anoche se escucharon unos ruidos extraños en tu cuarto, mi padre entro y te encontró con esto en las manos- me enseño un hermoso anillo de plata con un rubí oscuro en el centro. – ¡Eso no es mío!- dije resignada, era hermoso pero no se me hacia familiar… Hasta que un Dejavú invadió mi mente y me di cuenta de que exactamente era, el anillo que poseía en mi sueño. El terror floreció en mi rostro, ¿cómo soñé algo y apareció en mis manos al día siguiente? No soy de esas personas que creen en cosas sobrenaturales, pero definitivamente era el anillo de mi sueño. Camine hacía mi hermana y le arrebaté el anillo de sus manos, era de mi pertenencia. Elizabeth salió del cuarto sin pronunciar ninguna palabra. Me puse el vestido color rojo oscuro que hacia juego con el rubí y salí de mi cuarto. –Buenos días cariño- Me saludo mi padre al verme entrar al gran salón -Buen día padre- le hice una reverencia y me senté a desayunar -Por lo que veo, te gusta mucho ese anillo… ¿se puede saber quién te lo dio?- pregunto mi padre algo preocupado… pero no podía contarle que era parte de un sueño -La verdad es que lo encontré cuando venía de regreso del sastre- mentí -Es raro, nunca vi ese anillo entre tus pertenencias- Mascullo mi hermana con un pedazo de pan en su boca -¡Elizabeth!, que malos modales tienes-dije entre risas- no se habla con la boca llena-y una sonrisita de suficiencia se extendió por mis labios. –Jajaja-rió mi hermana sarcásticamente. Cuando todos terminaron de comer, me levante de la mesa sin muchas fuerzas. Ese día me sentía increíblemente cansada.
Me fui a caminar por los jardines de nuestra mansión, hoy el día no era muy caluroso, perfecto para ir a dar un paseo. Catalina insistió en acompañarme, aunque no se habían encontrado cuerpos de esclavos en el jardín, quedaba muy cerca del bosque. –Señorita Alba, ¿ya ha pensado usted en contraer matrimonio?-Dijo catalina con voz meditativa. Esta pregunta me agarró por sorpresa, de niña siempre me imagine un príncipe azul destinado a estar conmigo. Pero hasta ahora los únicos pretendientes que tengo son los hijos de los amigos de mi padre. Los cuales la mitad me parecían más que otra cosa mis hermanos menores. –La verdad es que no he pensado eso en profundidad- respondí -Pues usted ya va teniendo edad para casarse, pronto cumplirá sus dieciocho primaveras y si no se apresura se convertirá en una carga para su padre- dijo sabiamente, no quería casarme en este preciso momento, soñaba con ir a la nueva tierra, viajar en un gran barco, y ver con mis propios ojos aquel nuevo y misterioso continente. –En estos días, mientras usted se encontraba con su padre unos caballeros vinieron a verlas. A usted y a la señorita Elizabeth- dijo con un tenue rubor en el rostro. A juzgar por su expresión esos caballeros debían ser apuestos. –Yo veré catalina, ¿no es el sábado la fiesta de mi padre?, Seguramente eran los hijos de algunos de sus amigos lejanos. Ellos harán acto de aparición si mi hermana y yo les interesamos-Dije distraídamente. No tenía ni idea de quienes se trataban, la verdad era muy poco probable de que me gustasen. Los gustos de mi padre, nunca fueron buenos con respecto a los pretendientes. –Señorita alba, usted y su hermana tienen que casarse enseguida o serán una carga para su padre-dijo catalina con voz petulante -Catalina, deja la envidia-dije agresivamente, aquel comentario me saco de mis casillas- Yo me puedo casar con el hombre que yo desee puesto que soy joven y absolutamente deseable. Los hombres desde que tenía 14 años me ven hermosa y moriré hermosa- al culminar esta frase Salí con la frente en alto de jardín. Me senté cinco minutos en el gran sillón rosado de la sala de estar, poco a poco mis parpados se iban cerrando contra mi voluntad. Sentía un peso enorme sobre mí, una fuerza aplastante. Minutos después no sentí más que una calma y paz en mi cuerpo. No podía ver nada todo era oscuridad, hasta que el panorama se fue iluminando poco a poco. Me vi a mi misma sentada en un escritorio llevaba puesto mi ropa para dormir. Estaba leyendo una carta con los ojos llenos de lágrimas. Me moví sigilosamente sobre el suelo marmoleado una habitación que no era mía, me di cuenta de que podía atravesar las cosas y que yo misma no me podía ver. Camine un poco más hacia mi escritorio y leí lo que me habían escrito: “El anillo es la clave Alba”
Me desperté en el sillón de la sala algo confundida. Las cosas no estaban muy claras para mi ¿qué significaba el anillo? La pesadilla de anoche fue frustrante pero el sueño de la siesta fue peor… meditativa fui a mi cuarto cuando escuche gritar a mi padre de emoción…
-¡Elizabeth Elizabeth!, que buena noticia, la fiesta que daré este sábado será muy importante para vosotras- dijo mi padre con una sonrisa enorme. -¿Por qué?- pregunto mi hermana algo distraída, pero pude observar un atisbo de miedo en sus ojos. Mi hermana y yo no éramos muy unidas pero siempre contaba con su apoyo. ¿Qué sabrá mi hermana que tiene tanto miedo a la fiesta del sábado? Hoy es jueves, y los criados andan locos preparando la decoración y la casa. Mi padre tiene algo entre manos, es siniestro y mi hermana sabe que es. Es algo para nosotras dos, Elizabeth nunca fue fuerte, pero si tengo que proteger a mi hermana lo hare. Sea lo que sea que me espera el sábado, estaré lista para lo que pase.
Capítulo 2: El Baile
Desperté con la frente empapada de sudor, mi cama era un desastre ¡valla que calor hace!; fue el único pensamiento que logro ingresar en mi cabeza. Estaba cansada, me dolían los huesos ¿Qué diablos me ocurre? ¿Por qué amanezco tan adolorida si dormí bien anoche? Pues hoy tenía que lucir radiante, era el día del juicio final, el baile de mi padre. Salí con mi dormilona, estaba muy hambrienta como para ir a cambiarme, lleve mi desayuno a mi cuarto y catalina me sermoneó que no puedo salir en esas prendas por la casa. Mi hermana estaba nerviosa, se ponía y se quitaba la ropa, buscando los mejores accesorios que combinaran con su color de pelo, ojos, piel y además la hiciera parecer desinteresada, toda una mujer de altura vestida bien de pies a cabeza. –La seguridad en uno mismo no se gana con un buen vestido- le dije a mi frenética hermana. –Por dios Alba, ve y vístete ¡los invitados llegan en tres horas!- dijo mi hermana con una expresión desquiciada en su rostro. –Cálmate Elizabeth, todo va a salir bien… dudo que nos desposen en un simple baile- dije con una media sonrisa en la boca. –Vete ya hermana, no me recuerdes lo que de verdad va a pasar en el baile- dijo Elizabeth sin ningún atisbo de burla en su rostro. Me dirigí lentamente a mi cuarto, no quería ganarme una pelea con Elizabeth, trate de evitar a catalina ya que dos sermones en un día no son encantadores. Fui directamente al closet, sabía perfectamente que ponerme, el problema era yo. Me pare en frente del espejo con tan solo en ropa interior, observando cada uno de los detalles en mi cuerpo. ¿Seré tan perfecta como mi padre dice o tendré algún defecto?... dios que dilema, los nervios pueden llegar a destruir cualquier cosa, si a eso incluimos la seguridad en uno mismo. Para recuperar mi integridad empecé por detallarme; tenía unos hermosos ojos color verde aceituna, enmarcados en unas largas y negras pestañas. Mi cabellera era larga y peinada de un color marrón rojizo. En realidad era bien parecida, piel pálida como la leche y absolutamente llena pecas. Cuando pequeñas Elizabeth y yo imaginábamos que nuestras pecas eran besos del sol. Como algo tan delicado como yo iba a encontrar al hombre perfecto. La pregunta que de verdad importaba era la persona con quien quisiera compartir el resto de mi vida.
Estaba hermosa con mi vestido color blanco, con flecos verdes. Era exclusivo del mejor sastre del pueblo. Estaba lista, pero me sentía inútil. Me puse mis zapatillas que hacían juego con los flecos de mi vestido. Mi cabello estaba recogido en rizos que caían en cascada sobre mis hombros. Una delicada peineta decoraba el moño de mi nuca. Estaba en lo cierto, segura por fuera un manojo de nervios por dentro.
Entre en el gran salón, sentía que vomitaría en ese mismo instante. Todas las miradas se dirigían hacia mí. Estaba claro era linda fuerte y valerosa y por supuesto la más agraciada de las hermanas Gironna. Muchos hombres de dinero se me acercaron a platicar, Elizabeth se moría de los celos. El anillo de mis sueños tenía un color diferente, era de un rojo intenso muy parecido al color de las rosas marchítas. Me sentía un poco mareada, así que me senté en la mesa de mi familia. El salón se veía hermoso, el aire estaba perfumado con toda clase de fragancias exóticas. La luz de la luna junto con las luces de los candelabros hacía un contraste espectacular a la vista. Las paredes color crema destacaban con las bellas cintas de color carmesí pegadas delicadamente sobre su superficie. El suelo marmoleo brillaba reluciente bajo las suelas de los zapatos de los invitados. Había unos cuantos pétalos de rosas en el suelo, que hacían que todo se viera armonioso. Un pequeño latido en mi dedo capto mi atención, el anillo cambiaba de color súbitamente. Lance una mirada desquiciada, no era supersticiosa pero esto era verdaderamente extraño. Vibro violentamente el anillo de mi mano cambiando súbitamente a un color rojo intenso, como la sangre fresca. Mi corazón latía fuertemente contra mi pecho, sentía miedo, mucho miedo. Y entonces lo vi, aquel bello hombre que entro al salón- está demás de decir que me sonrojé al instante que nuestras miradas se encontraron-. Llevaba puesto un traje hermoso, era azul marino con rayas blancas. Su saco estaba abotonado hasta el centro del pecho, con la intención de dejarle ver la camisa que tenia por debajo. No traía una corbata-como es debido- más bien portaba un sombrero que hacia juego con sus zapatos- de un color negro como el azabache- sencillamente hermoso. Sus ojos verdes fueron lo que más me llamaron la atención, tan intensos, tan increíblemente profundos. Pero se veía destellar una emoción, ¿tristeza? ¿Aquel bello hombre sentía tristeza? Mi dedo empezó a arderme, cuando me di cuenta de que el caballero que acababa de llegar se aproximaba a mí. El pánico invadió mi cuerpo, ¡O por dios, el hermoso Hombre se me está acercando! Una sonrisa burlona se escapo de los labios. Pero luego fue sustituida por una mueca extraña al ver el anillo de mi dedo. Extendió su mano cortésmente y yo la tome. Nos miramos ingenuamente, parecíamos dos conocidos saludándonos. Ninguno pronuncio palabra alguna, y a mí no me molestaba observarlo. Lo detallé por completo, su rostro era simplemente perfecto. Su barba estaba comenzando a crecer, se podía apreciar de cerca los vellos puntiagudos, su cabello de un color marrón chocolate laceo como la seda, su nariz era recta pero grande y sus cejas eran pobladas. En fin su rostro era absolutamente armonioso, pero no me podía dejar llevar por un simple rostro lindo.
-¿Te gustaría ir al balcón bella dama?- dijo con una voz tan encantadora, que me dejo petrificada. Sonreí educadamente, asentí mirando al suelo-como es debido- y lo seguí a una distancia prudencial hacia el balcón solitario a unos cuantos metros del salón.
-Hermosa noche, ¿No lo cree señorita?- dijo algo melancólico, No lo entendí pero me entristeció verlo de esa manera.
-Pues, no se me permite estar con extraños, no sé porque accedí a acompañarle. Buenas noches- dije, solté su mano y me fui contando los pasos… Sabía que en poco tiempo me llamaría y diría que guardara esta velada como secreto.
-¡Espere!, no tiene que ser tan cruel con este pobre servidor, y si nos ponemos a analizar, su padre organizó esta fiesta en su nombre y en el de su hermana-Dijo sonriendo gentilmente. Coloque mi mano derecha en el rostro para disimular mi sonrojo, mi anillo quedo expuesto a su vista. Se acerco lentamente, tomo mi mano y una mirada de odio y desesperación broto de sus bellos ojos. No comprendía para nada el porqué este hombre me miraba así. Simplemente era un anillo, con mi mano izquierda retire lentamente su mano, pero esta no se movía de su sitio. Parecía muy decidido a tomar mi mano y observar la tenue joya que brillaba con el resplandor de la luna.
-¿Porqué me vez así, odias a los anillos?- dije con voz queda mientras le acariciaba el rostro. El no se volteo a mirarme, seguía perdido en sus pensamientos observando el anillo de mi mano derecha. Retire lentamente mi mano y cortésmente me despedí, mientras que este solo me hizo un gesto con la mano, volteándose por completo. Regresé a la fiesta donde otros caballeros se mostraban interesados en mi presencia y yo absolutamente contenta siendo el centro de atención.
-Baile con migo- me ordeno aquel extraño hombre que deje en el balcón.
-Será un placer- dije sonriendo falsamente mientras me lanzaba a sus brazos. Volamos sobre el suelo marmoleado, como aves danzando en el viento. Sus brazos se adaptaban perfectamente a los míos, nos sabíamos de memoria los bailes, la música nos envolvía por completo y se sentía tan bien. Su olor era espectacular, el mejor perfume para caballeros que jamás había olido en mi vida. Yo lo miraba intensamente, perdida absolutamente en el. ¿Sería el hombre que tanto busqué?, hasta ahora cumplía con las características. Era guapo, serio, Fuerte, sabía bailar y con un poco más de suerte quizás tenga dinero. Sonreí torpemente y el pareció notarlo porque me devolvió la sonrisa. Mi mirada cambió súbitamente pues al verlo sonreír, se veía más hermoso que nunca. Un cabello se movió de su lugar y el tiernamente extendió su mano y lo coloco en su sitio.
-Gracias.-dije con la mirada baja, este continuaba mirándome intensamente, yo ya me sentía algo nerviosa. Mi padre nos observaba con cara de satisfacción… él y yo cruzaríamos unas palabras luego. Ahora lo que tenía en mente era saber de dónde mi padre conocía a este hombre. Era tan misterioso, pero a la vez sensible y carismático. El me ocultaba un secreto, de eso estaba segura. ¿Pero qué cosas habrá hecho este hombre que me intrigaba tanto? Yo no era una detective, eso estaba claro… Pero mi instinto me decía que tenía que investigarlo. Cuando la última nota sonó me despedí gentilmente de aquel hombre y me fui directamente a buscar a Elizabeth. Quizás ella si lo conociera. Salí del gran salón, y me dirigí velozmente a las habitaciones, estaba segura de que allí se encontraría mi hermana.
-¡Elizabeth!- grité, pero nadie me respondía. Estaba un poco asustada, pues ninguno de los candelabros estaba encendido. Algo estaba mal.
-¡Elizabeth!, ¿Dónde estás?- grité aún más alto, pero no conseguía respuesta. El anillo de mi dedo resplandecía como la luz de una hermosa vela. Me sentí un poco débil, algo mareada. Pero continué caminando por todo el recinto. Ninguno de los criados se encontraba. Simplemente yo y el extraño resplandor de mi misterioso anillo. Una niebla espectral rodeaba mi cuerpo. Horrible escalofrío provocado por el terror se deslizo por mi espalda. Entonces lo vi, una Horrenda silueta oscura, parecía un hombre pero con aires de bestia. Yo, aterrada corrí hacia el bosque y tropecé con una piedra, rodando así hasta llegar a la orilla del lago. La luna llena iluminaba el suelo mortecino del bosque, los búhos cantaban sus serenatas nocturnas mientras el lago reflejaba apenas el contorno de la luna. Yo me encontraba sentada a la orilla del mismo y miraba mi muerte inminente. Una pequeña luz provenía de mi mano, era mi hermoso anillo de plata con un rubí en el centro. Detrás de mí me observaba impaciente un espectro de sombrero y chaqueta. Me voltee y el mundo se oscureció por completo. Lo único que podía sentir era el tenue latido de mi corazón contra mi pecho.
Capítulo 3: Sucesos extraños.
Desperté en el suelo del bosque, a la sombra de un hermoso roble. La luz del sol se colaba por entre las verdes hojas. El sonido de los pájaros, me atormentaba y me sentía absolutamente agotada. Mi mente se fue aclarando poco a poco, Mi vestido estaba absolutamente mojado, mi piel estaba humedecida. Me dolía un poco la cabeza y sentía que todo me daba vueltas. Trate de levantarme, pero no pude. Sentía mi cuerpo pesado como el de una roca. Desee gritar con todas mis fuerzas, pero estas se hallaban agotadas y sencillamente la voz no me salía.
-Que bien que hallas despertado- Dijo una voz masculina mientras me acariciaba el rostro. Lo mire directamente a los ojos. Recordaba algo de ellos, anoche mientras corría hacia el bosque, distinguí aquellos ojos verdes tenebrosos y oscuros. Estos se veían un poco más normales. Pero siempre el mismo resentimiento. Tenía miedo, mucho miedo. Su mirada se suavizo un poco. Paso por paso me estabilice, y, hasta que por fin logre sentarme.
-¿Qué me paso?- dije con una voz tan fina, que me sorprendí por su sonido. Me escuchaba débil e indefensa. Yo misma me daba lástima.
-Pues, cuando terminamos de bailar en la fiesta decidiste ir a dar un paseo con migo en el bosque. Tropezaste con una roca y caíste en el lago, yo me sumergí a ayudarte, pues por lo que note no sabias nadar. Salí del agua y me di cuenta que te golpeaste en el brazo, No te quería llevar a la casa pues pensarían mal de mí. Así que espere a que te despertaras, y venos aquí.- Concluyendo su enérgica historia, me di cuenta de que me había mentido con respecto a lo del paseo. Estaba segura que salí a buscar a mi hermana.
-¿Tu me rescataste?- dije con los ojos iluminados, y una pequeña sonrisa en los labios. El se conmovió por completo y me estrecho entre sus brazos, tomo mi rostro entre sus manos.
-Te juro, que nunca más te pasará nada, siempre estaré ahí, a tu lado- dijo, y en seguida me desmaye.
Era de noche cuando volví a despertarme, esta vez algo más activa, sentía que podía nadar con una mano atada a la espalda. Un extraño sabor surcó por mi boca, y sentía los labios y la piel cercana a la boca mojada. Eso era extraño. Logre aclarar la vista y me percate que seguía aún en el bosque. Mi padre debía estar increíblemente preocupado al igual que mi hermana. Quizás hasta ya estén buscándome por los alrededores. La luna se encontraba en su máximo resplandor, es decir que me proporcionaba una excelente vista. Con mi mano izquierda atrape con la yema de los dedos el extraño líquido que tenía en los labios. Cuando enfoque bien la vista en la sustancia viscosa, el pánico invadió mi cuerpo. Era sangre, dulce e inminente sangre. Me levante lo más rápido que pude, sencillamente tenía que salir de ese lugar y llegar a la seguridad de mi casa.
-¿A dónde crees que vas?- susurró una voz masculina detrás de unos arbustos.
-Por favor, no me haga daño- supliqué llena de terror.
-¿Porqué he de hacerte daño encanto?- dijo sarcásticamente la voz
Un aullido penetró mis tímpanos y caí adolorida al suelo. Ambas manos cubrían mis orejas pero el sonido no disminuía. ¿Qué demonios estaba pasando?, otro aullido se sumo al anterior atormentando la poca integridad que me quedaba. El miedo me paralizó dejándome estancada en el suelo. Veía mi vida por delante, los hermosos momentos que viví junto a mi familia. También recordé a mi madre al recordarla me percate de su collar favorito. La piedra era idéntica a la de mi anillo, trague saliva, quizás mi madre murió como yo moriré ahora. Devorada por criaturas temibles. Lloraba sin ninguna expresión en el rostro sencillamente las lagrimas caían. Gruñidos y sonidos de rasgaduras se escuchaban por doquier acompañados de esos horribles aullidos. Me tranquilice un poco y lentamente me fui levantando del suelo. Sin emitir ningún otro sonido además de mi respiración y el latido de mi corazón camine lentamente por las hojas y suelo pedregoso del bosque. Trate de ubicar el sendero hacia mi casa pero no podía ver nada. La luna se había escondido detrás de unas gruesas nubes negras y todo había quedado oscuro. Lo único que me ayudaba era el anillo que brillaba como nunca, a su máxima intensidad. Respiré profundamente y decidí esperar a la mañana siguiente para regresar. Los aullidos y la obvia pelea habían terminado.
-¡Mujer!- gritó una voz a quien reconocí como el chico de la fiesta
-¡Auxilio!- grité con todas mis fuerzas-¡Aquí, aquí estoy!
-¡Tranquila, Ya estoy cerca!- dijo la fuerte voz varonil y la verdad es que se escuchaba más cercana a mi posición.
Unos brazos rodearon mi pecho y yo me sentí más segura.
-¿Qué fue todo eso?-pregunte a la nada, la verdad no veía al sujeto pero sí sabía que se encontraba allí.
-Pues, presenciaste una pelea de perros del bosque.
-¿Perros del bosque?-
-Pues sí, son criaturas muy comunes y se reúnen a cazar por estas zonas frecuentemente, aúllan a la luna y hubo una interesante pelea-
-Quiero irme a casa, por favor guíame hasta el sendero y yo misma lo sigo sola- le imploré.
-Me temo que no es posible, pues en las ropas que te encuentras pensaran que fue usted la que combatió contra los perros- dijo en un tono burlón
-¿Cómo me puede ver sí todo está completamente oscuro?-
-No se ofenda señorita, solo le digo la verdad. Le propongo algo, venga conmigo a mi humilde morada y se puede cambiar de ropas, comer algo y en el camino inventaremos una escusa para su padre, podrá ir limpia, reluciente y actuar mejor que como se encuentra ahora- dijo en un tono muy cortés, y cuando mencionó lo de la comida me di cuenta de que me moría de hambre.
-Pues, es muy amable. ¿Solo será por esta noche verdad?- dije algo dudosa, me puso muy nerviosa la idea de quedarme en la casa de un hombre tan apuesto como era este. Yo no lo conocía muy a fondo… ¿Y sí era el famoso acecino que el periódico relata?, mejor me iba tal y como estaba a mi casa y le invento una escusa barata a mi padre.
-Solo sería una noche, y le prometo que nada malo le ocurrirá a su persona. Ha pasado dos días conmigo y sigue si se puede decir sana y salva- dijo adivinando mi pensamiento. Era inteligente de eso no hay dudas, y muy caballeroso pues otro hombre me hubiera hecho algún tipo de daño y yo me sentía muy bien hasta ahora o me hubiera dejado tirada en el suelo del bosque para que los perros salvajes me devoraran.
-Pues, ¿qué decide señorita, acepta mi invitación?- dijo y su mano sujeto mi mano izquierda. Esa sensación tan satisfactoria, el me hacía sentir tan segura y protegida, su personalidad lo hace tan dulce y valeroso. Sí mi padre se enterara de todo lo que hizo por mí quizás me despose con él y seríamos felices para siempre. Encontré al hombre que quiero y lucharé por él.
-Está decidido, me voy con usted- dije con una sonrisa invisible a sus ojos.
-Pues, espero que no le moleste si la cargo al final del bosque, le pedí a mis criados que trajeran mi mejor carruaje y a los más fuertes caballos que poseo- dijo eufórico y yo podía sentir esa emoción.
Me tomo delicadamente entre sus brazos y súbitamente me alzo del suelo, me cargó como una madre mece a su pequeño bebe, me sentía tan delicada. No sé en qué momento me quede dormida pero el trayecto de donde nos encontramos hasta donde estaba el carruaje se me hizo muy corto.
-Despierte por favor- me dijo dulcemente depositándome en el asiento.
-Valla, me siento muy cansada, aún no se tu nombre. El mío es Alba Isabel Gironna Infante- dije extendiendo mi mano firmemente.
-Hermosa dama, hermoso nombre. Me llamo Sir Marco Alberto Galés Vizyala III. Conde de Villa Azul.- y beso mi mano tiernamente.
Capítulo 4: Pesadillas Reales.
Marco, ese nombre me sonaba familiar… Pero mi mente estaba sobrecargada de emoción y me sentía rebelde. Una señorita de altura, montada en un carruaje de un hombre extraño sin ir a su casa por dos días. Eso sí era temerario, sonreí y Marco pareció darse cuenta.
-Sí se me permite saber, ¿de qué se ríe?- dijo divertido, creo que le gustan los chistes y lo más exquisito de todo es que yo también los disfruto.
-Nada, solo tonterías mías- dije sonriéndole, me daba un poco de vergüenza decirle que me sentía estúpidamente temeraria. La luz amarilla de la lámpara iluminaba a la perfección el blanco interior del carruaje. El tapizado de las paredes era de un blanco perlado- no pude distinguir la tela, era bastante hermosa parecida a la seda pero sin tanto brillo- La tela de los asientos era suave y reconfortante, si no fuera porque dormí todo el día ya estuviera descansando sobre sus acolchados cojines.
-Dígame Alba, ¿Cuántos Años tiene?- dijo Marco algo serio.
-Dieciocho- respondí sin mucho interés, no quería conversar la verdad estaba un poco asustada. Temía que mi padre me diera por muerta y no se aferrara a la esperanza.
-Alba, ¿Porqué acepto venir conmigo?- dijo Marco con una mirada oscura.
-Pues, usted me convenció de venir- dije. El miedo empezó a rondar mi cabeza, mi corazón latía con fuerza contra mi pecho. Yo trate de ocultar la mirada con una sonrisa, una falsa, fría y condescendiente sonrisa. Él suspiró al ver mi reacción, el miedo se fue disipando y ahora me daban muchísima curiosidad los cambios de humor de este hombre. ¿Por qué me intrigaba tanto? Quizás su forma de ser lo más extraño del asunto. El carruaje se detuvo y sus ojos me petrificaron por completo. Su mirada estaba completamente llena de odio y repulsión, quería llorar en ese preciso instante.
-Me temo que tenemos que detenernos aquí Alba- dijo marco apartando su mirada de mi adolorido rostro. Yo asentí sin emitir ni una sola palabra y él se bajo del carruaje. Las velas de la lámpara se apagaron, pero no rápidamente más bien la flama se fue disminuyendo hasta que se apagó. Mi anillo brillaba a su máxima intensidad otra vez y mi mente vagaba hacia lo peor. Maldita sea decía mi fuero interno yo jamás creí en los fantasmas o en lo sobrenatural pero esto para nada es normal. Desde que encontré este maldito anillo todo lo que me ha ocurrido es absolutamente anormal. Lentamente se abrió la puerta del carruaje, una fría brisa se deslizo suavemente por mi rostro, más bien parecía una caricia. El tenue resplandor de la luna llena se colaba por las negras ventanas del carruaje permitiéndome ver la figura espectral de una mujer sentada en el otro asiento. Trague saliva, solo quería gritar ¡un fantasma en el carruaje auxilio! Como eco de mis pensamientos la vela de la lámpara se encendió bruscamente dando lugar así a la imagen de mi madre sentada en frente de mis ojos.
-¿Madre?- dije con los ojos llenos de lágrimas, mi corazón latía desbocado contra mi pecho lo único que tenía en mente era el vago recuerdo de mi infancia. Su imagen era clara llevaba el mismo vestido que cuando la enterramos en su enorme ataúd.
-Alba, mi pequeña- pronunció el espectro dulcemente.
-¿Qué haces aquí?- dije en un hilo de voz
-Vengo a advertirte sobre la maldición, ¡La Vendetta Alba!- Gritó
-No sé de qué me hablas.
-El Rubí Infante, La Vendetta, la maldición ahora te ha tocado a ti.
-Madre, no sé de qué me hablas, ¿Qué maldición?- dije horrorizada.
-El anillo- dijo y desapareció junto con la luz de la vela. Grite con todas mis fuerzas y la pesadilla acabó.
-Buenos días Alba- dijo Marco con una sonrisa en el rostro
-Buenos días- dije sin mucho ánimo.
-Hermosa mañana ¿no lo cree?-
-Bastante- dije sin ánimos, la verdad no tenía ni idea de que se trataba el sueño. ¿Qué quería decir mi difunta madre con la ‘Vendetta’? ¿Por qué traía un rubí en el pecho similar al de mí anillo? … Muchísimas preguntas surcaron mi cabeza, pero no tenía la fuerza suficiente como para contestarlas. Sólo quería llegar a mí casa, abrazar a mi hermana y besarle la frente a mi padre.
-¿Falta mucho para llegar a su casa?- le dije a Marco rompiendo el incómodo silencio entre nosotros.
-Nos falta diez minutos de camino exactamente- dijo mirando su viejo reloj de bolsillo.
-¿En qué ciudad nos encontramos?
-Granadilla, se encuentra a diez minutos de Villa Azul.
-Nunca había salido de Madre Perla antes- dije con una sonrisa en el rostro. A él pareció gustarle porqué soltó una risita angelical.
-Pues me parece bien que yo te otorgue el placer de salir- dijo con una enorme sonrisa en el rostro. Se veía hermoso y cautivador, nada de dolor o ira en sus verdes ojos. Únicamente un atisbo de tristeza pero fueron rápidamente superados por felicidad. A él le complacía verme sonreír y era un sentimiento compartido.
-Siempre soñé con ver el mundo.
-Pues no te pierdes de mucho, América no es como todo el mundo se la imagina- dijo aburrido. Claro qué es como todo el mundo se la imagina, una tierra llena de oportunidades, De hombres millonarios y sobre todo buenos esclavos. ¿Qué más quisiera yo? Sonreí otra vez y él se alegro de nuevo.
-Sí algún día te vuelvo a ver, te prometo que juntos visitaremos América- dijo con los ojos llenos de ilusión.
-Gracias-dije bajando la mirada al suelo, esta vez no fue por educación. Sentía mucha vergüenza ¡era la primera vez que pasaba una noche con un caballero! Se me escapó otra sonrisa y el pareció notar mi rubor y mi estúpida sonrisa.
Tomó mi rostro y yo automáticamente alce la mirada, tragué algo de saliva pues tenía su cara a centímetros de la mía. Sentía su aliento, olía exquisito era como una mezcla de lilas con lavanda. Yo estaba absolutamente hipnotizada, despacio se separó de mí pero tomó mi mano.
-Ya llegamos- susurró
-¡Esplendido!-dije con una enorme sonrisa en el rostro
No era lo que había imaginado, ¡era muchísimo mejor! Su casa era enorme mucho más grande que la de mi padre. Poseía en la parte exterior un hermoso jardín lleno de rosas y tulipanes. Tomo una de las rosas más hermosas y me la dio como obsequio. Sonreí estúpidamente y me ruboricé. Cuando entramos el olor de la madera quemándose y el de velas con fragancias inundó mi nariz.
-Huelen delicioso, ¿qué son?-pregunté maravillada
-Son velas e inciensos hindú, de mi último viaje- dijo con una media sonrisa en el rostro.
Recorrimos su sala de estar, era inmensa con unos hermosos muebles color marfil y almohadones negros. Las paredes eran de un color crema y hacían contraste con el suelo marmoleado negro. Tenía un enorme candelabro llenos de grandes y diminutos cristales que caían en cascada e iluminaban todo a su alcance. Poseía muchas estatuas unas eran de bronce, otras de piedra caliza perfectamente talladas. Estaba absolutamente maravillada con la casa de este hombre. Además de tener muchísimo dinero tenía un excelente gusto.
Hubo una habitación que llamó mi atención, la puerta no era blanca como las demás, nada de graciosidad. Más bien parecía de teca y algo gastada. Él siguió la trayectoria de mi mirada y descubrió en lo que estaba pensando.
-Por lo que más quieras, no entres a esa habitación-dijo con una expresión tan fría que un leve temblor recorrió mi cuerpo. No aligeró la mirada y yo me encogí de hombros, lo último que quiero hacer ahora es ver que está detrás de esa puerta.
Capítulo 5: La posesión de Valentina.
Caminamos lentamente por un largo pasillo, hasta el final del mismo. Abrió una puerta y me guió al interior de la habitación.
-Espero que no te incomode usar los viejos vestidos de mi hermana, ella ya no vive aquí- Dijo señalando un viejo armario de roble.
-No te preocupes, dije mirando al suelo avergonzado. Quizás fue una buena idea tratar de llegar a mi casa yo sola.
-Bueno-dijo ruborizado- yo me voy para que te puedas vestir- y se le alzaron las comisuras de sus labios. Mis ojos se abrieron como platos y mis mejillas se inyectaron de sangre. El salió lentamente y cerró la puerta. Yo le puse el seguro, no confiaba lo suficiente en él. Abrí el armario y me maraville con los vestidos que tenía guardados. No podía creer que eran viejos, mi vestido que solo tenía tres días de fabricado parecía un trapo en comparación con las bellezas guardadas en este closet. Un vestido llamo mi atención, tenia incrustaciones de rubíes y era blanco perla y rojo color sangre. Me quité mi viejo vestido para colocarme el nuevo. El corsé era de un color blanco con perlas en vez de botones. Me puse la parte de abajo y la tela era satín, brillosa y esplendorosa. La parte de arriba del vestido, dejaba ver parte algo de la falda blanca, que a la perfección hacían juego. Bien, ahora le tocaba a mi cabello… Busqué en una mesilla con un cajón algún cepillo, pero encontré algo mejor. Perfume, talco, rubor y lápiz labial. Todo lo que una señorita desearía tener. Me puse unos pendientes, eran unas perlas que hacían juego con el vestido. Cepille y trence my cabello, no tenía ganas de llevarlo suelto. El sujetador que traía en el cabello estaba roto, quizás por las horas acostadas en el suelo. Lo saqué y lo coloqué en adentro de la gaveta. Sí jamás nos volvíamos a ver, quería que guardara esto para que me recordara. Me espolvoree la cara y me mire en un enorme y antiguo espejo. Me percate que era idéntica a mi madre, sólo que mi cabello era más claro y mis ojos eran verdes. Pero era la viva imagen de Valentina Infante. Me armé de valentía y le saqué el seguro a la puerta, la abrí lentamente y caminé por el largo y oscuro pasillo hasta la sala de estar. Él se encontraba de espaldas, Sentado cómodamente en su silla mirando como el fuego hacía añicos la madera. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo, deseaba abrazarlo y sobretodo tenerlo cerca de mí. Él se tensó, y con un movimiento brusco se levantó, me miró de frente, su primera reacción fue abrir los ojos como platos, para luego ruborizarse, una pícara mirada hacia mi corsé hizo que instintivamente cruzara los brazos y este se acerco lentamente.
Se veía tan hermoso bajo la luz de la fogata, me abrazó tiernamente las caderas y me miró directamente a los ojos, oh sus ojos. Eran tan intensos, tan increíblemente profundos. Yo me quedé perdida mirándolos y él suspiró lentamente. Su olor me cautivaba por completo, pero había algo en él que no era normal. Entre cerré los ojos pensando en esto y el abrió los suyos como plato. Me soltó rápidamente y dijo una palabra que frente a una dama no se decía.
-Tenemos que salir de aquí, No nos queda mucho tiempo- mandó con una voz fría como la noche. Confundida me le quede viendo, a juzgar por su expresión, era algo serio. Camine tan rápido como el grueso vestido me lo permitió, no quería arruinarlo era muy bonito como para que se rasgara.
-Espera, ya es demasiado tarde- y se le quebró la voz al final- siéntate en el sillón y no digas nada- me ordenó.
Obediente me senté en el sillón, y traté de no emitir ni un solo sonido, salvo el de mi respiración. Marco se quedó parado junto a la ventana, hizo a un lado las cortinas y la luz solar penetró la habitación. La puerta se abrió de golpe, y dos personas entraron rápidamente, un hombre y una mujer. Se parecían bastante, debían ser hermanos o estar emparentados. El hombre, cuando notó mi presencia, se quedo viéndome absolutamente sorprendido, sus ojos azules, como el cielo en pleno día de verano, me traspasaron por completo y me sentí indefensa. La mujer llevaba un hermoso vestido azul, hacía que el mío se viera estúpido en comparación. Su cabello era tan rubio, que parecía plateado, y liso como las hebras del maíz. Su rostro era redondo y sus ojos color miel. El chico era más hermoso aún, tenía el cabello color negro como la noche, era alto y forzudo. Más alto que Marco. La mujer le agarró la mano a Marco- cosa que me hizo enfurecer- y un raro rubor rojo subió a mis pecosas mejillas. ¿Porqué tendría que importarme si a Marco le agarran la mano? El joven cambió de expresión, ahora parecía divertido al observarme. Intentó dar un paso pero Marco se sentó a mi lado antes de que alguien si quiera se le ocurriera respirar.
-No es quien creen que es amigos míos- dijo Marco con media sonrisa en el rostro. No nos tocábamos, pero sí estábamos muy próximos. Podía sentir el calor que emanaba su cuerpo, su adorable fragancia, que era como una invitación a acercarse. Yo estaba absolutamente callada y miraba al vacio, no quería que se dieran cuenta de que estaba alucinando con Marco. Me atreví a ver su rostro y este ya se encontraba mirándome. Iba a pronunciar una palabra cuando el muchacho de la puerta se me acerco, para luego sentarse en el otro extremo del sofá. La señorita parecía disgustada, creo que ella es la hermana de Marco, y yo estoy usando uno de sus vestidos.
-¿Una Infante Marco?, valla que delicia de mujer- dijo el hombre de cabellos oscuros mirándome con una encantadora sonrisa. Yo me sonrojé y baje la mirada al suelo.
-Ella es la hija de Valentina, Alba- dijo Marco presentándome ante las visitas. ¿Cómo sabían estas personas el nombre de mi madre? Algo raro estaba ocurriendo aquí.
-Valla, Marco. ¿No te cansas de que te rechacen? Valentina nunca te amo, se fue con el tal Giuseppe Gironna, y ella hará lo mismo- dijo la mujer con una sonrisa petulante en el rostro. Le dirigí una mala mirada, estas personas conocían a mi madre y sabían algo de mi padre. Suspiré lentamente y me enderecé más en el sofá.
-Es un placer conocerlos a ambos- dije cordialmente, haciendo una pequeña reverencia con la cabeza
-El placer es mío belleza, mi nombre es Sir Andrés Antonio Galés Vizlaya - tomo mi mano y la besó.
-Es lindo conocerte Alba, mi nombre es Anabela Concepción Marqué de Galés - e hizo una reverencia similar a la mía.
-Bien queridos míos, ¿se puede saber el placer de su visita?- dijo Marco seriamente, parecía nervioso. Tomó mi mano y yo me sentí en las nubes, su temperatura temporal era fresca. Trate de ocultar mi entusiasmo y me salió estupendo. Alzo mi mano lentamente y sus invitados se quedaron impactados al ver el anillo de mi dedo. Sólo se podía escuchar el ritmo de las cuatro respiraciones y un pequeño golpeteo. ¿Mi corazón?
-Marco, por favor no me digas que es el rubí- dijo Anabela con el rostro fijo en mi anillo. El asintió con una sonrisa en el rostro.
-Es el anillo, ¿recuerdan quien lo poseyó por primera vez?- dijo sonriendo y los ojos de Andrés se llenaron de lágrimas.
-Ella es la indicada, es la Infante que necesitábamos- dijo Andrés y rodeó mi cintura con sus brazos. Yo me sentí confundida, no entendía absolutamente nada. Marco gruñó por lo bajo, y me sentó en su regazo. Yo estaba de lo más feliz e instintivamente cruce los brazos a la altura del pecho.
-Es mía Andrés, tú ya tienes a Anabela- así que ella no era hermana de Marco, si no la esposa de Andrés. Valla, creo que por fin entiendo algo de su loca conversación.
-Podemos compartir, sabes que sería la clave para dejar la maldición atrás- dijo Andrés con el rostro sombrío, un escalofrío azotó mi cuerpo violentamente, sentí que algo me caía del cielo. El anillo de mi dedo brillaba tan poderosamente que deslumbró mis sensibles ojos. Mi cuerpo se puso de píe pero yo no quería levantarme, es más me sentía desplazada. Yo no controlaba mi cuerpo.
-Nos volvemos a encontrar- dijo mi cuerpo con una voz sombría. Estaba increíblemente asustada, pero no podía hacer nada. Una extraña fuerza dominaba mi cuerpo.
-Valentina-Pronunció Marco con repulsión en el rostro.
-La misma, en carne y hueso- dijo mi cuerpo con una malévola sonrisa en el rostro.
-Deja a Alba en paz- Exigió Anabela detrás de Andrés
-Bien, entonces iré por mi otra hija, Elizabeth. Uy es verdad, Andrés jugó con ella y la pobrecilla ya está muerta- Dije con un tono desquiciado. ¿Elizabeth está muerta? No puede ser. Tengo que regresar a casa. Mi padre no puede perder a sus hijas así.
-Elizabeth no está muerta, no le hice daño, sólo baile con ella- dijo Andrés fríamente.
-Solo quiero que se alejen de mi hija, mi único retoño de felicidad. Ella es la más fuerte de las Infante, en ella reencarnó el anillo. No quiero que termine como mi madre, o como Isabel. Muertas por la maldición- exclame.
-Yo jamás le haré daño Valentina, Pero tienes razón los celos te consumen. Saber que tu hija es una bruja mucho más fuerte que tú debe ser doloroso- dijo Marco con una seca sonrisa en el rostro.
-Ella no es una bruja, ni nunca lo será- Dije y no aguanté más. Con todas mis fuerzas me concentré en el resplandor del anillo e intente dominar mi cuerpo. Este cayó de rodillas expulsando el ente de mi madre. Marco se encontraba a mi lado entonces y me sujeto por la cintura. Me depositó suavemente en el sillón mientras yo me recomponía.
-Tienes muchas cosas que explicarme- le dije a Marco con el rostro serio.
-Tenemos todo el camino. Andrés y Anabela, les agradezco su visita pero Alba y yo nos vamos- dijo Marco tomándome en brazos. Nos dirigimos a su hermoso carruaje y emprendimos el viaje de regreso a Madre Perla.
Capítulo 6: Revelaciones.
No quería ser muy directa, pero no aguantaba más la intriga ¿Cómo conocía a mi madre? Tenía que pensar muy bien lo que iba a decirle… No quería que me dejara sin información. Me senté absolutamente derecha e incliné la cabeza hacia el techo. Lo hacía cuando era pequeña para pensar las travesuras… Desmenuce lo que tenía en mente y ordene lo que sabía por partes.
Numero uno: Mi madre conocía a Marco, y él le amo.
Numero dos: Existe una extraña maldición en la familia Infante que se manifiesta por un rubí.
Numero tres: Al parecer, la maldición reencarno fuerte en mí.
Numero cuatro: Creo que algún día seré una bruja
Numero cinco: Mi madre puede poseerme, y me ama más que a mí otra hermana Elizabeth.
Numero seis: Me estoy empezando a enamorar de Marco.
Bien, ahora que sabía lo que tenía que saber estaba lista para preguntarle todo lo que quería saber.
-No te preocupes, ya sabes casi todo- dijo Marco haciendo eco de mi pensamiento. Abrí los ojos como platos, esto era imposible. ¿Cómo Marco sabe lo que pienso?
-Bueno, ¿quieres saber la verdad no? No soy humano Alba… Por eso tu madre me dejó- dijo con el rostro dolido.
-¿Qué eres?- pregunte temerosa, siempre pensé que había algo diferente en Marco, pero jamás imagine que no era humano. Tenía brazos, piernas, dos ojos normales. Era un hombre normal.
-Soy un hombre lobo, estoy maldito para siempre- y sus ojos se llenaron de lágrimas. No pronuncié ninguna palabra, estaba muy confundida. Los hombres lobo no existen, ¿o sí?
-Si existimos, pero únicamente son los varones de mi familia; Andrés, mi padre, mi abuelo y supongo que mis hijos si algún día tengo estarán malditos al igual que yo.
-¿Porqué estás maldito?
-Buena pregunta, -alzó las comisuras de los labios y luego continuó- Hace quinientos años vivió una bruja muy poderosa llamada María Valeria Infante. Tenía una gran fascinación con la luna y estaba muy enamorada de un hombre que pertenecía al clero en ese entonces. Su nombre era Ricardo Galés. María Valeria era una mujer hermosa, y Ricardo todo un mujeriego se dispuso a conquistarla. Le propuso matrimonio, el anillo era de plata con un enorme rubí en el centro- baje la vista mi mano derecha y mi anillo titilaba levemente- Ella era absolutamente feliz, comprometida con el hombre que amaba. Ricardo no sabía que ella era una bruja. Y ella estaba dispuesta a que él no se enterara de su siniestro secreto. Un día mientras María Valeria caminaba por el bosque, encontró a su prometido con otra mujer. Enojada acecinó a la mujer y con su sangre maldijo a Ricardo. “De día serás un hombre, pero cuando el sol se valla y la madre luna se alce sobre los cielos, tú y tu descendencia serán lobos por toda la eternidad”. Lo malo es que se maldijo a ella también, ninguna Infante sería feliz con un Galés, y el rubí que posees en la mano es el recordatorio- una lágrima descendió por su mejilla y yo se la aparte con mi dedo pulgar. Entonces soy una bruja poderosa y él es un hombre lobo. Valla junta sonreí y él también. ¡Rayos, olvide que él también puede leer mi mente!
-No me importa ser una bruja- le dije sonriendo-Y técnicamente no soy una Infante, Soy Alba Isabel Gironna- y mi pequeña sonrisa pasó a ser una leve carcajada. Marco me sonrío también, y con muchísimas ganas.
-Eres tan diferente a Valentina- dijo con una sonrisa en el rostro- te pareces muchísimo, pero solo en la superficie. Tu mente es tan abierta, tan expresiva. Para ser mujer eres muy inteligente.
-Gracias- y le hice una reverencia con la cabeza. Así me educaron y así seré. Un pensamiento sombrío llego a mi cabeza como un flash, pero tenía que ocultarlo de Marco. Rápidamente pensé en otra cosa importante, sí yo era una bruja quiere decir que Elizabeth también. ¿Pero, porqué ella no tiene el rubí?
-Porqué, técnicamente ella no es una infante- dijo Marco frunciendo los labios.
Abrí los ojos como platos, ¡Elizabeth es mi hermana! Y por cierto, ¿puede dejar de leer mis pensamientos? Me siento incomoda…
-No puedo evitarlo, es parte de la maldición- dijo Marco con el rostro dolido
-Elizabeth es mi hermana, ¿cómo que no es una Infante?
-Ella es tú hermanastra Alba, ¿No lo sabías?- dijo con el rostro confuso. ¿Hermanastra? Ella era tan hija de mi madre como yo. Hasta que un flash back inundó mi mente. ¡Elizabeth nació un mes después de que mi madre murió! Siempre creí que la muerte de mi madre estaba relacionada con el nacimiento de mi hermana. Esa era la historia que mi padre siempre nos contaba.
-No nació un mes después Alba, Giuseppe engañaba a tú madre- dijo con los labios tensos en una sola línea- Planeaba dejarla, ella para evitarlo a toda costa se mató delante de sus ojos… y los míos-y una lagrima descendió por su mejilla.
-¿Mi madre se suicido?- abrí los ojos como platos- es imposible, ella me amaba. ¡Ella me prometió que jamás me dejaría sola!- mis ojos se llenaron de lágrimas y él se asustó al ver mi expresión.
-Alba tranquilízate, no puedes enojarte así- dijo aterrado alzando las manos a la defensiva. Fuego. Eso es lo que sentía por dentro, un fuego intenso que quemaba mi cordura. Sólo quería dejarlo salir… ¡no lo hagas! Decía una vocecilla en mi interior. Tenía que hacerlo, Mi madre me mintió todo este tiempo, al igual que mi padre. ¿Cómo podía confiar en Marco?
-Me estás utilizando para librarte de la maldición- dije con el rostro sombrío. El fuego de mi interior se hacía más fuerte, clamaba por salir.
-Tienes que tranquilizarte Alba, posees una fuerza inimaginable-alzo sus manos en señal de paz-
-No, no quiero.
-Alba, dejadme explicarle ¿sí?
Mi respiración se entrecortaba, estaba muy enojada. El fuego me dominó por completo y salió de mi cuerpo como una bestia salvaje. Marco me tomo en sus brazos y con una pierna rompió el vidrio del carruaje. Casi nos incinerábamos vivos. Me deposito en el suelo y me miro precavido. Toda mi ira había sido expulsada por completo, solo reinaba una seca paz interior.
-¿Estas bien?- pregunté alarmada, yo no quería hacerle daño ¿Cómo podía hacerle daño? Espero que pueda perdonarme… Yo nunca le haría daño, preferiría morir que herirlo. Estaba decidida que en lo que fuera posible cuidaría de él. Su expresión cambio y se sonrojó… ¡Maldición!
-Creo que soy yo más bien el que cuida de ti- dijo con una sonrisa
-Marco, ¿no puedes apagarte de alguna manera?
-No, me gusta saber lo que piensas- y colocó un cabello en su lugar- Su rostro estaba muy cerca del mío, tan cerca que podía sentir su aliento rozando mi cara. Trate de no pensar en nada pero se me hacía imposible. Mío, mío, mío. No estaba del todo cuerda, pero tenía que ser mío. Soy una egoísta pero siempre seré así.
-Me gustan las egoístas- y se acerco su rostro aun más al mío. Pocos centímetros separaban nuestras bocas. Yo jamás he besado a nadie, pero siempre me lo imaginé.
-Valla coincidencia, yo tampoco he besado a nadie- sonrió aun mas con ganas y sus ojos verdes se quedaron paralizados en mis labios. Mis brazos abrazaron su cuello, y mis manos- impulsadas por el instinto- se entrelazaron en su cabello marrón. Me abrazó con fuerza la cintura y me beso apasionadamente.
Capítulo 7: Naturalmente encantador
Estábamos entrelazados tan armoniosamente. Yo era presa de mis instintos y de mis sentimientos. Él era mi mundo, mi centro, mi equilibro. Nos atraíamos como dos imanes envueltos en un clímax de pasión. Nuestros corazones latían rápidamente y yo le devolvía el beso con todas las ganas del mundo. Se separó de mí rápidamente, su cara se transformó en la de una bestia, y me mordió el brazo. La herida empezó a supurar sangre y yo di un pequeño gemido. No me dolía mucho, era más bien placentero.
-Marco para ya- le dije grité asustada. Me empecé a sentir mareada, pero él no se detenía
-¡Basta!- y se separo de mí lentamente.
-¿Por qué hiciste eso?- susurré
-Lo siento, no puedo evitarlo…es mi naturaleza- y se levantó del suelo, me ayudo a levantarme y nos pusimos a caminar en silencio. Estaba empezando a oscurecer y las imágenes y sensaciones que me dejo el beso de Marco no salían de mi mente.
-Alba, trata de pensar en otra cosa… Me distraes- dijo sonrojado- tus sentimientos son tan vivos y tan reales. Te juro que jamás encontré a una dama tan encantadora. Estreché su mano contra la mía y su fresco tacto me reconfortó, desee retroceder en el tiempo y que aquel beso nunca se acabara. Detalle el momento en mi mente (lo hice a propósito) si decía que lo distraía, pues quizás lo pueda distraer otra vez.
-Alba por favor, ¡Mira lo que te hice!- dijo soltando mi mano cruelmente.
-Quizás tú puedas evitar ser una bruja, pero está en mi naturaleza hacerle daño a las personas.
-Tú no eres malvado Marco.
-Quizás no sea malvado, pero si te toco de nuevo no sé si me podré controlar…
Estaba oscuro y no había luna, Me empecé a asustar no sentía la presencia de Marco, no escuchaba sus pasos y su respiración. El pánico me invadió por completo… me detuve.
-¡Marco!- grité con todas mis fuerzas. Alguien me agarro por la cintura y me condujo a las sombras de un arbusto.
-¡Auxilio!- gritaba desesperada presa del pánico.
-No temas, soy yo Andrés
-¡Suélteme en este instante!- ordené
-Muy bien, si así lo deseas- y me dejo caer bruscamente en el suelo. Valla manera de tratar a una dama, cuando Marco se entere no le va a agradar.
-De verdad discúlpeme si la incomodo, pero necesito un favor de usted.
Pues claro, el hermano cansado de vivir como una bestia, secuestra a la bruja que casualmente está enamorada de su hermano también maldito. Ahora que lo pienso bien, quizás fue mala idea ir a buscar a mi hermana. Van cuatro días fuera de casa… Los cuatro mejores días de mi vida.
-No te pienso ayudar- le advertí, no lo voy a hacer y punto.
-Ayudarías a Marco- Susurró
-No me importa, sencillamente no quiero ayudarte…-y un gemido interrumpió mi frase.
Elizabeth. Ese maldito tenía secuestrada a mi hermana.
-Suéltala en este momento Andrés- Lo amenacé. Soné bastante convincente y eso me alegro mucho. Podía incendiarlo vivo si me enojaba lo suficiente. ¿Qué pasará si me concentro?
-Ayúdame y vivirá- contraataco, Tenía que hacer algo rápido. Usaré la magia de mi anillo. Ruego a Dios que funcione.
-Suéltala y tú vivirás
-¿Tú hacerme daño? Aún no nos has visto en nuestra forma original… La brisa sopló fuertemente y la luna llena se hizo paso por las gruesas nubes negras. Lo vi claramente, era un demonio de dos patas. Media unos dos metros y era tan peludo como un gato. Sus cabellos eran oscuros. Al ver mi reacción, en una malévola sonrisa lobuna me enseñó sus blancos y afilados colmillos. Perfectamente desgarrarían la piel de cualquiera. Estaba aterrorizada, mis instintos me decían que tenía que huir. Mi corazón latía fuertemente contra mi pecho. Si corría lo suficientemente rápido, se olvidaría de Elizabeth por un momento. Dándole tiempo suficiente para encontrar a Marco. Podía sacrificarme por mi hermana, pues aún no se dominar esto de la magia. Respire profundamente, la bestia me observaba desde lo lejos, esperando el momento perfecto para atacarme. Me tranquilice un poco y pensé en el dolor más profundo que he sentido en mi vida. Dirigí mi furiosa mirada hacia Andrés. Su rostro fue cambiando poco a poco y yo me debilitaba, pero continuaba concentrada en transferirle mi dolor. La muerte de mi madre, la muerte de mi abuela, las mentiras que me dijo mi padre. Mi falsa hermana de sangre… Todas esas cosas me producían muchísimo dolor. La bestia se arrodillo ante mí privada del dolor, poco a poco mi dolor fue volviéndose ira. Una ardiente y dolorosa ira. Él quería lastimar a mi hermana, debía quemarlo.
Quémalo, exigió una voz en mi interior. Alce ambas comisuras de los labios y me concentré aún más en mi ira. La bestia seguía sufriendo mi dolor, no aminoré ni un poco. Un aullido proveniente de otra criatura me desconcentro por completo y la bestia cayó desplomada al suelo.
Marco, sólo podía pensar que era él, ¿Dónde estará? ¿Estará herido? Si algo le pasó juro por Dios que matare a su hermano.
-¡Marco!- grité desesperada. No escuchaba más nada que el tenebroso sonido de los búhos.
Corrí en círculos, buscando alguna señal de mi amado. Me olvidé por completo de Elizabeth. Entre las sombras, Marco salió lentamente. Sus hermosos labios sangraban, pero todo lo demás se veía bien. Corrí instintivamente a sus brazos y este ya los tenía abiertos. Atrapé la sangre que tenía en sus labios con mis dedos…
-¿Estás bien?- pregunté alarmada
-Sí, no es nada- me alivió un poco, pero aún continuaba preocupada.
-¿Tú estás bien?- ahora el alarmado era él.
-Sí amado mío, estoy bien- le sonreí, amaba decirle así. Aunque fuera la primera vez que no lo escuchara de mis pensamientos.
El me estrechó más fuerte entre sus brazos, y me miró tiernamente. En un acto defensivo me empujó hacia adelante. Andrés había despertado y en su forma humana saltó sobre su hermano.
-¡Déjala Andrés!- gritó Marco.
Marco desapareció, y un alarido de dolor se escuchó a la lejanía. No sabía quién era. Lentamente dos figuras salieron de los matorrales. Marco sujetaba fuertemente a Anabela por los cabellos con una mano y con la otra rodeaba su cintura. El rostro de Andrés cambió por completo y me miró con cara de pocos amigos.
-Ni siquiera lo pienses, Le partiría el cuello más rápido de lo que tú puedes llegar a ella- lo amenazó Marco.
-No me Mates, por favor Andrés detente- Exclamó Anabela.
-¿Y Elizabeth?- pregunté alarmada.
-Fue un engaño Alba, Elizabeth está bien- me tranquilizó Marco.
-¿Lo que quieres es librarte de la maldición?- pregunté en voz baja
-¿No es lógico?- respondía irónicamente
-Pues, no sé cómo hacerlo- dije avergonzada, esto de la maldiciones, brujas y hombres lobo es absolutamente nuevo para mí. Hace cuatro días creía que la magia era solo un cuento de la iglesia y los escépticos.
Marco liberó a Anabela y Andrés corrió a su lado. Ambos se miraron a los ojos preocupados y se abrazaron fuertemente. El lazo que unía a esos dos seres era indestructible.
-Nos vamos de aquí, lamento las molestias ocasionadas. Pasen buenas noches- se despidió Anabela. Andrés tomó a su mujer en brazos y desapareció en las sombras. Hoy pude ver como un simple mortal se transforma en una bestia. Y como el poder de mi anillo influye en la mente y cuerpo de ese animal. En mi mano derecha está el arma que necesito para defenderme y defender a mis seres amados. Hace cuatro días soñé una frase “el anillo es la clave Alba” sí lo es, este anillo es la clave de la maldición. Quizás el rubí Infante sea la causa de todo esto, sí destruyo este anillo la maldición será destruida junto con él. Marco caminaba en silencio a mi lado.
-Lamento haberte abandonado de esa manera- susurró
-No te preocupes, no supe que me habías abandonado la mitad del tiempo- sonreí. No debía ser muy tarde, faltaban horas para que amaneciera. La noche era algo oscura, de entre las nubes se colaba tenuemente la luz de la luna. Como deseaba un poco más de luz, para poder admirar su rostro. En silencio tomó mi mano y la apretó – no muy fuerte, más bien se sentía protector- Aparte de la maldición, tenía otro problema. El amor que siento por Marco crece cada día más. Es mi hombre perfecto y con quién siempre soñé. Es peligroso de eso estoy segura. Pero no le temo al destino, ni a la suerte que nos depara.
-¿Estás segura de esto?- preguntó meditativo.
-Se lo que siento- Amor. Es la única palabra que expresa claramente lo que siento.
-No nos podemos enamorar-dijo entristecido. Febrilmente tomo mi rostro con sus manos. Me miró directamente a los ojos, esperando que reaccionara. Nuestras caras estaban tan cerca que nuestros alientos se mezclaban.
-No te tengo miedo- le susurré. Acerco mi rostro al suyo y me beso. Lentamente acaricio mis mejillas con sus manos hasta posarlas en mis caderas. Yo abrase su cuello y enrede mis dedos en su cabello. Separo un poco sus labios de los míos.
-Te quiero Alba- susurró.
-Te quiero Marco.
Lo abrasé aún más fuerte y él me besó más intensamente. Éramos dos almas gemelas, unidas por el amor, separadas por una maldición. La bruja y el lobo. La bella y la bestia. El hombre y la mujer, dos mitades juntas. Encajábamos como una sola pieza, éramos dos jóvenes enamorados. Con la mala suerte de que ambos poseíamos algo sobrenatural. Ver su pecho desnudo, sentir sus cicatrices de batalla me hizo recordarlo. Envueltos en una nube de pasión, continuamos hasta el final. No me importaba si moriría mañana yo estaba feliz donde estaba, amando a Marco. Y así fue como nuestra historia de sufrimiento terminó, sabía que enfrentaríamos batallas, pero no le temía al destino, ni mucho menos a la magia. Marco despertó al instante con los ojos llenos de lágrimas.
-Es un buen final para nuestra historia- dijo dulcemente
-¿Final?, yo más bien lo veo como el comienzo…- Dije acariciándole su rostro. Me tomó en sus brazos y se echó a correr al viento, donde una vida nos deparaba juntos como debía ser…
Fin, o quizás ¿el comienzo? |