"Maldito grandullón" pienso, "no me deja alcanzarle. Ya sé cómo se sienten los demás cuando van conmigo". La personalidad de mi yo joven no era muy distinta a la mía propia, pero tenía un toque pesimista que no me gustaba nada; "¿Así voy a ser? ¿Un pedazo de carne?" pienso contrariado, "No lo voy a permitir".

Mientras pienso esto, algo se va formando delante mío... ¿Un escenario? ¿El patio de mi instituto? Hay gente que me es familiar; entre ellos estoy yo, apoyado en una pared, con mis amigos. Se acerca alguien al grupo... No lo consigo distinguir bien, pero me basta con presuponerlo. "¡Basta!" le grito de repente al grandullón, "¡¿Por qué me muestras esto?!" "Para mostrarte cómo la cagaste" me contesta.
No lo quiero ver. Sin embargo todo se vuelve a distorsionar y toma la forma de la Plaza Mayor... "Estoy" allí al fondo, apoyado en una farola; hay alguien "conmigo" y no necesito acercarme para averiguar quien es. No me hace falta acercarme para saber que es lo que dicen... lo que dije y escuché. "Me arrepiento de eso y lo sabes" le digo al grandullón, "¿Para qué me lo muestras?". "Para que veas que has hecho pocas cosas que estén bien. Y, tranquilo, ahora viene el pitufo".
Acto seguido se va. Todo se vuelve oscuro de nuevo.

"¡Hola! ¿Me echaste de menos?" dicen detrás mío.

Es el pequeñajo.