En la pronta aurora, me golpea tu aliento, dejándome tendido, dejándome un suspiro; uno enrarecido de memorias que no se olvidan, memorias que recorren mi cuerpo y me llevan a lo infinito de este mundo; y en ese instante como anhelo que tus labios muerdan la tristeza, para así sentirte en la sangre de mis venas.
El néctar de tu boca alimenta la esperanza de un rejuvenecido encuentro, las estrellas en el firmamento me guían así el paraíso, ese que hace olvidar, alivia las penas y te permite volar sin rumbo fijo.
La temperatura se acrecienta en nuestros cuerpos y por un momento el tiempo es lo de menos; el camino desenfrenado de carisias, da paso a un amor que es como agua para el sediento.
Los cuerpos flotan como un todo, distantes de tristezas, precisos en dulzura, encuentras el sentido, atracas la utopía de aquel instante, quedándote imborrable en la razón del corazón.
No quiero que termine, los labios juegan como niños, la miel de tu boca amena el encuentro de nuestras almas y en mi mente sin fin de imágenes se disparan, golpean mi adentro, llenando de alegría lo que en un tiempo fue tristeza.
Ya lose, aunque no lo acepto, todo lo que inicia tiene un final y estos besos llegan hasta aquí; pero me queda la esperanza de que en todo final, nace un nuevo inicio y en ese, están tus besos.
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