Esta vez no buscaba soluciones, tan solo me senté enfrente de la pirámide de donde se suponía que los antiguos mayas consultaban año a año los solsticios y equinoccios, mire a mi alrededor y ya no había nadie, así, que me concentré e imploré al viento que me contara un cuento que me dejara una enseñanza ese día, así que guardando silencio, cerré mis ojos y escuche como el viento comenzaba a hacer su aparición en el lugar, primero de manera impetuosa como el rugido del jaguar para después dar paso al tierno susurro de la caracola..
Transportándome varios siglos a tras comenzó llevándome cerca de un extraño árbol tan grande y tan rugoso, que según él, era, llamado, por los aldeanos “el cocodrilo”. Comenzó por explicarme que en este mundo, todos tenemos a alguien que nos ama y que ese amor se gurda en nuestro corazón, algo así como… Y sin avisarme, trozó del árbol, una extraña semilla, la depositó en mi mano y comenzó su narración.
Tu corazón mi pequeño, es como esta semilla de algodón salvaje, al principio, se encuentra ahí, en la nada, solo se sabe que el creador la depositó en ti y no sabemos ¿para qué?, Después con el paso de los años, comienzas a sentir como esa pequeña semilla verde comienza a crecer y crecer y a dar uno que otro problema, es cuando se dice que se está listo para discernir lo bueno de lo malo y algunos pasan la prueba, mientras que otros, dejan morir su semilla.
¡Ah, pequeño mío!, si supieras con que gusto se te regalo esta semilla que posees, al igual que la que hoy tienes en las manos, los desamores, los odios y los rencores, dejan huellas extremas en la coraza de tu semilla-corazón, pero si eres listo, solo permitirás que queden en marcas y nunca dejaras que estas lleguen al interior y la destruyan.
Te preguntaras ¿cuál es el premio por portar y cuidar esta semilla que se te ha dado?, La respuesta es fácil, una vez que tu semilla –corazón madure, de ella saldrá el algodón, fibra esencial que al igual que a tus antepasados te ayudará a cubrir no solo tu cuerpo sino tu alma, de esto el mundo se dará cuenta de la nobleza de tu espíritu mediante su color,… ¡Blanco!, Como el amanecer. Así que mi pequeño no entristezcas más y dedícate a proteger y a cultivar tu semilla corazón, recuerda ser tan ágil como el jaguar, tan unido como el saraguato, pero lo más importante inteligente y zagas como el colibrí.
Sin motivo aparente el viento del mayab, habia cesado, lentamente mis ojos comenzaron a abrirse. La historia terminaba y con ella una gran enseñanza.
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