3- LA MONTAÑA
De pronto te encontrás solo. Subís y la crujiente escalera de ciprés invade toda la cabaña. Te tirás en la cama e indagás recuerdos entre los nudos de la madera del techo.
No son respuestas las que buscás, porque las respuestas ya las perdiste hace tiempo, sino la hilación correcta ante tantas preguntas.
El viento zigzaguea en los postigotes de las ventanas y entonces girás levemente la cabeza para ver el reflejo de la montaña.
Allí esta, incólumne. Te preguntás si esa visión no te es familiar. Si las cumbres siguen allí impasibles ante tu mirada, con sus contornos que no pueden emular el mejor pincel, ni la más sofisticada fotografía.
No te consuela comprender que la montaña va a seguir allí, eternamente.
Entonces se abre en tu mente la simple idea de la configuración circular del tiempo: doce años han transcurrido. Doce años, pero que ahora parecen escasos segundos.
Las circunstancias cambiaron, pero el circulo temporal de estaba cerrado y como en esos laberintos que tanto obsesionaban a Borges, los dados se vuelven a tirar.
Recordás: aquella vez también te encontrabas solo. O casi solo. Rodeado de otras voces, otros rostros y otros sentimientos. Con la pujanza de los dieciocho años, llevabas sobre tus hombros y dentro de una mochila todo lo que creías necesario. Eso creíste.
Hoy te preguntas como cambiaron tus necesidades de subsistencia: un confortable cabaña, un automóvil para desplazarme, remedios por cualquier eventualidad y plata en tu billetera.
Ni hablar del celular…
Aquella vez no tenías seguro, ni medicina prepaga. Y sin embargo caminabas más seguro y resuelto por la vida. Sin pedir nada, sin atarte a nada, como si el único propósito y destino fuera encontrarte con los picos nevados.
Pero ocurrió el accidente. Todo quedó aclarado, te dijeron. Pero vos siempre te vas a preguntar porque discutieron aquella tarde. Porque fuiste a buscar un poco de leña para avivar el fuego que se apagaba y porque que se levantó la tormenta y cayó el árbol sobre la carpa.
Un coihue con pocas raíces te dijeron, pero a vos ya nada te interesaba:
Betty, tu amor casi no llego a darse cuenta lo que le estaba pasando. Fue un segundo.
Hoy la montaña sigue allí, sin darte mayores explicaciones.
Y vos estas de este lado del vidrio, mirándola.
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