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Verá Maricela, leer a Cortázar siempre me ayuda: es como si me alimentara, me sube el ánimo con un poco de sus cuentos y hasta creo poder escribir de nuevo. ¿Se da cuenta entonces? Desde el principio he querido que sienta Maricela, que viva un poco como yo. Por eso le envié un poco de Cortázar, haber si sentía. Haber si le latía el corazón quizás un poco a la misma sintonía por que no es que diga que no sienta, tiene que Maricela, tan bella y sin corazón, sería una pena. Pero no al mismo compás.

…“Es el filo de sus labios, ese filo letal que no corta pero que me mata, que me detiene el corazón, y me matan sus besos que son como campanas, como caricias del alma, moviéndose con un tintineo, nerviosa y son como campanas: llenas de música y de jubilo, de un ir y venir, con ese compás nuevo en forma de invitación, con ese ritmo y esa melodía que hacen sus besos, casi conociéndonos de toda la vida.”…

Siempre me han encantado las mujeres advertirá usted Maricela. Me gusta enamorarme desde que recuerdo, me ha gustado bastante sufrir por amor, llorar a manantiales y sentir a caudales, pero más antes claro está. Se pueden escribir antologías completas con esas vivencias, por eso me fascinaba y sufría lo más que podía y amaba hasta que me punzaran las venas. Cuando uno es pequeño y todo es más sentimiento, por que lo descubre a la misma vez que se descubre a si mismo, por eso es más bonito ¿no es así? Cuando apenas el mundo brota y nos habla y nos engaña y nos engatusa y caemos siempre a llorar pero riendo, por que cuando uno es más joven ríe por todo ¿Recuerda usted reír Maricela? Ahora la siento lejos, y ahora yo me burlo un poco al pensar en eso, cómo si alguna vez hubiese estado cerca, sido mía. Creo ahora entiende porqué me duele, por que yo sólo pertenezco en ligera a su imaginación, y para mí reverbera un sentir tan real.
Le decía bien, que cuando uno crece se va perdiendo esa divinidad, ese encanto se podría llamar, de querer comérselo de un solo bocado y maravillarse ante las luces que encandilan muchas veces, devorar ese olor a caramelo que ronda el aire y nos recuerda lo pequeños que somos, lo inocente que resultan los romances y que hermoso era, pues uno va creciendo como sabrá, perdemos esa poca conexión que se tenía con la vida y se da cuenta que eso del enamoramiento se va haciendo como sucio, como más cuerpo y no alma. Un poco por el morbo de crecer, de ser adultos. Cómo si ahora valiera la pena.
A lo mejor de eso escribe, quizás a usted también le quita el sueño pensar en el ayer, en el presente y cómo cambian las cosas, que vendrá en el futuro y si es verdad la sarta de invenciones que acabo de soltar, si será verdad que las cosas se van decolorando, que es una simple transición en la vida, cómo una gran explosión de movimientos, olores, sabores, mariposas y fibras amarillas, que sólo van pasando y dejan a su rastro una gran mancha de melancolía. Quiero pensar que escribe de esas cosas, ya que me duele saber que le escribe a otro amor. Por eso le doy las hojas que quiera y que escriba en ellas, aunque hago como si quisiera leerlo, jamás sería mi intención debe saberlo, pues sé muy bien que me dolería. Me dolería más de lo que ahora sufro por la indiferencia que me ha obligado a impartirle, aunque tal vez no le importe y ahí vamos de nuevo Maricela, usted se irrita y peleamos y dejamos de hablar y lo poco que tenía con tanto esfuerzo se va al suelo y usted se va con Daniel aunque no lo ama, no se si lo haya dicho alguna vez, y si lo hizo, estoy seguro que no es verdad, por que no la veo sonreír y ya no se como acercármele, tenemos un abismo en medio de ambos, una distancia terrible que no supe desde cuando llegó y ahora hago lo mismo que usted, y le he escrito tantas cosas, tal vez sin que se las mereciera, sin que me las pida, pero cómo me encanta escribirle a usted Maricela, hablar sobretodo de sus labios y de cuando en cuando volar a esos segundos, que para mí fraguaron una inmortalidad más que pasional. Que fue un instante, más que un santiamén cuando la besé, pero que maravilloso momento, y es como si fuera una grabadora, retrocedo el momento hasta el punto exacto donde nuestros labios se rozaron por vez primera y lo detengo, lo detengo ahí por años y trato de entender sus sabores, de descifrar un mensaje que es bastante claro nunca existió. Uno no puede ser tan hermoso Maricela y besar al prójimo con esa sensibilidad, pues creo que fue por demás pedirme que no me enamorara con dichos atributos, y ahora lo sabe mientras retrocedo de nuevo al momento, tal vez fantaseando de alguna manera paradójica con el futuro, usted leyendo este manuscrito y por fin entendiéndolo pero a la misma vez viendo el pasado, analizando los papeles que nos enviábamos otra vez en mi mente, alguna caricia que nos dimos disimulados y ese sagrado olor: Es una casualidad tremenda que tenga el mismo perfume que Teté, es una bendición tan grande por que son las dos en una. De vez en vez puedo olerle y sabré que es usted junto con ella, que ese olor me recuerda tantas caricias Maricela, de usted y de ella, ya que no creo en las casualidades y es un verdadero milagro que de tantas fragancias usted tenga la misma, pudo haber sido cualquiera, hasta otra, pero es usted la que tiene el mismo olor y sabe de lo que hablo con las casualidades. Pues no existen.

José Darío Bustamante

Texto agregado el 04-02-2011, y leído por 132 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
23-04-2011 me parece increíble como describes sentimientos felicitaciones astartita
05-02-2011 excelente me parecía eso un guion buen estilo bello ppitta
05-02-2011 se lleva mi gratitud por tal escrito que usted mismo ha descrito (como un transito, yo no diría que en la vida, si no mas bien a la vida, de momentos perennemente memorables... bien estupor
 
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