Temo, como si no hubiera nada peor en el mundo, envejecer, despertarme un dia arrugada y blanca y saber que no me queda mucho tiempo de vida. Tengo absoluto terror a la muerte. Me da miedo, muchísimo, no saber qué hay detrás. No podría estar anclada en un cementerio (ya la palabra asusta) para toda la eternidad, ¿qué es la eternidad? No es nada porque hay un final, todos lo tenemos.
Me asusta el color del pino de los ataudes y el frío mármol de las lápidas, las caras de los cristos talladas en la piedra. Los crucifijos atornillados.
Con tanto miedo, ¿por qué? ¿Por qué nací? ¿Por qué pertenezco a la especie humana, la especie mortal, la débil? ¿Por qué no fui agua, o piedra? ¿Por qué no fui plástico? Mirad, ¡observad cómo el terror cubre la alegría de la vida! Y ahora me pediréis que disfrute de la vida. Lo hago, pero moriré, me estrellaré, y es inevitable pensar que va a haber un final.
¿Y si soy víctima de la gran cabrona, la catalepsia? Que me entierren viva, y despierte de repente a oscuras, con el aire caliente. Sin poder convulsionarme por el espacio reducido, me aterra, destinada a morir siempre...
Yo no quiero morir, es la primera vez que me preocupa saber el destino del viaje.