Enero 2011. Un abrazo Tatíc, donde quiera que te encuentres.
Este lunes 24 de enero, falleció Monseñor Samuel García Ruiz, Obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Nació en Irapuato el 11 de noviembre de 1924, fue ordenado presbítero el 02 de abril de 1949, nombrado Obispo por SS Juan XXIII, el 14 de noviembre de 1959.
Al llegar a Chiapas, lo vio cubierto de injusticias y abusos contra el pueblo indígena y los pobres.
Le toco ver espaldas marcadas por el látigo de los finqueros y se convirtió en infatigable defensor de quienes consideraba los más pobres entre los pobres.
Comulgo con los preceptos de la Teología de la Liberación en la década de los 70, y se convirtió en el principal representante de esta corriente izquierdista en México.
Lo mismo defendió a los indígenas, como a las viudas de Pasta de Conchos, se solidarizo con los ejidatarios de Atenco, se opuso al status quo, a los poderes facticos que han impedido el desarrollo y realización como personas de los pobres más pobres del país.
Les dio a conocer a los indígenas que tenían los mismos los mismos derechos que los caciques terratenientes que se apoderaban de sus tierras y los explotaban, lo que origino que fuera objeto de innumerables persecuciones e insultos.
Se convirtió en el Obispo incomodo para la clase conservadora, para el poder civil y para el eclesiástico.
Todos ellos nunca han entendido que los únicos promotores de las rebeliones sociales son la pobreza, la miseria a la que están sometidas la inmensa mayoría de las comunidades del país.
Desde la comodidad de sus mansiones, nunca entendieron lo que significa la desesperanza de sobrevivir en un contexto donde la pobreza cala hasta lo más profundo del ser humano que la padece.
Empresarios mineros, transnacionales, funcionarios, concesionarios de medios de comunicación, entre otros muchos segmentos sociales, nunca entenderán que el cariño por el Tatíc, estaba enraizado en lo más profundo de los corazones chiapanecos que olvidados y excluidos de todo tipo de atención social, habían encontrado en la palabra de Don Samuel un desahogo que lo unió de por vida con los más pobres de Chiapas.
Ese compromiso fue el que marco su vida y la de las comunidades de Chiapas.
Porque como Jesús el Cristo, la gente admira a sus sacerdotes y Obispos, por la pobreza y entrega de sus vidas.
Perteneció a la generación de Méndez Arceo, en Cuernavaca, de Arturo Lona en Tehuantepec, de José Lagunés en la Sierra Tarahumara, entre otros Obispos y sacerdotes que conformaron la Iglesia de los pobres, no contraria a la fe, o el dogma, sólo que dándole un sentido cristiano, en la lógica de Jesús el Cristo al lado de los pobres.
Creía profundamente en los valores del cristianismo, no tenía dudas, la salvación de su alma estaba unida a la justicia, a la defensa de los pobres, a quienes dio su voz para denunciar las injusticias que padecían.
Fue un Obispo de puertas abiertas, nunca un Obispo sentado, un pastor peregrino.
Desde su diócesis en San Cristóbal de las Casas, no simpatizo con los métodos del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, aunque si con sus principales planteamientos a favor de los indígenas, salud, alimentación, tierra y justicia.
El, y su gente, entre ellos algunos sacerdotes, promovieron el entendimiento entre el gobierno y los armados, el respeto a los derechos humanos en toda su extensión, en especial de los indígenas.
Los indígenas, los pobres de Chiapas lloran su partida.
México, la Iglesia, necesitan de otro Obispo incomodo para el poder, para las clases conservadoras, religiosas y sociales, que lo veían como peligroso, como subversivo, aunque fue un ejemplo a imitar.
Si en verdad, hay sinceridad en las palabras de quienes hoy desde sus pulpitos, puestos y cargos, dicen reconocer su actitud y trayectoria, conviertan en ley y política de estado a los acuerdos de San Andrés Larrainzar.
Porque hay otra parte de México que no elogia al Obispo fallecido en público, sino que sufre en privado su ausencia, añora su presencia, sus consejos, y compartía sueños y anhelos.
Desde BC, mi rincón existencial, un abrazo Tatíc, donde quiera que te encuentres.
Andrea Guadalupe.
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