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Inicio / Cuenteros Locales / andre_laplume / Gisela, una mujer inolvidable

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El pastillero estaba vacío, necesitaba un lexotanil para comenzar el día, tomé unos mates y busqué la receta que estaría perdida en algún rincón. Mientras escuchaba por radio las noticias y continuaba con la rutina del mate sonó el portero eléctrico.

-Hola ¿quién es? –pregunté en alta voz.
-Soy yo, Nicanor –respondió. ¿Qué te pasa grandísimo hijo de tu madre? ¿Ya no me reconoces la voz, o seguís con el brote de ayer?
-¡Epa!, viejo de mierda, ¿qué te pasa? –contesté con ganas de retribuir cortesías. -Nica, por favor, subí, tomamos unos matecitos y me contás que te anda pasando. Dale que hoy el horno no está para bollos.
-Es que no quiero subir, te espero abajo –respondió Nica. No vine para encerrarnos en tu departamento. Bajá y te invito al boliche a tomar un café, tomá un sedante, me parece que lo estás necesitando.

Recordé pasar por la farmacia, así que receta en mano decidí matar dos pájaros de un tiro.
Al rato estábamos caminando abrazados por la avenida Cabildo. Le pedí que me acompañe a comprar mi medicamento.

-Acepto –dijo el caradura. Prefiero bancarte la demora hasta que encuentres tus lentes y firmes la puta receta del Pami a tener que aguantar tu raye.
-Gracias che, sos un pan de dios –respondí. Ahora sé porque somos amigos desde hace tantos años.

Cumplido el trámite, al rato estábamos pidiendo un café en el boliche de siempre junto a la ventana, no era cosa de perderse la pasarela que desfilaba por Cabildo.
Las hembras más bonitas caminaban apuradas para no llegar tarde al trabajo rumbo al subte la mayoría, otras haciendo fila para los colectivos.

-Nica, mirá la guacha esa, fijate el machucón que tiene en la cara, parece que le dieron fuerte anoche.
-¡También con esa cola y esas lolas!, me recuerda a Gisela –agregué.
-Andre, ¿te acordás de Gisela?, decíme que si –replicó Ernesto conmovido.
-Por supuesto que me acuerdo, como para olvidarla –respondí.
-Después de ser tu pareja por dos años te conseguiste otra amiguita y me la encanutaste a mí, la banqué por más de un año, hasta que se casó y se tomó la leva.
-Se enamoró del carniza del mercadito de la otra cuadra, el chabón se engayoló al verla todos los días cuando la mandaba para hacer las compras. Un día me pidió permiso para salir con él un sábado por la noche, y por supuesto, la autoricé.
Cuando regresó yo la esperaba despierto en la cama haciéndome el dormido, pero la muy guacha se avivó. Se quedó un rato largo en el baño y después, sólo le quedaba venir a la cama.
A decir verdad, nunca me calenté tanto al verla y no era para menos, se había preparado para la salida con el Tano y se tiró encima la mejor lencería que yo le había comprado, incluso medias con portaligas. La muy guacha había aprendido muy rápido todo lo que yo le había enseñado.
“Me fue muy bien, no sabés como me trató”, confesó ella. “Creo que está enamorado, me juró que desde el día en que me conoció, no dejó de masturbarse una sola noche sin pensar en mí”.
Ernesto me pidió que fuera más explícito y que le contara con más detalle cómo se había desarrollado aquella conversación. Intenté reproducirla lo mejor que pude.

-¿Te preguntó quien era yo?, indagué.
-Sí, y le dije que eras mi tío –había respondido ella.
Bien hecho Gisela, muy bien, te felicito. Y decime, ¿pasó algo?
-¿A qué te referís? –preguntó con mirada inocentona.
-No sé ¿te tocó? –pregunté. ¿Te dio un beso? ¿Tal vez algo más?
-¡Cómo pensás en eso!, ni él se parece en nada a vos ni yo soy una cualquiera, debieras saberlo.
-Claro, perdóname –respondí. ¿Te pasó a buscar con el coche? ¿Sí? No me vas a decir que no pasó nada de nada…
-Bueno, tampoco eso –respondió Gisela con carita compungida. Sabés muy bien como son los tanos.
-¡Sí, como no lo voy a saber si yo aprendí todo lo que sé de ellos! Contame entonces, ¡dale! –insistí con una alta dosis de celos en aumento.
-Cuando regresamos nos quedamos en el auto –se animó a responder. Los vidrios eran polarizados, así que no se ve nada desde afuera, además la calle era una boca de lobo. Tuve que frenarlo porque estaba frenético, toda la tanada se le fue a la cabeza y también para el otro lado. Nos besamos mucho, me besaba como un desaforado, me metía su lengua por todos lados y me manoseaba de tal forma que me hacía doler, con decirte que es más puerco que vos. Me obligó a frenarlo, si no, no sé que hubiera pasado.
-¿Pero a vos te gustó, o no? –pregunté bastante molesto. Gisela, ¿sí, o no?
-Sí, me gustó –respondió. Me excitó mucho, pero no le iba a permitir más que eso, por lo menos en la primera salida, te repito y lo sabés, no soy una cualquiera.
-Te la tenías guardada Andre. Nunca me contaste nada, flor de amigo que sos...
Entonces ¿qué pasó?, ¿te enojaste y la echaste? Si bien conociéndote como te conozco, seguramente que no fue eso lo que hiciste.
-Tenés razón Nicanor, lo que sucedió es que alentado por lo que Gisela me había contado, me agarré una calentura de la madre puta, así que de hacerme un poco el celoso y otro poco el enojado, terminé haciéndole el amor de forma tal que más que amor pareció una masacre. No voy a entrar en detalles –continué-, pero si no fuera que traté de pensar en mi madre enferma, más todas las cosas malas por las que pasé en mi vida, lo nuestro terminaba en un homicidio. Por suerte pude terminar el encuentro como un caballero inglés. Y ella supongo que agradecida. ¡Qué te parece! Después de la sesión con el Tano, no le podía haber sucedido nada mejor.
-Andre, ¿la volviste a ver? ¿Sabés algo de ella?
-Sí, se casó con el Tano y vive en Martínez en un chalet lujoso. El dorima hasta le regaló un auto japonés. Debieras verla… Hace poco tiempo conocí a su hijo mayor. Un pendejo que se las trae. Ingresó a la Facultad de Filosofía. Piensa en seguir letras. No sé porque motivo, pero se parece bastante a mí y hasta le puso mi nombre, se llama Andrés. Finalmente dije: -Bueno, ahora contame algo de vos, que me la pasé hablando solo.

Nicanor pidió dos cafecitos más, encendió un Bensson, y nos quedamos charlando hasta que se hizo el mediodía.
Después de un abrazo que repetimos a la salida del bar, nos fuimos cada cual para su casa, yo por Cabildo y el por Ciudad de la Paz.

andre laplume.

Texto agregado el 29-01-2011, y leído por 165 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
29-01-2011 Triste historia de la vida real, o al menos lo parece. ***** Muy buena narración. alima
29-01-2011 Que bonita historia. Pero pobre Gisella, fue de mano en mano como una falsa moneda, hasta dar con alguien que por lo visto la trato bien. cartonlleno
 
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