Me encanta como juega este muchacho, certero con la pierna izquierda, como si el tendón y el musculo que la impulsa, saliera directamente desde su corazón. Me fascina la forma en que le gana las espaldas a los defensas, que manera de recibir el balón, que cadencia en los quiebres, que elegancia al correr para desmarcarse.
Que me importa que digan que despilfarra el dinero con mujeres, que si el volvo, que si los ostentosos trajes… es un niño jugando al futbol y jugando a la vida. Es un niño que cree que todo lo valioso que tiene es esa pierna; que lo mismo falla, que anota penales. ¿Será que es consciente de su talento? ¿Podrá oír mis instrucciones más allá de las porras, las barras y los aplausos? ¿Y aun más allá del ruido ensordecedor de las bubuselas africanas? ¿O de la voz de su ego, que suena más fuerte aun, que todo el Maracaná, el Azteca y Bernabéu juntos? Creo que no entenderá cuando lo saque del partido, que hará rabieta, que se enojara, y que se sentara en el banquillo, quejándose como todos, del director técnico. Pero que importa, que sienta que me está perdiendo, que merece la lastima de las mujeres.
Hombre te estás perdiendo y me reclamas, pero no importa… ¡eres mi delantero favorito! Ven al banquillo, siéntate a mi lado, tal vez aquí, mi voz no sea opacada por el ruido del estadio, que se ha metido tanto en tu cabeza.
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