Días difíciles, si los hay, ¿recuerda?
Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo.
No estoy en este mundo para llenar tus expectativas
Y tú no estás en este mundo para llenar las mías.
Yo soy yo y tú eres tú.
Y si por casualidad nos encontramos, es hermoso.
Si no, no puede remediarse.
Fritz S. Perls (1893-1970)
El padre de una amiga ha sufrido una embolia y aguarda en un aeropuerto un avión que se retrasa indefinidamente. Espera consuelo e imagina que yo puedo dárselo. Oigo su voz por el móvil y me angustia recordar que en mi caso yo no llegué a tiempo. Mi padre murió dos horas antes de mi llegada.
Un amigo casado, con dos hijas, me cuenta horrorizado que hace tiempo que no tiene intimidad con su mujer. Imagino que espera le ofrezca una solución mágica para sus desavenencias. Lo cierto es que les observo desde hace tiempo extrañada de que continúen juntos. Me dice que conmigo su suerte hubiera sido distinta; me provoca pesadillas no saber qué hice mal.
Mi madre actúa como si su vida no tuviera más sentido que aguardar la muerte. No pretende que la ayude, sólo pasar desapercibida. Lucho entre respetar su duelo y permitirle hundirse durante unos meses más, o tratar de despertarla. Al final no puedo contenerme y acabamos molestas y crispadas.
Un amigo saluda a una amiga mía en un pub y evita mirarme. No recuerdo qué ha sucedido, si realmente ha ocurrido algo. Finalmente me acerco, le pregunto, se queda perplejo y me cuenta que hace más de dos meses que no lo llamo. En realidad van seis, me digo, y me veo a punto de llamarle un par de veces y postergándolo. También pienso que durante meses no he llamado a casi nadie.
Otra amiga lleva trece años con su novio, no se han ido a vivir juntos aunque él es funcionario y tampoco han decidido tener hijos. Tiene 37 años, me pregunta que qué opino y espera que mienta. Le preguntaría si es feliz, pero recuerdo que la última vez no le gustó mi opinión, así que cambio de tema y le ofrezco de ir juntas a la piscina uno de estos días.
Suspendo matemáticas y no puedo evitar ver la nota con absoluta falta de dramatismo. Un uno, que ni siquiera me provoca desilusión. He ido a más de 40 clases particulares. Debería apuntarme a otra academia y empezar de nuevo. Tal vez tampoco eso sirva, y mi inteligencia ya se ha agotado finalmente, como sucede en las minas. Ausencia de materia gris, se acabó la veta. Cerrada mi cabeza por ineficiencia.
Una amiga se siente sola al llegar del trabajo. Su marido está allí pero han pasado una etapa muy dura. Su padre murió con una cruel demencia y su madre de un doloroso cáncer de huesos. En el medio perdieron un niño nonato. Ahora que la hipoteca está pagada, no le encuentra sentido a su matrimonio.
Un amigo escribe un cuento sobre una idea mía. Trataba sobre un hombre que vive en una casa muy grande, un día, al llegar del campo encuentra a su madre muerta y rodeada de cucarachas. Siente miedo y asco por esos bichos inmundos, que poco a poco degenera en fobia. Va cerrando partes de la casa, tratando de controlar de alguna forma la entrada de bichos. Al final acaba metiéndose en una caja de pino de su propio tamaño. En su cuento las cucarachas son ratas y no hay sufrimiento ni tensión. Pareciera que se va encerrando en su habitación porque está harto de su mujer. Es el primer cuento que escribe en un año y él desea por encima de todas las cosas ser escritor.
Yo me repito la cita de Fritz S. Perls, porque estoy agotada por dentro y no me queda esperanza para repartir. Y me repito que no soy un fraude, que simplemente hoy es domingo y que mañana será otro día. Eso tranquiliza mi conciencia y me permite dormir. Me pregunto si tal vez genero expectativas que jamás lograré cubrir. Quisiera poder llegar, pero a veces siento que no me alcanzo.
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