No sé porque dicen que los besos saben a miel. Mis labios aun palpitan y los siento húmedos y pegajosos como una paleta de cereza, pero no, no me supo a miel, ninguno de los besos largos, y embarrados que me dio.

Tal vez estaba muy nerviosa o espantada, pero ¿cómo no estarlo a mis doce años? ¿Cómo no espantarme con esa cara roja y llena de grasa que se abalanzaba sobre mí, una y otra vez? Me dijo que lo disfrutaría, que sentiría un sabor a miel entre mis dientes y mi lengua, pero lo que siento es una inmensa gota de vinagre en mi boca. Y hay algo que me provoca ganas de llorar, pero no sé que es. Ojala que se me pase pronto. El maestro sabe más que yo de todo esto. El dice que es lo más natural besar a las personas que uno quiere, y él dice que me quiere mucho, que soy su consentida.

Pero me siento sucia, los labios me pican, y sigo sudando. No sé si se lo deba contar a mi mamá, ella luego se enoja que cuente mentiras. Pero esto no es mentira. Aunque si le cuento tal vez no me crea. Ella nunca me cree. Me dice que soy una niña mentirosa y promiscua. Yo no sé qué es eso, pero yo no quiero ser mentirosa, ni eso que dice mi mamá. Creo que lo mejor será que no le diga nada.

La última vez que le conté un secreto (cuando me sentó en las piernas el señor con el que ella sale, y me dijo que no le contara a nadie) ella me pego una cachetada y me grito que yo era una mentirosa. Mejor no le contare nada, mejor voy a lavarme los dientes llegando a la casa a ver si se me pasa este sabor agrio y picante que tengo en la boca. ¿O esto que siento, es el sabor a miel? En realidad yo nunca he probado la miel.

Mejor cuando llegue a mi casa le voy a preguntar a mamá a que sabe la miel, y si me dice que sabe agrio, aceitoso, pica y te da ganas de llorar, entonces el maestro tenía razón.