Era suficiente mirarse para saber que todo había terminado, que cuando se creyeron más fuertes que el mundo, el mismo les demostró lo herrados que estaban.

Se enamoraron, pero, no de ellos, sino de la imagen que tenia cada uno del otro, maquillaron los defectos del otro, profesaron amor eterno en un mudo transitorio y minaron el campo para el final disfrazándolo de confianza en el otro y en si mismos, se creyeron grandes e implacables. Así de grande e implacable fue su error . Su egoísmo fue la tumba de su amor, que no fue amor y no fue nada.

El peor engaño que sufrieron no fue entre ellos sino a si mismos, el querer disfrazar de cariño, de afecto, una necesidad de no estar solo , de tener un sustento. Pobremente imitando una relación afectiva por miedo a fallar y estar solos, por no tener que ser ellos mismos, sin nadie a quien culpar ni herir , ser responsable de sus propios golpes y males.

Pobres “criaturas de Dios” que finalmente se creyeron dioses y el olimpo los rechazo.