Fidelidad y nobleza
Un nuevo amanecer disipa las tinieblas que hasta ahora cubrían los llanos. Bajo un tibio sol aparece todo el horror y los despojos de los muertos y los moribundos. Los buitres sobrevuelan el sitio formando bandadas, que luchan para conseguir algún bocado para sí, antes que otros depredadores les ganen de mano…
Tú despertarás de una larga inconsciencia sufriendo un profundo dolor que una herida abierta en tu vientre te está causando. La sangre aún no coagulada mana de ella y debilita tu organismo. La sed te invade y todo tu cuerpo es un fuego.
Desde el fin de la cruel batalla, solo, perdido, tu vida lentamente se irá apagando. Intentaste en tus momentos lúcidos buscar a tu amo, pero todo fue inútil.
¿Quién sabe en que lugar se encuentra tal vez sufre tu mismo destino ¿ ¡En ese caso es tu deber ir a buscarlo, pero tus heridas y tu debilidad te lo impiden! A lo sumo, un día más bajo este abrasador sol y tú ya no despertaras. ¡Será tu fin! Sentirás que la muerte se acerca, invade tu ser, pero un instinto de supervivencia marcará tu meta. Tratarás de levantarte, no lo conseguirás. ¡No importa el intento vale! Entonces te arrastrarás como puedas. Tu nublada vista divisará a lo lejos un par de arbustos, bajo cuyas sombras podrás descansar. Comerás algunas hojas, tal vez se cierren tus heridas, y te harás las ilusiones de que el amo vive y vendrá a buscarte. ¡El esfuerzo será grande, pero valdrá la pena, lo lograrás, ya verás!...
La noche tomará posesión y cubrirá al ardiente sol. Estarás a un paso de los arbustos. Dejarás al horrendo hedor de la muerte detrás de ti. Un poco más, te parecerá una eternidad, y podrás calmar tu sed. Tal vez alunas gotas de rocío hallan quedado en el follaje de los arbustos…
¡Por fin lo lograste, noble ser y compañero de tantas recorridas!
Descansarás en la frescura de la oscuridad, beberás algunas gotas de agua, y se calmará tu dolor. Al amanecer tratarás de levantarte y buscarás a tu amo. Entonces volverás al lugar de la batalla y seguro lo hallarás.
El amanecer te sabe a verdes prados, cristalinos arroyos, ¡a tu potranca preferida! Alguien te acaricia, te mima y te susurra:
“¡Pingo, mi querido Guruyá Poquí, acá estoy, por fin te encontré!”
Relincharás como lo has hecho siempre, y saludarás a tu amo. ¡Ya no te dolerán tus heridas, tu amo vino a buscarte! Y junto a el volverás a las tolderías. Te sonreirá todo, el sol ya no te quemará, y la vida te parecerá hermosa. Dejaste la muerte atrás. Esta se fue con las manos vacías, mientas tu noble estirpe escribirá sobre el horizonte:
“¡Eres un valiente corcel, amigo incondicional del hombre, fiel, obediente, y luchador hasta la muerte!”