Un grito y otro, un estruendo y un trueno, las luces parpadean frente a mí, y el corazón se acelera, amenazando con escapar incluso de mi pecho. Las entrañas se contraen, y mis ojos lloriquean. ¡Fuego!. Estalla mi mente en un mar de ideas falsas e impulcras. ¡Boom!, cae al suelo el último dejo de cordura estable en mi alma, y los dientes rechinan con cada silaba inteligible que escapa de mis infernales alaridos. Nada es claro. Todo gira en el caos cerebral, solo escucho la voz lejana de mi conciencia moribunda gritándome: ´´ ¿hay alguien ahí? ``, Mientras mis rodillas chocan.
¡Ups!. No sé nada de lo que ocurre a mí alrededor. El sudor corre por mi rostro desfigurado y a través de mi cuello tenso. La saliva escapa de mi boca, y mi cabeza amenaza con explotar. Mis narices sangran, pero nada se compara al estado de mi mente… mi destruida alma. Nada es legible en mí desorbitada psiquis que escupe cual dragón las historias más crudas de locura y desesperación frente al torbellino de neuronas inútiles de la dimensión desconocida en la que me encuentro.
Perturbado. Corretean a mi alrededor, felices, mis deseos, de la mano con mis miedos, y me golpean. ¡Crash!. Truenos, rayos, centellas frente a mi y se estremece todo durante horas, sin tregua para mi desgastada alma, herida por el desorden de mis obsesiones fantásticas. El Color del cielo cayéndome encima cambia, las estrellas frente a mi se desintegran en mi boca, y mi corazón se detiene para librarme de la brutal agonía de lo que solo Dios sabe, desató mi locura, oculta desde mi nacimiento. |