Como tallada por el mejor escultor
y barnizada por un divino pincel
con acabados de dioses místicos
obsesionados por la belleza
te aprecio desde mi butaca.

Tu andar de diva destacada
acostumbrada al regodeo de grandes
lo dejas allí, tras de ti en la puerta
y te abalanzas con tongoneo sutil
dibujando una línea imaginaria.

Te concibo desde antes de llegar
y ahora, la visión se hace corpórea
tal cual te imagine hace rato
acercas esa piel de miel a mi rostro
¿estoy acaso soñando despierto?

Aceleras los amplios pasos
buscas con ansia lo tuyo,
lo que acostumbras y deseas
eso que sueles arrancar de mi
sin más intenciones que apagar tu calor.

¡No, Rihana!, te grito
permíteme al menos apreciare un poco
no soy tu perro incondicional
soy humano, siento
y mi torrente yace seco de tanto darte.