Aún corro como alma que lleva el diablo. Todo lo que antes fue piscina, hierba, sillas, etc. se ha desvanecido; sólo estamos el pequeño y yo. De repente, al frenar, veo como se forma otro edificio. "¿Esto no se va a acabar nunca?" pienso.
En el edificio hay una placa; Colegio Público se puede leer; espero que no sea uno que hace pocos años dejé. Me adentro en el recinto, seguido de mi yo infantil.
"Ahí estás," dice una voz, "hace mucho que espero". Me giro; sólo esperaba ver otra versión de mi mismo, pero no fue como la anterior; esta vez, era una versión más mayor, no mucho más que yo, alrededor de diecinueve años. "¿Qué haces aquí?" le pregunto. "Sencillo; "nuestro" yo infantil interviene en la misma edad en este escenario y ver dos "personas" de la misma edad, del mismo tamaño, con la misma cara, misma voz, mismos gestos... Es un poco desconcertante; ahora te guiaré yo," me contesta, "te guste, o no."
"Mejor que ese maldito pitufo..." murmuro, pero de repente algo me hace callar: el "pitufo" está jugando con unos niños a los que yo no puedo reconocer ("Probablemente sean amigos que he dejado atrás", pienso) y están saltando una especie de cubos de ladrillos. Todo parece feliz, hasta que el "pitufo" da el salto antes de tiempo y se raspa todas las piernas... "Por eso no me gusta llevar pantalones cortos" pienso. Veo como llora el canijo, como le limpian la herida... Incluso noto como le escuece el agua oxigenada en la "herida".
No lo soporto... Pobre "pitufo".
"Cuando quieras seguimos" dice el grandullón, y acto seguido comienza a andar. No me fijé en él antes, pero ahora que la escena a desaparecido, parece ser que no cambiaré mucho en tres años: pelo un poco más largo que ahora, pero rizado; un poco más alto; con las espaldas más anchas; y más solitario... No me gusta mi futuro.
No me gusta mi pasado.
No me gusta mi presente. |